Nightfall Castle
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El Palacio de Fuego [Privado]

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El Palacio de Fuego [Privado] - Página 2 Empty El Palacio de Fuego [Privado]

Mensaje por Invitado Jue 22 Abr - 14:24:26

Recuerdo del primer mensaje :

El Palacio de Fuego estaba tallado con piedras preciosas de ardientes brillos. El suelo era de ágata y cornalina, con juegos marmóreos cambiantes y vivos, un suelo tan impoluto como el cristal, que ardía sin quemar ni consumirse. La apariencia era tan magnífica e irradiaba un inmenso poder con tan solo posar la mirada en las columnas que se erigían como un gigante aplastante…justo como me sentía en estos momentos, aplastado, derrotado, vacío, una marioneta que era guiado por los designios del Destino…las ganas de continuar existiendo eran consumidas por el fuego crepitante de los ríos del Infierno, sumergiéndome en un laberinto sin salida… mi alma inmortal era absorbida por un dragón lanzallamas sin reparo alguno y el corazón que había dejado de latir desde que había muerto como humano ahora estaba siendo arrancado de raíz, cediendo sin impedimentos, dejando solo un lugar hueco en el pecho envuelto en caos, destrucción y dolor …

Mi espalda hizo contacto con algo sólido…finalmente algo de donde sostenerme…forzaba a mi cuerpo a mantenerse consciente…obligándole a tragarse todo el dolor del que había sido causante…tenía que convivir con las imágenes que se repetían en mi mente…las que atestiguaban la felicidad que había destrozado sin repudio alguno…

Dejé escapar una carcajada lleno de dolor y odio. ¿Todo en mi vida se reducía a esto? Clavé la mirada en la pared que se encontraba frente a mí, perdiéndome en los intrincados símbolos que se lograban apreciar sin esfuerzo alguno. La pared que me sostenía (ahora lo comprendía) permitía que mi espalda resbalara para caer sentado y con las rodillas dobladas en el suelo. Con la mano empuñada di un golpe con fuerza producto del dolor que ya no lograba hacer salir de dentro de mí, notando con indiferencia como los huesos sonaban con un pequeño crack al romperse. Alcé la mano para dar otro golpe al sueño marmóreo cuando escuché un suave jadeo…tan ligero que lo más probable era que se tratara producto de mi imaginación…de mi único deseo que era escucharle de nuevo.

Coloqué las palmas sobre el suelo y al aplicar fuerza sobre éstas para levantar mi cuerpo, el dolor de los huesos que estaban fuera de su lugar, me hizo flaquear y ceder de nuevo. Después del segundo intento, logré acercarme al cuerpo inerte de Anastasia…sus cabellos como el ébano estaban esparcidos sobre la almohada contrastando con la tonalidad blanca de la funda de éste…su cuerpo estaba cubierto por una fina bata blanca que le daba la apariencia de estar serena, en paz y…durmiendo…la herida en su pecho había cicatrizado desde que habíamos cruzado el portal…era una lástima que no pudiese sanar así las heridas en mi pecho… Falsa alarma Centenares de veces, en los últimas fracciones de minutos mi mente me engañaba haciéndome creer que sus labios emitían sonido alguno. Caí de rodillas a un lado de la cama donde estaba ella y tras limpiar la mano sobre mi pantalón, tomé la suya entre la mía, entrelazando nuestros dedos. Despierta, princesa.

Un ruido extraño me hizo girar el rostro hacia las enormes puertas que se mantenían cerradas y custodiadas por dos demonios. Si alguien más osaba entrar para perturbar el espacio de Anastasia, cruzar palabras sería lo último en mi lista…


Última edición por Patrick Sinclair el Vie 23 Abr - 2:01:58, editado 1 vez
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El Palacio de Fuego [Privado] - Página 2 Empty Re: El Palacio de Fuego [Privado]

Mensaje por Invitado Dom 25 Abr - 22:14:14

Sostuve a Patrick con fuerza por el brazo hasta sacarlo del maldito Bosque de las Penumbras, haciendo que casi tropezara aunque en realidad deseaba golpearlo por el modo en que me había hablado en ese lugar. ¿Por qué se refería a sí mismo en tercera persona? ¿Acaso estaba demente? ¿Más de lo que ya estaba? ¿Más que yo? Bien, esa pregunta era casi imposible ya que las voces no podrían decirme algo que yo ya no supiera ya. ¿Qué deseaba asesinar a todo mundo? Si, bienvenido a un día en la vida de Baltazar D`Baal, el renegado social que se había graduado con honores en la UMANI (Universidad de Maniáticos y Asesinos del Norte del Infierno). ¿Qué pensaba que Patrick era un traidor? Sí, pero no directamente, tal vez lo habría hecho para proteger a mi hermana de una verdad que le dolería más que una mentira. Pero como dicen “Las mentiras y secretos oscuros tienen un corto camino”, Y aquí en el Inframundo, serás una presa fácil si no te liberas de todo lo que te carcome por dentro…

No tuve el valor de darle la cara después de aquellas breves palabras que no sabía si había sido un gruñido o producto de mi obstinación por sentir el peso de la mirada del pajarraco desde lo alto. Me detuve repentinamente cuando el camino de niebla culmino, alzando la mirada para vislumbrar el Abismo de las Sombras que debíamos atravesar para llegar a nuestro destino. Patrick… Todas tus decisiones repercuten en tu vida de una u otra manera… Hice una pausa recordando el modo en que yo también había fallado una vez en la batalla contra la muerte por causa de…

Baje la mirada hacia la profundidad del abismo donde el oleaje de lava ardiente amenazaba con desaparecer nuestro único medio para atravesar aquel gran cañón infernal que parecía tan frágil y movedizo como las arenas del tiempo que corrían en nuestra contra Las mujeres son tan hermosas y delicadas como la imagen de una deidad, tan inmaculadas, tan frágiles, pero tan feroces como los dioses mas tiranos y dictatoriales… Si las adoramos y protegemos de todo, se molestan… Pero si las exponemos a un pasado que les causara molestia, se molestaran igualmente… ¿Quién demonios las entiende? No podemos comprenderlas, pero tampoco podemos vivir sin ellas… Negué con la cabeza ante el sarcasmo que implementaba con aquellas frases que expresaban mi sinceridad.

Háblame de esa Amber… Noto el brillo de mi mirada que solo buscaba distraerlo de la verdadera amenaza de que el puente no soporte de nuestro peso, por lo que desenfunde mi daga y comencé a cortar los amarres que soportaban el peso del puente en este extremo ¿Que fue de ustedes? ¿Por qué se separaron? ¿Vino a tu encuentro en el NightFall? ¿Tiene bonito trasero? Anude el extremo que había cortado de la cuerda mientras mis ojos vigilaban los movimientos de la maldita ave que estaba observándonos desde los arbustos. Es hora de que Patrick salte al abismo!

Le cedí las cuerdas que había moldeado como una liana para que se lanzara a través de ellas y luego ascendiera por los peldaños al otro extremo. Mis ojos se desorbitaron como un maniático cuando él noto que me refería a Patrick en tercera persona como burla de lo que antes mencionaba en el bosque No creas que olvido que estas demente… Tal vez tu amigo imaginario se quiera quedar de este lado mientras “Patrick” se arroja por los aires hasta impactar contra el muro y subir como pueda por los escalafones de madera… Si caes, será mala suerte… Si no eres cuidadoso y tu cabeza da directamente contra la roca, es MUY mala suerte… Pero si te sueltas, lo siento, eres un idiota… Me cruce de brazos aguardando a su reacción con mi nueva maldita sonrisa de “dime algo y te rompo el cuello “hermano”…
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El Palacio de Fuego [Privado] - Página 2 Empty Re: El Palacio de Fuego [Privado]

Mensaje por Invitado Lun 26 Abr - 2:15:39

Una actitud filosófica no era lo que esperaba por parte de Baltazar, un demonio que era conocido por sus acciones premeditadas antes de detenerse a escuchar el meollo de una situación ante el peligro de los suyos, en este caso, de su única hermana. Pero… ¿qué esperaba en realidad? Con cada minuto que pasaba a su lado, lograba vislumbrar al verdadero Duque o todo era solo ¿patrañas? La voz de Arthur solo atizó más en las llamaradas de dudas que se arremolinaban en mi interior.

Toda la vida me había mantenido aislado sin confiar en nada ni en nadie que no fuera yo mismo, pero las cosas habían cambiado, evolucionado… El mar era alterado por sus olas, el día por la noche, el ser humano por el tiempo. Nada se mantenía estable… Acepté la ayuda de Baltazar sin dudarlo porque confiaba en que él, aún si yo no lograba hacerlo, se hiciera con el alma de Anastasia. Esa era la única razón de nuestra travesía y no importaba cómo pero ella volvería a la vida.

Repercuten de un modo tan impropio e inespera… Me detuve abruptamente al ver que nuestro sendero había llegado a su fin. La maldita “calma” de la que habíamos hecho disfrute se cobraba con manía y en forma de interior de un volcán las horas que habíamos pasado sin hacer nada más que caminar y…caminar. Asentí con convicción, deteniéndome a… ¡maldita sea! No había tiempo para éstas chácharas, ¿Cómo podía estar tan…como si nada? ¿El Duque de verdad estaba loco? Seguramente, dado que eran cientos los demonios que hablaban a sus espaldas; los había escuchado en mi primer día atendiendo las órdenes de Moroni. Pero...también se hablaba sobre el Rey...

El puente que unía el camino frente a nosotros no soportaría mi peso y mucho menos el de ambos. Honestamente, hablar de Amber es lo último que deseo hacer si mi vida termina entre esas profundidades. Me acerqué a la orilla para observar la profundes… ¿Dónde se encontraba Anastasia? ¿Estaría bien? Una carcajada proveniente del sarcasmo (¿El Duque estaba contagiándome con su tanda de sarcasmo?) escapó sin poder contenerla ni un segundo más mientras tomaba la cuerda. Al puro estilo Tarzán, ¿eh? La enrollé fuertemente sobre mi mano, halándola un poco en un inútil intento por medir que tanto podría aguantar.

La demencia mi querido Baltazar, parece que es contagiosa. Sonreí con sarcasmo, conforme daba unos pasos hacia atrás para buscar impulso. No hay nada de qué preocuparse entonces, la mala suerte siempre ha sido mi acompañante; la idiotez se ha quedado entre esas ánimas y dudo mucho que mi amigo imaginario se quede de este lado, le gustan mis experiencias y siempre aclamaba como una porrista por más… Observé una última vez mi objetivo. Pasar esta "prueba" (si podía llamársele de un modo)nos ponía un paso más cerca de ella. Siempre me gustaron las emociones fuertes. Recuérdame hacer esto más seguido. Nos vemos del otro lado, procura hacerlo bien. Ofrecí una mueca que era lo más parecido a una sonrisa sincera dada la magnitud de nuestro problema, dejándome caer al vacío. ¿Qué cosas nos deparaba este viaje? Los primeros obstáculos no calificaban como sencillos y era solo el comienzo, ¿Qué otras sorpresas aguardaban en el Inframundo? Mejor aún…¿Baltazar y yo saldríamos victoriosos?

