Reencuentro

Hacía veinte años desde su nacimiento. El demonio de los Strozzi o simplemente Baal como le llamaban fue a su encuentro. La “afortunada” era Simona Strozzi una joven muchacha que no sabía lo que se le venía encima. Ella seguía pensado que el mundo escrito en el libro de su familia era una falsa, cuentos para asustar a los pequeños y así era. ¿Quién cree en demonios u en otros seres fantásticos? Nadie. Absolutamente nadie hasta que los ven. Simona realizo la invocación sin darse cuenta – como Georgiana – derramó su sangre sobre él libro e inicio el “llamamiento.” Baal acudió enseguida pero no se revelo. Prefirió observar y contemplar a su bella mujer, pues, el pacto lo dejaba bien claro. Toda descendiente con sangre directa de Georgiana le pertenecía. Los poderes de la muchacha ser rebelaron, se manifestaban con más claridad, descontrolándose porque no sabía usarlos. No era casualidad que tras hacer la “llamada” se manifestasen de forma tan brusca, teniendo a Baal cerca ella se fortalecía y su poder aumentaba, del mismo modo que si Baal estaba cerca de ella…ocurría lo mismo. Un pacto era un pacto con sus virtudes y defectos.

Había seguido a Simona durante todos sus viajes, sin decirle nada, solo observando sus movimientos, comprobando su madurez. Había dejado de viajar, huía de Baal o eso intentaba pero no sabía que él la tenía muy cerca. Juntos pero separados - sí es algo difícil de creer pero ¿no estamos hablando de demonios? – llegaron a Nightfall Castle. La dejó que llegara. Era un lugar donde daban cobijo a los “raros”, raros por decir algo, solo eran diferentes que los humanos, superiores diría Baal. Simona estaba controlada y vigilada por su demonio a todas horas, tenía un demonio acosador y no lo sabía, bueno, fuera bromas. Baal fue a los alrededores del castillo. Tenía la seguridad que Simona no pasaría la noche en el interior. Ya la concia, tanto observarla sabía cómo actuaba, y aparte, también usando un poco sus poderes para que se le ocurriera ir por la noche a la cueva marina.

La esperaba con su traje y vestimenta habitual. Apoyado por su espalda en la pared. Sacó un mechero zipo de importación. Lo abría y cerraba sin parar, escuchando su sonido caracteristico. Saco un cigarro y lo prendió llevándoselo a la boca. No tardaría mucho en llegar. Era hora de presentarse y de conocerse. Doscientos veinte años esperando este dia, La joven Simona había madurado, estaba preparada y se encontraba en plenas condiciones de tener el demonio a su lado – y de que el la usara a su antojo – Le quedaba un año de vida a los dos, o eso parecía.

Pasos. Pasos torpes se escuchaba. La joven se acercaba con poca soltura a la cueva marina. Caminaba sumida en sus pensamientos y deseos olvidándose por completo de donde se encontraba. Se cayó, se levantó y repitió el proceso dos veces más. ¡Joder! Más de doscientos años esperándola y es la más torpe de su descendencia, debe de ser frustrante para el demonio que no le daba ninguna importancia. La suerte no iba con Baal, la anterior era una inútil y ahora Simona parecía torpe… ¿Irían las generaciones siendo más torpes hasta desquiciarlo? No, no creo que eso fuera así. Baal se limitó a mirarla. Ni siquiera se había dado cuenta que la observaban con detenimiento. Jugaba con el agua, disfrutando de ella hasta que por fin se dio cuenta.

Se mordió el labio, la rabia acumulada le hizo sangrar. No parecía gustarle lo que veía y sus palabras estaban llenas de odio, llenas de ganas por tener una vida normal. Como sí le fuera posible… iba a estallar, sus lágrimas brotarían pero las aguantaba. Hacía gala a su larga decencia familiar. Baal tiró su cigarro al agua –así se apagaba y los humanos no se quejaban de incendios provocados – le dedicó una sonrisa a la joven buscando el contacto con sus ojos. Sí iba a hablar con ella, prefería verle los ojos. Tenía sus manías, nada preocupante.

– Esperaba algo más. Doscientos veinte años esperándote para este recibimiento. Al menos, me has reconocido y me has ahorrado las presentaciones. Como si no me conocieras lo suficiente ya… - Baal salió de las sombras que le proporcionaba la pared de la cueva, y avanzó hacía ella sin preocupaciones. – Tienes que tener más cuidado con el suelo que pisas, te vas a hacer daño, y ninguno de los dos quiere que pase eso, ¿verdad? - No necesitaba su respuesta. La tenía clara.

No tardó mucho en llegar hasta ella, en colocarse frente a Simona. Sus dedos recorrían la mejilla de la chica, deslizándose hacia abajo sin perder la vista de su cuerpo. – Pensé que te alegrarías al verme, al igual que disfrutas con tus poderes cuando vas de un lado para otro. Esta ciudad es bonita, deberías quedarte por aquí. Estoy harto de tener que ir de hotel en hotel sin parar. No puedes escapar, estamos unidos por algo que nunca entenderías. - La mano de Baal dejo la mejilla de Simona pero no su cuerpo. Acaricio sus brazos, luego su cuerpo hasta parar en su cintura, agarrándola. Sus labios se acercaron a ella, más en concreto a su oído donde le susurró. - Si te portas bien, ninguno tiene que morir esta vez. Tu predecesora no era más fuerte que yo. -