Lamentaba que él se viera envuelto en esta situación. Conforme cruzaba a máxima velocidad, recordé el viaje a Paris y de inmediato vino a mi mente Mariana. Tan egoísta de mi parte, no había pensado en que él estaba a punto de casarse...parecía tan injusto...pero, ¿cuándo las cosas lo eran?

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Mensaje por Invitado Lun 26 Abr - 17:54:56

Mi sentido posesivo estaba tocando los límites de mi propio destino, hasta que al tenerla entre mis brazos, mis ojos abandonaron aquel tono oscuro y sombrío para adoptar su color azul natural. A tan solo centímetros de su hermoso rostro, observe fijamente cada uno de sus finos gestos que no indicaban alguna señal de vida por su parte, lo cual me había sumergido en una triste agonía de tenerla únicamente de este modo para después tener que entregarla a los brazos de Patrick Sinclair. ¿Era parte de nuestra naturaleza cometer error tras error sin darnos cuenta? No, un traspié de este tipo, podía tener consecuencias fatales como las de ahora.

La deje con delicadeza una vez más sobre la cama, llevando mis manos impregnadas con su aroma directo hacia mi rostro profano, que con cada segundo que transcurría, deseaba perderse en cada curvatura de su cuerpo. Seguidamente, una idea aberrada cruzo por mis pensamientos con el único propósito de salvarla de los peligros que concurrían en el Tártaro, aunque como antes había mencionado, esto podía tener serias consecuencias. Cerré los ojos tomando una inhalación profunda, mientras mi cuerpo comenzaba a cambiar de forma para tomar una que no me pertenecía. –Anastasia… La llame con una voz de ultratumba al mismo tiempo que mis ojos cambiaban a un color verdoso y mi apariencia tomaba la forma de su esposo, Patrick. Lleve una de mis manos a su rostro, inyectándole una mayor dosis de energía para adentrarme en su mente y llegar a ese límite que no podía cruzarse… Llegaría hasta donde su esencia me guiara…

La sentía ahogada, oprimida, desesperada… Como si cadenas vejaran sus manos y estuviera sumergida bajo metros y metros de agua oscura… Miles de ánimas la acosaban y tocaban con sus impuras manos el cuerpo de mi Reina, conduciéndola a un abismo sombrío y tenebroso en las profundidades de… -NO! Dije en un tono grave y oscuro, materializando mi energía hacia ese lugar para recubrir su escancia con la mía y hacerla emerger de inmediato. –Tú no puedes morir en este lugar… Aunque yo no esté contigo nunca más, deberás vivir!

-Vamos Anastasia… despierta… Piensa en tus hijos… Hazlo por ellos… Complete de una manera casi irracional o irreflexiva, ya que en el Palacio, ella no podría verme o tan solo escuchar mi voz… O en este caso, la voz de Patrick… En este lado de la realidad, reanime su cuerpo, exhalando una bocanada de aire a través de sus labios para que llegara a sus pulmones, hasta que escuche que tosía irregularmente en el otro lado del rio Aqueronte. Sentí como mi cuerpo se desvanecía en el aire toxico del mundo de los muertos, y mi esencia volvió a mi verdadera forma… Caí a su lado un poco debilitado por aquel acontecimiento, y solo me abrace a su cuerpo, que no había conseguido ningún cambio desde entonces.
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El Palacio de Fuego [Privado] - Página 2 Empty El Barquero de las Almas Perdidas

Mensaje por Invitado Lun 26 Abr - 20:40:58

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Repentinamente, unas manos blanquecinas u fantasmales se aferraron a mi cabello y me halaron con toda fuerza hacia el agua, causando que me hundiera en aquella impasible superficie oscura, en medio de una algarabía de chapoteos y salpicadas por doquier. Comencé a luchar con fiereza al sentir que miles de espectros se acercaban hacia mí y halaban mis cadenas hacia el fondo del río oscuro, arrastrando mi cuerpo como su careciera de cualquier peso a través del inexistente oleaje de ese lugar. El poco oxigeno que había tomado, se escapaba de mis pulmones en difusas burbujas que compactaban mis gritos ahogados e inaudibles, mientras contorsionaba mi propio cuerpo, para intentar nada hacia la superficie.

Parpadee un par de veces, al sentir que miles de manos sujetaban mi cuerpo desde todos los ángulos mientras me dirigían hacia la profundidad, hasta que al frente de mi, un anima luminosa nadaba acompasada justo hacia mi dirección –“Anastasia…” Escuche como esa voz melodiosa aclamaba mi nombre a lo lejos, viendo como su imagen infantil me era cada vez más cercana. Era aquel niño… Aquel infante hermoso que me había atraído hacia el agua… Colocaba sus manos acunando mi rostro mientras mi cabello danzaba por la velocidad con la que era ahogada en el fondo –“No puedes morir…” Dijo una vez más aquella voz mientras mis parpados se volvían pesados y la carencia de aire causaba una fuerte opresión en mi pecho.

Vi como el niño comenzaba a diluirse entre los matices oscuros del rio y cobraba una nueva forma alusiva a lo que pensé seria una alucinación… -“Patrick… Ayúdame… Por favor…” Trate de alzar mi mano con desesperación hacia él para tratar de alcanzarlo, pero la fuerte opresión de las animas me impidió mover tan solo un musculo, solo podía valerme de la voz que resonaba desde mi mente. La figura que representaba a Patrick, negó un par de veces con la cabeza y dedicándome una fija mirada comenzó a hablar –“Aunque yo no esté contigo, nunca más… Debes vivir…” Ladee mi cabeza con plena confusión ante lo que estaba escuchando… Debía ser una de estas ánimas malignas jugando con mi mente… Solo eso podía ser… Solo eso debía ser…

Cerré mis ojos con fuerza, rehusándome a observar fijamente a los ojos a este ente sombrío, que insistía en ser atendido al tomar con más fuerza mi rostro –“Voy a sacarte de aquí, pero después de esto, no quiero volver a saber nada mas de ti, Anastasia…” Aquella imagen se aparto de mi vista, dando paso a una escena que no era real para aquel acontecimiento que ahora procedía a matarme… No, había peores muertes que la física… La muerte del alma, era algo mucho peor… Algo que ya había experimentado tras su partida…

Frente a mis ojos, apareció una serie de imágenes que provenían de la laguna del NightFall, donde se encontraba Patrick con una hermosa mujer en medio de un singular beso apasionado que indicaba un juego previo antes de –No! Exclame en un nuevo intento por liberarme desde mi mente, pero Patrick se posiciono atrás de mi y sujeto mi rostro con ambas manos para doblegar mi voluntad y obligarme a admirar los hechos que me habían traído hasta éste punto. Patrick deslizaba sus manos a través de su cintura y alzaba su camisa al mismo tiempo que prodigaba besos cálidos en el cuello de la mujer que suspiraba como manifestación de su deseo. Desde este punto, podía vislumbrar como el cuerpo de mi esposo se tensaba y contraía con cada fricción que ejercía con aquella mujer, su lengua penetraba su boca hasta que sus filosos colmillos se asomaron y acariciaron el arco de su cuello por donde transcurría su vena. Trate de emitir un fuerte grito ante aquellas imágenes que abrían una brecha en medio de mi corazón ya fallecido…

La ultima burbuja de aire que recelosamente mi cuerpo resguardaba como el escaso motor que me mantenía consciente, fue expulsado de entre mis labios y comenzó a nadar lentamente hacia la superficie sin ser detenida. Mis ojos se cerraron por efecto de la debilidad y el dolor mezclado con la opresión de falta de oxigeno. Alce mi mano en un último esfuerzo por tocar su hermoso rostro, pero solo el agua aplaco y asesino la vida de aquella caricia que murió entre mis dedos. Mi cuerpo seguidamente comenzo a ser cubierto por un brillo espectral, que reaccionó como un gélido arrullo que consolaba la penumbra que ahora residía en mi alma.

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El Palacio de Fuego [Privado] - Página 2 Empty Re: El Palacio de Fuego [Privado]

Mensaje por Invitado Lun 26 Abr - 20:56:53

Mantenía mis brazos cruzados mientras con una mirada desafiante incitaba a mi colega a saltar al vacío, lo que no me esperaba, es que fuera un maldito maniático que usaría de burla aquel monumental riesgo que solo estando ebrio y desequilibrado mentalmente podía atreverse a realizar. Lleve mis manos hacia mi bolsillo para sacar un cigarrillo con toda serenidad mientras él retrocedía con la cuerda bien atada sobre sus manos Estas listo para saltar, Rey de la Selva? Dije sosteniendo el cigarro en la boca y encendía un cerillo para activar mi humeante vicio. Pero en mis múltiples años de excentricidad e ideas tan retorcidas, nunca había visto tal estilo para saltar al suicidio, como la de este bastardo Por los testículos de Hades! Concrete con los ojos desorbitados cuando había sobrevolado por las alturas el abismo y había amortiguado el impacto contra la muralla de piedra con sus piernas.Corriste con suerte porrista! Le grite desde este extremo del acantilado mientras me acercaba a la otra cuerda que estaba atada a una estaca clavada al suelo.

Di una calada profunda en mi cigarro y pensé en lo que diría Mariana en un momento como éste: “Estas loco de remate…” “Vas a terminar haciendo que te maten” “¿Qué clase de diversión consigues con cosas como ésta?” Pero desde aquel día, en que la había visto apuñalar brutalmente a un pavo cocido durante una cena en la casa de Anastasia, me había enamorado de aquella mujer que despertaba cualquier clase de sentimientos en mi bizarro corazón. Incluso, no olvidaba aquella vez en que casi me mata con uno de sus “experimentos” culinarios al intentar preparar un pastel, donde no se había percatado de que había encendido el gas, pero no había accionado la chispa del horno… Ella no contaba que yo llegaría fumando y lo abriría para encontrarme con las mismas llamas del infierno cantando “Happy Birthday” en mi rostro.

Sonreí flamantemente en mi delirio al escuchar el graznido del ave infernal atrás de mi espalda como una señal maldita de lo que debía hacer. Eche un vistazo hacia Patrick que subía a través de los escalafones y casi llegaba a la cima, mientras mi inusual transporte aguardaba en su plumaje negro atrás de mí. La punta de mi cigarrillo brillo al rojo vivo cuando una de mis manos paso por encima de mi cabeza rapada y giro en dirección al ave No eres una limosina pero me conformo contigo… Creo que el pajarraco quiere jugar con el Duque ¿eh? Mis dientes se mostraron relucientes ante un gruñido renuente del pájaro, que se mostraba amenazante ante mí, por lo que tuve que desenfundar una de mis dagas y comenzar a rodearla con varios círculos.

El bastardo demonio plumífero me ataco repentinamente, mordiendo la mano que sostenía el cigarro y arrojándome contra los arbustos… Caí sobre mi espalda al ser arrastrado varios metros en el suelo, y al ver mi mano herida y sin el objeto de mi vicio, lo mire con furia mientras le escupía una a una las palabras con desprecio Metete conmigo… Metete con mi familia… Metete con mi novia… PERO NO TE ATREVAS A JODER CON MIS CIGARROS!!! La última frase la expectore con una ira que sobrepasaba los límites de mi propia locura, por lo que me abalance sobre el cuello de la maldita bestia que gruñía y aleteaba violentamente ante mi sujeción.

Minutos después, Patrick había llegado finalmente a la cima del otro lado del muro de piedra, mientras del lado opuesto, yo había logrado montar al ave hasta que comenzó en su vuelo frenético en dirección a Patrick. En mi rostro se pasmo una sonrisa retorcida que solo puedes llevar cuando, o estás muy enfermo o cuando eres muy lunático, pero en mi caso, estaba orgulloso por lograr fácilmente montar al pajarraco y comerme la distancia, aunque después, una turbulencia del ave interrumpió mi diversión Genial, me toca un aterrizaje forzoso. Me dije a mi mismo cuando la maldita cosa comenzó a luchar contra mi peso y dio algunas volteretas en el aire cuando aun, ni llegábamos a cruzar el centro del abismo. Juro que apenas llegue, voy a matarte y a guisarte! Le grite al aferrarme de su cabezota mientras ella contorsionaba su cuerpo y comenzaba a sacudirse para deshacerse de mí. La cosa grazno como si se burlara de lo que decía (lo que me pareció divertido en cierto modo), a la vez, que ascendía hacia el oscuro cielo para después bajar en picada hacia el suelo. Cerré los ojos con fuerza al mismo tiempo que aguardaba impaciente por el impacto, pero el ave o era muy estúpida o muy astuta, ya que a escasos metros del suelo, hizo una vuelta de 360 grados que logro derrumbarme hasta hacerme caer de espaldas contra el suelo.

Creo que me fracture algo… Dije recobrando el aliento frente a los ojos desorbitados de Patrick que parecía nunca haber tenido a alguno de esos amigos a los que solían llamar “la mala influencia”, pero antes de que el bastardo de mi cuñado pudiera realizar alguna broma alusiva a ello, el ave regreso aterrizando sobre sus pesuñas en el suelo, abrió sus alas y mostro sus filosos dientes en forma amenazadora, corriendo directamente hacia mí… Me arrastre sobre mi trasero por el arenoso suelo, cuando vi muy de cerca sus colmillos clavados entre mis piernas a milímetros de mi masculinidad Maldito! Con eso no jodas tampoco! Audazmente (o por mero golpe de suerte…) le propine una patada en la frente y el ave voló lejos de nosotros nuevamente, posándose en un árbol a varios metros de nosotros. Con la respiración entrecortada y los ojos como platos, eleve mi puño y extendí mi dedo medio en todo su esplendor al demonio con plumas que no me quitaba la vista de encima.
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Mensaje por Invitado Lun 26 Abr - 23:20:42

O las ánimas se habían llevado la milésima parte de cordura que mantenía el Gran Duque o misteriosamente no sabía qué significaba porque él era de los que creían que cordura era el nombre de una persona; o quizás ya éramos un par de locos caminando por inercia y diciéndole a todo que ¿sí?. Tenía que recordarle más a menudo que esto NO era un videojuego que se reiniciaría al terminar con la vida de sus “protagonistas”. Esto era la vida real, pero difícilmente podía arruinar estos momentos que al menos lograban mitigar el dolor y la culpa. ¿Qué estaría haciendo Moroni? Sabía que él no le dejaría desfallecer, pero…Apreté el amarre de la cuerda con más fuerza hasta que los nudillos quedaron blancos por la presión y la piel comenzó a resquebrajarse…

Las palabras que Baltazar gritó desde el otro extremo hicieron que estallara en una breve carcajada que murió en el instante en que sentí las llamas rozándome el trasero. En esa misma fracción de segundo la cuerda pareció ceder un poco. Mi mirada viajó a la velocidad de la luz e incluso más (aunque los científicos clasificarían esa teoría como estupidez) del sostén de la cuerda en el otro muro que era mi objetivo, a mi objetivo número dos (la profunda e hipnotizante lava) de no cruzar a tiempo de que ésta cediera ante el pesor. Justo cuando levantaba la vista de nuevo, me encontré con que el muro ya estaba tan cerca y actuando de improvisto, mis pies sirvieron como barrera y punto de apoyo. Sacudí mi cabeza aceptando que cualquier chiste que corriera por mi boca sería utilizado en mi contra. Porrista, resoplé con una leve nota de diversión.

Después de forcejear un poco logré hacerme con el primer escalafón y me detuve para apreciar la caída tarzánica de Baltazar con la única intención de devolverle su sarcasmo. ¿Comenzaba a contagiarme y apenas llevábamos el comienzo a nuestro destino? ¿Qué sería a mitad del mismo? ¿Terminaría tan loco y actuando descabelladamente como mi compañero? O ¿Era el calor Infernal que sentía? Y ¿Qué diablos hacía al jugar con el ave que nos perseguía y funcionaba como un maldito GPRS?

Subí otro escalafón mirando con incredulidad la absurda pelea de Baltazar. Bueno…al menos peleaba con todas sus fuerzas y nunca se daba por vencido; eso ya era digno de admirar. Creía que el hombre que libraba batalla conmigo solo era un demente, pero…observándolo mejor, ese era un punto a su favor. No me di cuenta que estaba sumido en los movimientos del pajarraco y El Duque que lo montaba como un lindo caballito de feria hasta que mis pies no encontraron ningún escalafón. No olvides que eres mi maldita guía. De acuerdo, no era momento para reírse y aunque la preocupación teñía mi frente, a mi mente vino el juego del toro mecánico…en cualquier momento me quedaría sin compañero, sin guía y perdidamente solo.

Bastardo con suerte...Sacudí mi cabeza…Los Dioses seguro se divertían con este demonio que le ayudaban a último segundo. Una carcajada vacía, pero al fin de cuentas, carcajada; estalló cuando el pajarraco fue en su búsqueda. De acuerdo, ¿quién lleva los pantalones en esta relación? La mirada letal de Baltazar dejaba de ser escalofriante cuando tenía al ave entre las piernas. Sin apartar la mirada de las alas del pajarraco que en cualquier momento podría elevarse para atacar de nuevo, me acerqué a Baal para ayudarle a levantar. Halé con fuerza su mano ignorando su leve siseo. ¿Qué diablos te pasa? ¿Qué si caías? No conozco estos laberintos, así que dependo de ti en su mayoría. Dibújame un maldito mapa para que me sirva de guía la próxima vez que quieras montarte a esa jodida ave. Sonaba peor que una madre, pero lejos de la diversión que su acto heroico provocaba, Anastasia seguía apareciendo en mi mente…
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Mensaje por Invitado Mar 27 Abr - 0:23:33

Mi energía lentamente era consumida por aquella alucinación que llevaba a cabo en la mente de mi amada Reina, para al menos sembrar aquella pequeña semilla de la discordia que podría inclinar este acontecimiento desastroso en algo productivo para mí. Era partidario de que con el estimulo correcto, la mayoría de las personas actuaban de una forma aceptable cuando yo aportaba mi disimulada intervención. El laberinto en la cabeza de Anastasia no solo me advertía de su conducta impredecible, sino también, de las múltiples razones que tenía para mantenerla con vida… La odiaba por preferir a uno de nuestros súbditos antes que a mí, pero la amaba con locura por tantos años de devoción en los cuales podía contar con ella incondicionalmente. Era una gran Reina, adorada por los demonios, pero a la vez tan deseada que no titubearían para formar una horda y poseer su cuerpo que muchas veces yo soñaba que estaba en mi lecho… Ella era un peligro… para mí… para mi trono… para mi descendencia…

Un par de malas palabras en la antigua lengua fueron proferidas como maldiciones desde mi boca cuando un sirviente ingreso sin mi permiso al dormitorio, portando una bandeja de plata que sostenía mi copa de oro rebosaba con mi licor narcótico favorito que normalmente me ayudaba a mitigar mis instintos en momentos de tensión como éste. Pero ahora, no quería desvanecer ningún pensamiento o acción, estaba más que decidido a llevar a cabo mi plan fuera el costo que sea!

Ya las fichas del tablero de ajedrez demoniaco estaba puesto en marcha, y con cada movimiento, se volvía mas escasa la posibilidad de que Anastasia volviera con vida… Sin embargo… ¿Qué sería mejor? ¿Qué permaneciera en el limbo de los muertos donde podría poseerla y tenerla como mi concubina? O ¿Traerla de vuelta a la vida y que continuara ejerciendo su libre albedrio junto a ese canalla que la había puesto al filo de la muerte? Alce la mirada apenas el sirviente se había retirado, y con toda fuerza arroje aquel licor sobre el suelo y la copa corrió con la misma suerte a través del arco de una de las ventanas. Desde mi posición, la observe fijamente -¿Qué se supone que debo hacer? Me pregunte con una vaga curiosidad por el conocimiento de ambas posibilidades.

Comencé a caminar por los extremos de la habitación, hasta que solo resonaban los ruidos de mis pasos y las voces que atormentaban mi mente, pero, finalmente el curso de mis pensamientos se vio interrumpido por mi propio reflejo en el espejo. Aquel hombre que me observaba desde el vidrio era un monarca, uno que con solo una mirada llena de soberbia, podría demostrarte su gran poder, uno que no titubeaba jamás, y que con alzar su voz, cualquier argumento de su boca seria escuchado hasta en el mismo Olimpo. Uno que su espada no se desvanecía trémula entre las sombras y que haría temblar al mismo dios de los cielos. –A tu lado me siento débil… Dije con una voz grave emitida entre dientes que enmarcaban una sonrisa falsa e irónica. -Solo soy un hombre! Me conviertes en un simple mortal, con temores, sueños, delirios y deseos…! El timbre de mi voz poco a poco fue aumentando hasta que solo eran voces de mi alma que aclamaban su atención.

Me moví nerviosamente de mi lugar, tratando de evadir la mirada brillante y casi blanquecina de aquel hombre de reflejo que comenzaba a consolarse en los brazos de su amada locura, caí de rodillas a un lado de la cama y acune su rostro entre mis manos temblorosas y llenas de ira – ¿Es que acaso no lo entiendes? Mi voz volvía a ser un susurro mientras mi mirada divagarte se perdía en su cabello y me dejaba embriagar por su olor –No entiendes que prefiero verte muerta a que seas de otro hombre! Con mi mano libre, comencé a desenfundar mi daga negra y la alce en un rápido movimiento sobre su cuerpo, empuñándola en el aire, lista para bajar ante la gravedad y la voluntad de mis pensamientos…
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El Palacio de Fuego [Privado] - Página 2 Empty El Barquero de las Almas Perdidas

Mensaje por Invitado Mar 27 Abr - 2:19:25

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Todo estaba tan pacifico e inmaculadamente sereno, no podía escuchar o sentir alguna perturbación externa que incitara a la violencia de mis reacciones o a la depresión de mis sentidos en aquella penumbra en la que comenzaba a profundizar en el fondo del Río Aqueronte. Mis ojos bajaron su apacible mirada al borde de mi vestido que danzaba al compás del agua, a mi cabello que dibujaba varios círculos alrededor de mi rostro y a mis manos y piernas que estaban inertes ante la parálisis que estaba sometida en aquel lugar. Misteriosamente, las ánimas habían desaparecido, e incluso, la imagen de Patrick también se había borrado frente a mis ojos en un parpadeo. Ahora solo quedaba yo en ese lugar, flotando y sucumbiendo como una muñeca de trapo inservible de la que nadie se tomaría la molestia de tan solo recordar.

Escuché el lento declive de los latidos de mi corazón retumbando en mis tímpanos… Cada vez más acompasado… Más tranquilo… Más lento… Hasta que dos últimos sonidos como los de un lejano tambor, marcaron el limite donde debía entregarme al sueño eterno o la penumbra. Algo extraño aconteció luego cuando cerré mis ojos… Simplemente no sucedía nada! Una gran y plena nada… Solo estaba allí sumergida sin sufrir alteración alguna, no escuchaba los latidos de mi corazón o incluso lograba recobrar las pocas fuerzas que me quedaban para abrir los parpados y vislumbrar lo que sea a mi alrededor… Nada… Como aquella vez en que me había desesperado de ésta misma situación cuando estaba en la tumba intemporal, un sueño inducido disfrazado de muerte, eso era lo que sucedía ahora.

Súbitamente una punzada atravesó mi pecho como una daga filosa que volvía a arrancar mi esencia, después de esa, otra más intensa se abrió paso en el dolor que abrió una brecha sangrienta que marco la pauta de mi viaje hacia el territorio de los muertos. Una extraña convulsión comenzó a manifestarse desde mi estomago hacia mi boca, como si tratara de expulsar litros y litros de… ¿Agua? Comencé a sentir una superficie rígida bajo mi cuerpo y una fuerza ajena a la mía me colocaba de lado mientras vomitaba y dejaba salir todo el contenido en mi interior… El dolor, se debía a que Caronte estaba presionando mi esternón con la punta de su báculo para hacerme reaccionar, y me había puesto de lado, para no vomitarnos en mi intento desesperado por recobrar el aliento –“Te lo dije, maldita sea” Su voz comenzaba a hacerse más alta y sonaba como un estruendo por toda la cueva –“Te advierto que no te asomes por la cubierta ¿Y qué es lo que haces? Vas y te entregas como una amante a las animas de este rio… ¿Acaso te imaginas lo que Hades me haría si te dejo allí?” Continuó parloteando como un viejo cuervo desesperado azotando su báculo contra la madera del viejo barco.

Con toda sinceridad, no le prestaba atención, estaba enfocada en el ardor de mi garganta y en acompasar mi respiración acelerada que era dolorosa cada vez que se abría paso por mi nariz y mi boca. ¿La ilusión de Patrick en el fondo del rio era producto de mi imaginación o realmente era real? Sus palabras sonaron tan vividas, y aquellas imágenes que parecían la continuación de lo que no había visto en su mente me demostraban que no solo se trataba de mi poderosamente tratando de tenderme una trampa en este juego contra el reloj… ¿Pero por qué me pediría que viviera si él ya no deseaba verme nunca más?

Mis interrogantes fueron interrumpidas, cuando mi mirada descansaba perdida en la cúpula de la cueva que sostenía aquellas terroríficas estalactitas de piedra y Caronte se interpuso con aquella vista para decir algo que jamás se borraría de mi mente –“¿Por qué no te resignas, mujer? Sufres demasiado por un bastardo que te entrego a mis manos sin titubear… ¿Acaso no puedes conformarte con lo que tendrás? ¿O no te entusiasma saber que Maximiliano Brickman te espera del otro lado de la costa? Después de todo, el parecido es increíble… Pero el que te ha esperado durante todo este tiempo, ha sido él… ¿O quién crees que pago tu soborno? ¿Quién crees que puso aquel óbolo en tus manos para que fueras guiada sin interrupciones hacia el Tártaro?

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Mensaje por Invitado Mar 27 Abr - 2:29:57

Estaba tendido en el suelo como un guiñapo hasta que Patrick había tendido su mano para ayudarme a colocarme en pie. Con una seriedad absoluta comencé a sacudir el polvo de mis pantalones cuando percibí que su voz había pasado de la completa diversión a una amargura algo extraña Siempre cambias de humor de ese modo? Porque pareces a una mujer embarazada… Comienzo a dudar si era Anastasia la que estaba en cinta de mis sobrinos… En mi rostro se dibujo nuevamente mi sonrisa psicópata mientras mis ojos se desorbitaban y fluctuaban en su mirada Quieres tu jodido mapa? Voy a darte tu cochino mapa para que dejes tu papel de maldita madre!

Camine unos pasos al frente de él para darle la espalda y saque un cigarrillo que encendí a toda velocidad, desabroche mis pantalones desteñidos y los baje hasta mis rodillas para darle una lujosa vista de mi trasero Cada nalga señala los polos opuestos del rio Aqueronte… La raya que ves en el centro, representa cartográficamente el rio en sí que debes atravesar hasta llegar a las puertas negras de Estigia… Y justo en el centro, donde esta negro y peludo es a donde… Escuche una serie de maldiciones que aun no sabía pronunciar bien en la antigua lengua… Sin embargo, el bastardo aprendía muy rápido ¡Hey Patricio! ¿No querías tu jodido mapa? Una carcajada resonó en todo el horripilante paisaje, cuando se Patrick se había cansado de mi explicación y se adelantaba chocando contra mi hombro por mi humor tan negro como el carbón.

Subí mis pantalones nuevamente y di una calada en mi cigarro, siguiendo sus pasos nuevamente por un sendero improvisado de piedras que nos llevarían directamente hacia nuestro próximo destino. Las puertas… Cada vez falta menos para llegar hacia ella... Dije señalando hacia el frente, donde las puertas colosales se asomaban sobre un intrincado acantilado por donde sobresalían una infinidad de piedras filosas y además, estaba custodiado por un par de feroces bestias que parecían ser escorpiones del tamaño del Empire State. Se supone que nadie que esté vivo debe cruzar esas puertas a menos de que tenga el permiso de Hades… Fruncí el ceño enfocándome en las bestias que se atacaban entre sí mismas para después continuar con su vigilia hasta que se detuvieron por el mandato de uno de los magos oscuros de Hades… Esas cosas son los Warlock… Se relata, que antes de que la maldición cayera sobre ellos, solían ser demonios, fieles servidores de Hades y dedicados a proteger a la gran hechicera oscura del Círculo, pero el poder corrompe la mente y ellos asesinaron a la hechicera para robarle el libro de las sombras que contiene los secretos de Hades… Al descubrir y obtener ese poder, no contaron con que la misma furia de su Dios caería sobre ellos, y los condenaría a vagar en este lugar del inframundo, y que cada vez que utilicen su poder perderán su apariencia humana… Le dedique una mirada severa por encima de mi hombro Se les cae a pedazos su cuerpo… Por ello, han suplido algunas partes del mismo con ramas secas, lava ardiente y piedras… Incluso sus ojos, son cristales que pueden desnudar tu alma y torturarte con tus propios miedos.

A lo lejos, se podía vislumbrar como aquellos hechiceros estaban cubiertos de pies a cabeza con unas túnicas negras que ocultaba su apariencia y se hablaban con gruñidos a través de la lengua antigua para lograr expresarse entre ellos y con las bestias bajo su mando. Cada uno llevaba en sus manos un enorme báculo cuya punta superior estaba iluminada por un fuego azulado que les servía como radar para detectar seres extraños en su perímetro Yo me encargo de los Warlocks y tú de los escorpiones… Cuando llegues al final del sendero, corre hacia el interior de Aqueronte y me esperas sentado sobre una gran braza ardiente… No te preocupes… No tardare demasiado… Me fulmino con la mirada ante una nueva broma mientras yo encogía los hombros y lo seguía sigilosamente a través del sendero para comenzar con el improvisado ataque y nuestra entrada triunfal a los terrenos de Caronte Solo intenta que no te maten o te hieran, odiaría tener que arrastrar tu trasero durante todo el viaje… Palmee su hombro, al mismo tiempo que me detenía en seco y chasqueaba mi lengua contra mi paladar Creo que tardaremos mas a este paso… Mejor lo hacemos a mi modo…

Me levante abruptamente y emití un fuerte silbido con mis dedos en mi boca ¡Hey monstruos afeminados! Adivinen quien ha regresado… Les grite desde mi posición con los brazos abiertos y una sonrisa entusiasta, hasta que sus ojos rojos brillaron intensamente y los demonios parecían maldecir infinitamente al verme, lo cual no me sorprendía ya que la última vez que había visitado este lugar, había sido para cumplir con una tonta apuesta y arrebatarles el báculo a cualquiera de ellos (Ese es el precio de estar borracho y apostar contra un general del ejercito demoniado). Sin esperar a una calurosa bienvenida, los warlocks lanzaron una especie de rayos letales que abrian brechas en el suelo tras de mí, que logre esquivar mientras corría como alma que llevaba el diablo directo hacia ellos.
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Mensaje por Invitado Mar 27 Abr - 22:50:29

Baltazar me devolvió a la realidad del mismo modo en que el pajarraco le había dejado caer sobre este extremo, con un estruendoso impacto, como si un meteorito chocara contra el planeta; pero a diferencia de mi compañero, no eran fracturas físicas o huesos rotos los que quedaban en mi cuerpo. Las malditas cicatrices del alma eran el peor enemigo para cualquier ente. No existían salidas apresuradas, ni caminos alternativos, ni siquiera una vía de retorno, ¡nada! Aunque los confines del Hades mantenían puertas y más puertas por abrir, éste no era un juego para adivinar qué te encontrarías del otro lado. Lejos de dar con la correcta, no serviría de nada si no llegábamos a tiempo. Por lo que sabía el alma de Anastasia ya podría haber sido reclamada y confinada.

Mi pasado comenzó a retroceder sin un maldito botón de apagado, actuando por sí solo, provocando estallidos y punzadas de dolor como un vidrio hecho pedazos. Ésta se detuvo en una escena en especial que recordaba con lujo y detalles. ¿Cómo no hacerlo? Fue la mejor noticia que jamás había considerado ni imaginado… Anastasia y yo habíamos recibido la noticia de que seríamos padres en aquélla Clínica del NightFall. Mi impresión había sido tal que mi cuerpo no había correspondido a ningún movimiento. Ella me había dejado solo en esos momentos. La vi sentada en un banco en medio de un pequeño parque con los objetos que había comprado minutos antes. ¿A dónde se iban todos esos sueños? ¿Las esperanzas? ¿Las añoranzas? Qué ingenuo fui al creer que nuestro matrimonio no se vería empañado por una vida difusa del pasado, pero ahora se expandía como las ondas que provocaba una piedra lanzada en un charco estancado…

Antes de que una segunda escena que enfocaba el Mirador se volviera a proyectar como si mi cerebro fuese una maldita sala de cine, mis ojos se desorbitaron como platos ante la desagradable visión del trasero del Duque. ¡Oh Diablos! Hijo de p%$%.Una sarta de maldiciones, de groserías o las que esperaba sonaran como tal, fluyeron sin poder drenarlas en el lenguaje antiguo. Saqué fuerzas del aire que se respiraba porque sinceramente a mí ya no me quedaban, tenía que abstenerme de propinarle una patada que le obligara a tragarse el maldito cigarrillo. Me enfoqué en seguir el sendero enmarcado con piedras de todos los tamaños. Resoplé la mayor parte del tiempo intentando borrar la última explicación de mis memorias para quitarme el trauma. Lo juro el Duque era como un veneno tóxico….

No sabía si estar molesto o reír como maniático por su actitud que solo jugaba con mi psiquis. ¡Demonios! ¿De verdad era el hermano de mi esposa? ¿No compartían la misma sangre, verdad? Digo... ninguno de mis hijos sacaría ese temperamento para el cuál estaba confirmado, ser paciente no era uno de mis fuertes. Seguramente Baltazar no había nacido con los pares de cromosomas correctos, así que tenía que enfocarme y aferrarme a la idea de que trataba con un infante. En cualquier momento giraría, apretaría mis manos sobre su cuello y… Suspiré agradecido de poder enfocar mi mirada en las colosales puertas negras que se erigían como muros en lo alto y en las bestias que aguardaban en la entrada.

Mis ojos se habrían salido de sus cuencas, de ser eso posible, ante el tamaño de los escorpiones. ¡Diaaaablos! Mi altura solo podía ser comparada con el tamaño de unas de sus patas y ¿de qué diablos hablaba Baltazar? Solo escuchaba un blablablá proveniente de su reseca garganta. Toda mi concentración estaba puesta en los gigantescos animales que con solo mover sus colas podrían aguijonearme el trasero (no me molestaría que fuera la del Duque después del Fear Factor al que me había sometido) en el primer intento. Caminé sigilosamente por el sendero que nos abriría paso con Baltazar pisándome los talones pero el muy bastardo, el maldito renacuajo lo había hecho de nuevo. ¿Es que tenía mi#$&# en el cerebro? Antes de poder detenerle, el silbido había resonado por todos los confines del Inframundo y los rayos que parecían provenir de los báculos o de sus manos,( a diferencia de Baltazar, no estaba idiota ni deseoso de detenerme a averiguarlo) aporreaban contra nosotros.

Me abrí paso entre las luces intensas que abrían el suelo como granadas, haciendo estallar las rocas que utilizaba para cubrirme. ¡Maldito bastardo! ¡Deberían pulverizarte! Corrí con ímpetu abriéndome paso y esquivando los rayos para devolver los ataques del mismo modo hacia el otro lado. Los pedipalpos de los escorpiones abrían huecos en el suelo lanzando pedazos de piedra por doquier. La daga de Darius era un juguete para éstas bestias, así que lo único con lo que podía valerme eran los poderes que me habían sido otorgados…Serán tus testículos los que colgaré en ese maldito aguijón, Baltazar…
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Mensaje por Invitado Mar 27 Abr - 23:31:43

Cuando empuñe mi daga en lo alto sobre el cuerpo de Anastasia, algo extraño exploto en el interior de mi mente como una bomba de tiempo cuyo final se había aproximado. Mi mano se había paralizado en el aire junto a aquella daga filosa que amenazaba su pecho con atravesarlo, pero en ese preciso instante, donde me había permitido un arrebato de locura que concluiría en un acto impune, el destino corto los hilos del futuro y me arrebato el libre albedrio que yo consideraba como el reflejo de mi voluntad… ¿O es que nunca había sido así? Parpadee incrédulo al no poder mover mi mano e incluso siendo consciente de que ni un musculo de mi cuerpo reaccionaba ante el mandato de mi cerebro. Decidí relajarme, y dejarme llevar por las extrañas señales que me sumergían en un éxtasis disoluto.

Afloje mi manos de aquella empuñadura que casi me hace cometer un crimen por el que pagaría el resto de mi vida, aunque el único que podía condenarme era mi antecesor, pero mi consciencia se encargaría de pugnar mis culpas por el tiempo que me quedara de existencia o hasta que mi destino final fuera teñido por el oscuro manto de la sangre al que ya había sido vaticinado para mi trono. Un trueno plateado resonó fuera de la ventana del dormitorio real, dividiendo el cielo oscuro bajo aquella estela plateada y atípica para los ojos demoniacos de mi pueblo.

Mi daga desapareció en el aire en medio de un brillo extraño y volvió a su funda tras mi cintura, mientras yo fruncía el ceño y sondeaba el lugar con la mirada para detectar si todo esto se trataba de una nueva obra de Hades, pero en su lugar, la única energía que podía sentir vibrante y avasallante, era la mía. –Qué extraño… Comente en un tono grave para mí mismo, manteniendo mis gestos severos ante tales acontecimientos que no podía entender e incluso explicar. Mi energía había estado variando demasiado últimamente, cada vez se me hacia mas difícil controlarla e incluso, los demás lo notaban. Antes mi aura estaba teñida de la misma oscuridad que se reflejaba en mis ojos, pero desde hacía un tiempo, mis ojos habían tomado un matiz plateado extraño que confabulaba con aquellas tormentas eléctricas que el mismo inframundo había sido testigo a través de mi enojo. Sin embargo, mi desconfianza sobrepasaba los límites de mi lógica y continué en alerta ante cualquier cambio que Hades pudiera estar ejerciendo desde su trono.

Comencé a caminar hacia la puerta del dormitorio, siendo nuevamente deslumbrado por una centella que se había colado dentro de la habitación de Anastasia. Mi respiración comenzó a agitarse mientras mis puños permanecían cerrados con fuerza al igual que mi mandíbula –Sal de donde estés! Sabes bien que no te temo! Dije como un desafío gutural hacia la centella que iluminaba cada centímetro del lugar hasta que la misma, se condenso en el interior del espejo que estaba a un lateral de mi cuerpo. Gire mi rostro en la dirección que había tomado el esplendor y note con la mirada desorbitada que mi reflejo había cambiado. Ya no llevaba puesto mi ropaje real de color azul marino, en cambio, llevaba una armadura plateada brillante que destellaba con la misma intensidad de los truenos… Mi capa ya no era de color negro, en cambio era blanca y mi rostro ni siquiera parecía el mío… Era mi cuerpo, mis rasgos, mi forma… Pero mis ojos eran relampagueantes y mi piel parecía brillar con la misma intensidad. –Es hora de liberar a tu clan del yugo de las sombras y ocupar tu verdadero trono… Dijo aquel hombre que se parecía a mi con un eco fantasmal.

Alce mi mano para tocar el vivido reflejo en aquel reflejo mientras mi pulso comenzaba a fluctuar, al mismo tiempo que el hombre repetía el mismo hecho como si ciertamente fuera mi imagen reflejada en el espejo… Él era un Rey, poderoso, fuerte, implacable, inmutable… En cambio yo, hacia alarde de mis defectos e incluso renegaba de mi naturaleza dada a mi terrible herencia que me era una condena autoimpuesta por toda la eternidad. Apenas mis dedos hicieron contacto con el espejo, compartiendo el mismo espacio que los de aquel hombre que hacía alusión a mi imagen que imitaba mi misma postura que yo del otro lado del reflejo, el espejo comenzó a vibrar con fuerza mientras yo continuaba haciendo un indisoluble contacto visual con aquel hombre, el vidrio comenzó a astillarse bajo mis dedos mientras que en mi opuesto comenzó a dibujarse una sonrisa plena de satisfacción al notar mi conducta –Nos veremos pronto… Seguidamente una fuerte explosión producto de un trueno hizo estallar los fragmentos de vidrio sobre mi cuerpo e impelió mi cuerpo hacia atrás como si aquel rayo me hubiera dado justo en el pecho. Mi espalda impacto contra la pared de concreto para después soltar pequeñas partículas de concreto a mi alrededor, un fuerte dolor en mi cabeza basto para perder el sentido… Un último vistazo en mi reina, fue el estimulo para acompañarla en su descanso eterno.
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Mensaje por Invitado Miér 28 Abr - 1:18:55

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Mis ojos cansados vagaban por la secuencia de estalactitas sostenidas por el techo de piedra de Aqueronte mientras parpadeaba débilmente y enfocaba mi atención solo en el sonido que realizaba mi respiración dificultosa, hasta que Caronte interpuso su rostro entre mi vista y el paisaje rutinario y emitió aquellas palabras que fueron las causantes de que todas las voces en mi cabeza fueran acalladas de inmediato –“¿Por qué no te resignas, mujer? Sufres demasiado por un bastardo que te entrego a mis manos sin titubear… ¿Acaso no puedes conformarte con lo que tendrás? ¿O no te entusiasma saber que Maximiliano Brickman te espera del otro lado de la costa? Después de todo, el parecido es increíble… Pero el que te ha esperado durante todo este tiempo, ha sido él… ¿O quién crees que pago tu soborno? ¿Quién crees que puso aquel óbolo en tus manos para que fueras guiada sin interrupciones hacia el Tártaro?

Fruncí el ceño como si no comprendiera el sentido de aquella confesión de Caronte que removía cada centímetro de mi fúnebre corazón que se albergaba entre los brazos de la resignación por la culminación de mis días, aferrándome a esa última imagen de Patrick en el fondo del río para que perdurara en mi memoria por el resto de mi estancia en el Tártaro. –¿Max? Pregunte incrédula y con la voz ronca, haciendo una mueca de dolor ante la sensación de ardor en mi tráquea que parecía estar recubierta de lijas que desangraban mis cuerdas vocales. ¿Maximiliano estaba… muerto? No había ninguna otra deducción, si eran ciertas las revelaciones de Caronte, y Max se encontraba del otro lado de la orilla en las puertas del Tártaro, solo podía significar que él había fallecido y su alma había sido conducida hacia acá.

El barquero asintió con un gesto divertido al notar la perturbación que solo esa idea causaba en mi mente, simplemente no podía explicar la revolución y el torbellino de preguntas cuyas respuestas pasaron inadvertidas ante mi mirada que peregrinaba en la suya en búsqueda de la verdad –“Tantos años de búsqueda de tu verdadero amor y finalmente podrás reencontrarte con él… Suena incluso tan…” Hizo una pausa al alzar su mirada sobre el repetido panorama frente al barco que solo denotaba el oleaje oscuro cubierto por una neblina lúgubre y espesa –“… Aburrido” Manifestó con un ademan de repudio al alejarse de mí una vez mas y pasar a la proa de la embarcación. –Espera… Dije en un hilo de voz, tratando de concentrar mis fuerzas para levantarme, pero estaba tan débil y cansada y que fue imposible incluso seguirlo con la mirada.

Mis ojos se tornaron tan cálidos, como si una fina cortina de lágrimas los arropara mientras aun permanecía recostada sobre mi espalda sobre el rígido suelo de madera y sentía como la brisa sulfurosa y calma barría los vestigios de humedad de mi cuerpo. Maximiliano Brickman, susurro mi propia voz interna en lo más profundo de mi mente, cerré los ojos para brindarme al menos el descanso que creía que merecía al mismo tiempo que su dulce rostro cobraba forma en medio de mis lejanas alucinaciones. Al menos tenía a alguien que después de tanto tiempo aguardaba por mí… Un ánima que incluso después de la muerte sostenía su promesa de permanecer a mi lado durante toda la eternidad. Pero el rostro que mis pensamientos trazaron no era el de Maximiliano… Era el de Patrick…

Aunque con certeza ellos poseían un parecido físico increíble, yo podía diferenciarlos sin dificultad al tenerlos frente a mí. Los ojos de Max eran azules como el océano, y se perdían en aquella concentración poderosa que me dedicaba durante horas en silencio cuando simplemente nos hacíamos compañía en el viejo salón de nuestro castillo, mientras que los de mi esposo eran verdes y siempre permanecían brillantes cada vez que lograba ver mi reflejo en el fondo de los mismos. ¿Qué estaba pensando? Patrick ahora posaba sus ojos sobre otra mujer por la que me había dejado realizar este viaje hacia la muerte sola. Uno del que no regresaría jamás y estaría confinada a la más noble soledad y confinamiento de la felicidad que me había sido privada por causa de su traición.


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Mensaje por Invitado Miér 28 Abr - 2:19:20

Podía sentir la adrenalina fluyendo por cada ramificación venosa de mi cuerpo al mismo tiempo que corría a toda velocidad hacia las bestias. Mis ojos se tornaron brillantes y de un color carmesí como las mismas llamas infernales que emanaban del rio Aqueronte y se fundían con la lava que guiaba su cauce. Mis sentidos se agudizaban cuando estaba expuesto a esta clase de situaciones, podía moverme con mayor agilidad e incluso desafiar a las mismas leyes de nuestra deidad para lograr mi cometido. Escuche la voz de Patrick tan distante pero sus pasos tan cercanos, el bastarnos finalmente reaccionaba y su mente trabajaba a la misma velocidad que la mía… ¿Pero podría comprender mi secreto? No… No hasta que sea el momento…

Tome un fuerte impulso cuando mis piernas trabajaban a toda velocidad, logrando trepar por encima de uno de los escorpiones que obstaculizaba mi camino. Sus tenazas amenazaban con arrancarme la cabeza de un solo corte mientras su terrible aguijón buscaba la forma de derribarme de encima de la bestia para darme la estocada final cuando tocara el suelo. Más de aquellas bestias aparecieron a nuestro alrededor emergiendo de la tierra oscura y arenosa que reposaba bajo nuestros pies por el mando de las voces siniestras de aquellos hechiceros. Encárgate de los escorpiones! Le grite al bajarme de un salto y llevando mis manos tras mi espalda para desenfundar un par de dagas escarlatas que empuñe con todo vigor.

Mi objetivo aun no estaba a mi alcance, debía trepar de algún modo aquellas puertas para llegar a los hechiceros e intentar aplacar su ira con el filo de la muerte, pero antes de tan solo avanzar unos pocos metros, un gigantesco escorpión atrapó mi cuerpo por el torso con una de sus tenazas y me impacto contra una vieja torre que estaba en ruinas en aquel desolado lugar. La presión que ejercía me hizo aullar con la más arraigada furia nunca antes vista en mí, que hizo brillar las marcas de mi linaje en mis muñecas hasta que varios tatuajes en el antiguo idioma se esparcieron por mis brazos hasta llenar mi propio rostro con marcas paganas de la guerra.

La tenaza que oprimía mi cuerpo comenzó a tornarse tan roja como una brasa ardiente al mismo tiempo que mis brazos ejercían una fuerza descomunal para separarlas de mi cuerpo hasta que termine por fracturarlas y despedazarlas ante la presión. El aguijón de la bestia retumbo en el suelo frente a mis pies mientras yo retrocedía, esquivando las embestidas de su otra tenaza y a la vez procurando no tropezarme para convertirme en su maldita cena. Gire mis dagas sobre la palma de mis manos y me abalance con un grito gutural al empuñar una de mis armas sobre el centro de su cabeza y resbalando por debajo de la bestia para abrir con un solo corte el grueso tejido de su abdomen.

Al escuchar un gruñido de los hechiceros, centre mi vista en lo alto de las puertas y mentalmente recupere mi arma que había quedado en la frente del escorpión que caía vencido sobre el suelo. Eche un último vistazo a Patrick que no parecía tener ningún problema con las mascotas maquiavélicas de los monstruos, y decidido comencé mi ascenso por el tenebroso acantilado esquivando los rayos cargados de energía que podían pulverizarme Lo sé… Le grite con una sonrisa divertida a la aseveración de Patrick de que ellos deberían matarme, lo cual era su plena intención. Eso... Lo se también… Respondí a su última amenaza ya con un tono más sombrío…

Uno de los hechiceros apuntaba su báculo hacia mí y fijaba sus ojos de cristal con la plena intención de acabar con mi existencia en ese mismo instante Memoriza mi rostro, bastardo… Porque será el ultimo que veras! Mi ceño se frunció cuando arroje una de mis dagas por el aire, clavándose directamente sobre el pecho de aquel monstruo que perdió el balance por el impacto y cayó al vacío del río. Decidí dejar los preámbulos para luego, y me solté de mi agarre en el acantilado transportándome en el aire y apareciéndome tras la espalda del segundo hechicero apuñalándolo varias veces en la base del cuello hasta que vi el filo de mi daga saliendo por su boca. Estas bien? Le grite a Patrick que observaba atónito hacia la cima de las puertas donde yo había asesinado a los hechiceros, ahora tenía muchas cosas que explicar, el tono de mis ojos y de mi voz, las marcas paganas por todo mi cuerpo, y mi estilo de matar… Esto iba de mal en peor… Las puertas comenzaron a abrirse, dejando al descubierto un imponente mar de lava que llegaba hasta los límites de Estigia donde se encontraba nuestro último destino, El Tártaro.
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Mensaje por Invitado Jue 29 Abr - 14:14:32

La vida era un juego donde el más fuerte se comía al más débil. Incluso, muchas veces el grande se comía al pequeño, pero eso era solo cuestión de batalla y lógica. El cerebro sobre todo, era el factor común para salir ilesos de estos enfrentamientos. Era una lástima que comenzara a dudar que Baltazar siquiera estaba dotado con uno. Sus acciones infantiles y fuera de sí, me ponían en una encrucijada que no me podía permitir. Era grato saber que era un demonio de élite que había librado batallas innumerables. Su presencia, conocimiento e incluso la trayectoria de su vida pasada y no tan pasada que se contaba entre las tropas demoníacas, me hacía detenerme a pensar, ¿por qué diablos me…?

Un estruendoso ruido que solo podía significar más pedazos de piedras fragmentados acabó con el enfrentamiento de mis preguntas absurdas que no tenían respuestas lógicas y/o fáciles. El suelo se resquebrajaba como malditos rayos impactándolo, solo que éstos rayos venían en forma de enormes aguijones. Me aparté justo a tiempo, cuando uno de los escorpiones alzaba su aguijón de nuevo para dejarlo caer en donde había estado parado un segundo antes. Segundo del que me serví para sostenerme de uno de las ramificaciones de la cola del animal para terminar parado sobre éste. ¿Por qué no habíamos traído lanzas con nosotros? El escorpión comenzó a moverse como un maldito caballo indomable, pero incluso éstos tarde o temprano terminaban cediendo por la mano del hombre…estos…estos solo terminarían muertos.

Empuñé el mango de la daga que mi esposa me había confiado con fuerza, para enterrarla en el cuello del maldito escorpión que ya comenzaba a retorcerse de dolor. ¿A qué sabe un escorpión asado? Una inmensa bola de fuego se concentró en la palma de mi mano para lanzarla sobre el escorpión que se acercaba a las 2 en punto. Lancé la bola contra la cabeza de éste justo a tiempo para observar como Baltazar era arrojado contra unas viejas ruinas. ¡Ponte a jugar a tomar el té después! Antes de que la carcajada estallara de dentro de mí, el ruido de más tenazas emergieron de… ¿de dónde demonios? Esquivando a un par no del todo, terminé impactando en uno de los mismos muros que le habían servido de barrera al demonio que luchaba por pasar de los escorpiones y subir hasta su verdadero objetivo.

Mi espalda se retorció de dolor pero ni siquiera una queja se escapó de mis labios ante el asombro del espectáculo que Baltazar llevaba acabo. Su rostro estaba lleno de furia pero lo más increíble e impresionante de todo, fue el modo en que las marcas brillaron para cubrir por completo su rostro. ¿Qué m%&$#…? Como si las malditas bestias estuviesen intentando llamar mi atención, otra emergió de la arenosa tierra alzando y apuntando con su aguijón en mi dirección. Con una mueca de fastidio y en vista de no poder apartarme y obligar a Baltazar a darme una explicación ante tremendo show, una ráfaga de viento envolvió mi cuerpo, levantando toda la arena y los escombros a su paso como un maldito tornado que abría la tierra a su paso, haciendo retroceder a las malditas bestias.

Mis ojos llameaban con un intenso negro ante el poder que sentía emerger de algún lugar de mi cuerpo, era el odio que sentía hacia mí pero que ya no podía contener y deseaba reflejarlos, sacarlos y hacerlo pagar con alguien que no fuese solo yo. Con una furia contenida desde que el arcángel había estado acechando tras la espalda de mi esposa, los escorpiones fueron cayendo uno a uno. Alcé la vista justo cuanto hacía pedazos el aguijón del que parecía ser el último escorpión en la redonda para ver la ira que el Duque dejaba escapar cuando peleaba. Estoy de una pieza, gruñí aún incrédulo. Era una lástima que mi traje no pensase lo mismo. Estaba embadurnado de escombros, mi cabello parecía un maldito panal de avispas y mi espalda aún estaba adolorida. Baja tu sucio trasero y explícame que demonios fue eso. No te hagas el sordo. Ni siquiera te atrevas a darme la…Las puertas se abrieron mostrando un terrorífico paisaje. Esto era…estábamos demasiado cerca… Anastasia…Fue el último pensamiento que cruzó mi mente conforme daba un paso en dirección hacia las gigantescas (¿qué no era gigantesco en este desolado mundo?) puertas.
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Mensaje por Invitado Jue 29 Abr - 22:49:27

El golpe que había sufrido en la parte posterior de mi cabeza, me había sumergido en un estado de aletargamiento y somnolencia que no me podía explicar. Mi mente variaba por varias escenas cuya secuencia no podía describir; Muchas tratándose de aquel Rey de aspecto tirano que había visto en el espejo cuya promesa de volver a vernos pronto, zumbaba en mi cabeza como el sonido de una abeja molestando al pie de mis tímpanos. Lleve mi mano hacia mi rostro para acariciar de forma circular mi entrecejo, podía calcular de una de esas hastías migrañas, ya estaba en camino a explotar en mi mente como producto de mis propios delirios, pero algo que sobrepasaba los límites de la “anormalidad”, capto mi atención de inmediato.

Mis ojos fueron deslumbrados por un atípico brillo proveniente de mi brazo derecho, al parpadear de una forma difusa, pude notar mi propio reflejo a través de una reluciente armadura que revestía mi antebrazo y que resplandecía por cuenta propia sin tener una fuente de luz alterna que lo provocada. Mi mirada se desorbito ante ello cuando note, que no solo era mi brazo el que centelleaba, sino mi cuerpo entero lo hacía de igual manera.

Me levante intempestivamente para observar mi vestimenta con más detalle, pero en el momento en que me puse en pie, mis sentidos comenzaron a flaquear dejándome caer sin fuerzas al suelo. –¿Que me está sucediendo? Le pregunte a la nada que me servía de compañía en aquel dormitorio donde la reina dormitaba apaciblemente. –Esto no es lógico… Es… Es… Mi respiración comenzó a acelerarse hasta que un nuevo trueno impacto contra la cúpula del Palacio de Fuego, haciendo estremecer las paredes, el suelo y cada objeto en el lugar que temblaba ante la furia de la naturaleza de aquel estruendo.

Solo podía imaginar que esto era obra del único ser cuyo poder podría recrear toda esta escena… Hades… Alguien que me odiaba infinitamente y que luchaba sin piedad con el único propósito de conducirme a la locura y mantenerme bajo su yugo implacable. Pero en ese preciso instante en que todos mis pensamientos estaban enfocados en la ira y el ideal de invocarlo, recordé a aquel hombre del reflejo. El Rey utilizaba mi imagen, e incluso esta misma armadura de la cual ahora yo era el portador. ¿Cómo podía ser eso posible? Cerré los ojos tratando de tragar un poco de saliva y ordenar mis pensamientos antes de actuar… Una imprudencia podía convertirse en un grave error y traer consigo las más incalculables consecuencias.

Unas extrañas voces comenzaron a resonar en el interior de mi cabeza, cuya imagen se centraba en un punto blanco que no poseía matices ni variedad. Solo era un blanco indeleble, puro, poderoso, como una esfera de energía que se concentraba en la palma de mi mano cuando mi poder se salía muchas veces de control. –NO! Dije con furia al abrir mis ojos repentinamente y luchar nuevamente para colocarme en pie. Me sostuve de cualquier mueble que me sirviera de soporte y dirigí la mirada a un fragmento del espejo de donde unos ojos centelleantes me observaban fijamente.

Fruncí el ceño y la curiosidad llamo a la puerta de mi cerebro cuando tome ese mismo fragmento y lo acerque para detallar sus características. No parecía ser muy diferente al espejo que sin motivo alguno, se había resquebrajado ante mis ojos, aunque aquella mirada escalofriante que me observaban a través de ellos, podía constituirse como algo lo suficientemente atípico. Eran unos ojos especialmente claros en un tono azul grisáceo muy parecidos a los míos, pero a diferencia de éstos, los de él relampagueaban en tonos plateados muy vivos que atravesaban su mirada y la llenaban de la misma especie de luz que constituía mi armadura –Un momento… Acerque aquella pieza hacia mi rostro, profundizando en aquella mirada, girando mis propios ojos cuyo movimiento era idéntico al del reflejo. –Por los Dioses! Solté aquel fragmento de espejo al suelo que se dividió en pequeñas partículas que se esparcían por el alfombrado del dormitorio.

-¡¿Que me ha pasado?! Exclame observando mis brazos y piernas que estaban recubiertos con esa armadura de plata que resplandecía con un brillo sin igual, acariciando con la punta de mis dedos la medida exacta como el metal se adhería a mi abdomen dibujando los músculos como si ésta fuera mi propia piel. Entretanto, a mi espalda aquellas partículas de vidrio se elevaban por los aires y levitaban hasta el marco del espejo antes destruido, volviendo a la integridad que poseía el espejo y demostrando su nuevo reflejo que noté al escuchar aquella voz del Rey llamándome por mi nombre –Renzo…
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El Palacio de Fuego [Privado] - Página 2 Empty El Barquero de las Almas Perdidas

Mensaje por Invitado Jue 29 Abr - 23:44:21

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No sé por cuánto tiempo me había quedado dormida, pero lo único de lo que estaba plenamente consciente, es que el cansancio me había vencido poco después de escuchar a Caronte con su conversación acerca de la espera de Maximiliano a las puertas de Tártaro. Mis parpados simplemente sucumbieron ante su pesadez y mi subconsciente hizo de la suyas al proyectar las imágenes entre mis sueños de aquella vida que había llevado poco antes de morir; Nuestro reencuentro, el compromiso, la boda, la noticia de que estaba embarazada de sus hijos, aunque no específicamente en ese orden exacto.

Desperté bruscamente al sentir una turbulencia sobre el suelo de madera de la embarcación donde me había acurrucado y albergado en mi ensoñación abrazando mis propias piernas y escondiendo mi cabeza entre mis propias rodillas. Abrí los ojos con rapidez para notar que Caronte estaba a pocos centímetros de mí, emitiendo unas palabras a las ánimas en el lenguaje antiguo para que guiaran su barca hacia el Tártaro que al parecer estaba demasiado cercano… Más de lo que podía imaginar. Alce mi rostro en dirección hacia el horizonte, de donde provenía una extraña luz que parecía un extraño atardecer después de un día lluvioso y note las colosales escaleras y puertas de piedra que servían como portal para las almas de los fallecidos que se conducían a su descanso eterno… Aunque yo no me consideraba uno de ellos.

La barca de Caronte parecía chocar con varias rocas que se erigían por encima del agua y se tambaleaba ante el oleaje que parecía estar en contra de su pronóstico de llevarme a salvo ante aquel lugar. –Por favor, Caronte… Mis ojos fluctuaron nuevamente ante el muelle que emergía súbitamente de la profundidad del agua por donde Caronte guiaba su embarcación y atracaría en pocos minutos –Te lo imploro… Yo no estoy lista aun para morir… En pocos meses seré madre y yo solo deseo… Caronte me ignoro por completo, colocándose en pie para caminar en dirección a la parte delantera de su barco para asegurar los amarres sobre los pilares del muelle.

-Caronte, escúchame! Dije con algo de furia al saber que no me prestaba atención y me ignoraba de ese modo tan deliberado, el barquero se detuvo en seco y me observo con sus ojos llameantes por encima de su hombro sin manifestar gesto alguno en su rostro –“Mi parte del trato era traer a la Reina hasta los confines del Inframundo donde su alma pertenece ahora… Te he traído al Tártaro, Anastasia… Yo he cumplido con mi misión…” Dijo con un tono de voz sombrío que me arrebato el aliento por el desconsuelo de saber mi vida perdida y entregada a la muerte de este modo tan conforme. Comencé a sollozar mientras negaba con la cabeza rehusándome a caminar hacia aquellas puertas que marcarían el final de mi destino.

Ante mi resistencia, el barquero apunto su báculo a las cadenas que nuevamente me aprisionaron, rodeando mis muñecas que eran haladas por él a su antojo, haciendo que caminara como un títere cuyas piernas habían sido amputadas por los filosos colmillos de una bestia, como si ya no tuviera alma, como si el miedo acallara mi voz. Un impulso fuerte, me obligo a doblegar mi voluntad y baje del barco hacia el muelle con el último vestigio de dignidad. Comencé a subir escalón por escalón hacia las puertas, hasta que a mitad del camino, sentí mis cálidas lágrimas bañando mi rostro, añorando lo que pudo ser, sacrificando su felicidad por un craso error o fatalidad de una situación. –Nuevamente el amor me ha traído a tus brazos. Dije alzando la mirada hacia aquellas puertas talladas finamente, enmarcando demonios, bestias y humanos entremezclados en su viaje hacia una eternidad de tortura o descanso.

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Mensaje por Invitado Vie 30 Abr - 0:40:13

Escuche en un susurro su última palabra que emitía el nombre de mi hermana con una mezcla de dolor que proseguía después de la euforia por una batalla sin precedentes. Salte por encima de la barandilla que bordeaba el pequeño puesto de vigilancia de los hechiceros sobre las puertas, y caí con la destreza de un gato sobre mis pies al lado de Patrick, inclinándome para retirar mi daga del pecho de uno de esos monstruos cuyo cadáver era parte de la arena movediza que conformaba el lugar. Levante la mirada en la misma dirección que la suyo mientras limpiaba mi daga sobre la tela de mi pantalón mugriento y saturado de tierra y hollín, Por cierto, si alguna criatura osa decirte que soy un demente, no les hagas caso… Hice una mueca de fastidio al comenzar a caminar a su lado al entrar a los limites de Aqueronte Es pura envidia… Mi sonrisa hambrienta por sangre y otra porción de lucha se extendió en mis labios mientras lo observaba a los ojos y determinaba que necesitábamos un medio de transporte más… Veloz…

Caronte ya debe estar ante las puertas del Tártaro, y nosotros tardaremos días antes de cruzar toda la longitud del río… A menos que… Gire la mirada hacia el ave que graznaba como buitre y que se posaba sobre una piedra con sus ojos fijos en nosotros. Es tu turno… Empuje con brusquedad a Patrick hacia el frente del ave, que lo observaba con detenimiento y mostraba sus dientes afilados como agujas hacia su rostro. Cuando el pajarraco estuvo distraído en atacar al rostro de mi compañero, salte sobre el cuello de la bestia una vez más tratando de someterlo y usando la fuerza bruta para dominar sus movimientos que luchaban por derribarme una vez más.

Me sentía como en una larga fila de trastornados mentales y yo me ganara el premio de psicópata de entre todos ellos. Malnacida ave…! Le escupí con las palabras al sostener su cresta erizada que parecía la rígida piel de un cocodrilo. Sus ataques de la bestia cedieron repentinamente cuando el suelo bajo nosotros comenzó a vibrar y cuando sobre las montañas, algunas tenazas y aguijones comenzaron a aparecer. El ave parecía temerosa y a la vez furiosa con nuestros nuevos amiguitos, Patrick, sube tu sucio trasero aquí o te subo a patadas! Un escorpión aun más gigantesco que los anteriores, lanzo su ataque con la filosa espuela dirigida a la cabeza del pajarraco. Sin miramientos y enfocado en mi objetivo, empuñe mi daga con fuerza cuya hoja se alargo con rapidez hasta convertirse en una espada dorada, que arroje hacia la base de la cola del escorpión, amputando por completo la misma de un solo corte.

Alargue mi mano y la espada volvió con su forma compacta, regresando a su modo de daga que sostenía entre mis dedos Hey, nunca me dijeron que yo podía hacer eso. Comente con ironía, con el ceño fruncido y aferrando mi otra mano al cuello del ave que aleteaba con ferocidad alzando el vuelo y alejándose de aquel paisaje plagado ahora por aquellos mordaces escorpiones. Deberías darme las gracias por salvar tu plumífero trasero… Le dije con enojo a mi plumífero amigo después de que nos gruñía por montarlo sobre su torso y guiar su vuelo directo al centro del Tártaro.

La hipótesis de la velocidad y de recortar el tiempo estaba dando resultado, en menos de diez minutos ya habíamos recorrido casi todo el camino y lográbamos vislumbrar el Tártaro en todo su esplendor, viendo como las puertas se alzaban sobre una numerosa escalera de mármol que… Allí están! Logre ver a Anastasia ascendiendo a través de los escalones siendo esclava y apresada por las cadenas del barquero a quien una vez le había ganado una apuesta. Yo ya debía estar muerto desde luego, hace mucho me habían apuñalado en mi propio templo, sin embargo era un joven maniático (ya no, creo que he madurado) que no poseía soborno, y logre estafar al barquero para que mi alma pudiera regresar a mi cuerpo para cobrar venganza… Una que le proveyó de varios clientes en su barco hasta que estuvo repleto…

¡Cabronte! El Duque ha regresado… Dije en un momento de euforia al guiar al pajarraco justo hacia ellos, escuchando como me profería maldición tras maldición al ver mi rostro, lo que constituía una grave ofensa para mí –“Maldito Rufián, maleante, maniático, Hijo de tu grandísima P…” Continuo vociferando cuanto insulto existía en este mundo y en el otro Si… Si… Yo también estoy contento de verte Cabronte… Dame a mi hermana y me largo… Manifesté finalmente con fastidio al bajar del ave y acercarme de un modo jovial hacia ellos.
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Mensaje por Invitado Vie 30 Abr - 3:15:08

Miré lleno de incredulidad como Baltazar caía en picado hacia mi encuentro haciéndose el tonto en las explicaciones que hacía escaso menos de un segundo me encontraba exigiendo. ¿Quién demonios eres Baal? Admitía que aún estaba malditamente sorprendido por las marcas paganas que habían tomado forma sobre su rostro con tatuajes intrincados y detallados. No, no era un demonio cualquiera. Lejos de estar demente, si buscaba muy en el fondo (de acuerdo, muy, muy en el fondo), sus acciones infantiles y desquiciadas, fuera de lugar y tiempo, me habían mantenido ocupado la mayor parte de nuestra travesía por el Inframundo.

Sumergirme en el dolor era como dejarme guiar por las corrientes de un mar. Imprevisible, escalofriante, tormentoso, desafiante, propenso a sumergirme y no dejarme salir a la superficie; en sí, una tortura a la que podría enfrentarme una vez que encontrara y colocara a mi esposa a salvo, a donde pertenecía; con nuestros hijos aún latiendo dentro de ella, respirando el cálido aire del Palacio de Fuego, sonriendo ante las sensaciones y las patadas de nuestros pequeños, exigiendo que le hicieran llegar cada alimento que pasara por su mente, pero sobre todo, haciendo retumbar su voz por cada recóndito de este mundo.

¿Qué podrían envidiarte cuando son tan parecidos? Antes de que mi compañero procesara lo que acababa de decirle, me encaminé de inmediato hacia las puertas que se abrían para darnos una “bienvenida” que sería calurosa pero dado a la desolación que se percibía. Además, ¿qué podíamos esperar cuando habíamos acabado con los guardianes de esta puerta? Me detuve abruptamente cuando escuché la palabra Tártaro que en este caso, funcionó como una palabra mágica que me heló por completo. Si Anastasia perpetraba hasta allá…¿A menos qué? ¡Oh no! Miré con abominación la maldita ave de la que no nos habíamos podido desprender…parecía…bueno, el insulto más feo incluso ofendía al mismo. Enarqué las cejas hacia arriba cuando me mostró sus filosos colmillos. Siseé mostrándole los que aún me pertenecían gracias al insulto profanado al Dios del Inframundo, girando de inmediato para cambiar el siseo hacia Baltazar que ya comenzaba a empujarme hacia las garras del pajarraco.

Al alzar mi mirada, el ave ya se me venía encima, solo que el montado resultó ser él mismo. Baltazar retomó su lugar sobre el cuello del ave en una danza torera que me habría detenido a observar para apostar cuanto tiempo más podría sostenerse hasta que sentí la arena moviéndose bajo nosotros. Al parecer, la madre de todos los escorpiones venía en busca de venganza. Era el doble de grande de los escorpiones normales (refiriéndome por normal al tamaño gigantón de los del Inframundo). Tú ganas, gruñí subiéndome al pajarraco como si se éste fuese un maldito caballo y yo su jinete, posicionándome tras el Duque… A veces tus locuras conducen sin querer a…algo bueno. Golpeé el trasero del pajarraco conforme Baal lo conducía por el cuello. ¡Irónico! Todo este tiempo habíamos tenido un transporte con nosotros, solo bastaba con provocarle terror…

Con cada minuto que sobrevolábamos la sensación de encontrar a mi esposa finalmente, escarbaba como un sabueso dentro de mi ya carcomido pecho, provocando laceraciones gigantescas en mi hueco corazón. Antes de que Baal terminara pronunciando las palabras, mis ojos la captaron y el alivio por saber que aún estábamos a tiempo me inundó y ahogó por entero. Tan pronto como llegó se fue. El alivio pronto fue reemplazado por el horror de verle jalada a la fuerza, con unos grilletes aprisionando sus manos, su ropa estaba hecha trizas y sin siquiera mirar a través de sus ojos supe que éstos estaban inexpresivos, vacíos…Su dolor pronto se unió al mío aunque ella no lograra entenderlo jamás. Anastasia. Mi voz gritó su nombre, resonando en cada espacio; mientras me aventaba del maldito pajarraco. –“¡Detente!” La voz de Caronte resonó del mismo modo en que había hecho la mía, pero no me importó, solo quería llegar hasta ella y sacarle los grilletes de uno u otro modo.

Percibí una intensa luz azul proveniente del báculo que sostenía el ser maquiavélico y cadavérico, sintiendo como si miles de manos se aferraran a cada extremidad de mi cuerpo hasta hacerme retroceder por completo. La fuerza era avasallante. Las voces de Baltazar, Anastasia e incluso Caronte eran inaudibles. Mis pies batallaban para continuar a su encuentro, aún sabiendo que solo podría ser rechazado, pero éstos no me obedecían a mí…solo podía retroceder. Lo último que ví fueron esos ojos azules en los que me había sumergido todos los días. Excepto que esta vez estaban tristes, llenos de dolor, traición…

Todo se volvió oscuro. Mi cuerpo caía entre las profundidades del agua como peso muerto. Las manos aún continuaban acechándome y llevándome por lo que me parecieron horas hasta que mi cuerpo chocó contra el suelo. Escuché una voz a lo lejos… -“Encuéntrame…”

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Mensaje por Invitado Vie 30 Abr - 3:17:38

Me gire en torno al espejo que parecía haberse materializado por si solo hasta recobrar su completa integridad. Escuche mi voz como un eco vacio que retumbaba en las paredes de una gruta sin fin emitiendo mi propio nombre por un número infinito de veces. Antes de poder pronunciar tan siquiera una vocal, dirigí la vista hacia la cama donde el cuerpo de Anastasia aun parecía tan apacible como si la realidad no la tocara en lo absoluto, tan frágil y tan hermosa como hace tan solo unos segundos cuando la había estrechado entre mis brazos –Ella estará bien… Me contesto aquella voz misteriosa que parecía ser la mía, entonada con fuerza desde lo alto de una torre –¿Quién eres? Dije enfocando mi atención en aquel ser cuyo poder se podría sentir hasta en el centro del Inframundo.

Sus ojos centelleaban hasta iluminar la pigmentación azulada y grisácea de los mismos, vestía la misma armadura resplandeciente que yo acompañada con una capa blanca que descansaba sobre sus hombros y bajaba hasta sus pies, sobre su cabeza, se erigía una corona plateada cuyas piedras preciosas brillaban en todos los colores y en su mano derecha, descansaba una especie de daga electrificarte que parecía ser un pequeño trueno manejado por sus dedos. Aquel hombre, descansaba sobre un magnifico trono de oro que triplicaría la belleza del mío, y observaba al infinito de un lugar que no parecía ser el inframundo en lo absoluto.

No pude repetir la pregunta, ya que al entreabrir mis labios para emitir un sonido, el hombre dedico una mirada severa que perforo mis ojos y removió cada partícula de mi ser con un escalofrío –Ha llegado el momento de liberar a los dioses de la furia de mi hermano… Es hora de que cada uno despierte tal como la profecía lo indica y cada uno ocupe su lugar en el Olimpo… Fruncí el ceño ante aquellas revelaciones que procesaba a toda velocidad en mi cabeza, ciertamente, había escuchado a través de los Oráculos la historia de los Dioses Olímpicos, lo que nos remonta a tiempos antiguos, mucho más de la creación de la humanidad:

"Los Oráculos narraban la historia de la repartición de mundo después de la derrota de los titanes, Zeus se quedo con los cielos y se convirtió en el regente de los dioses, Poseidón tomo el mando de las aguas y los mares, mientras Hades, por su ira autodestructiva y furia implacable contra los demás, fue confinado al reino del Inframundo. Hades, que había luchado contra los titanes creando a una bestia que llevaba su propia sangre, se sintió embaucado por Zeus y decidió cobrar venganza y conquistar el Olimpo y tomar el mandato que él creía que por derecho le correspondía.

El Dios de los Infiernos, libero de nuevo a la bestia que había desterrado en el Tártaro y la uso en contra de los Dioses que habitaban el Olimpo, cerrando las puertas del mismo para que se perdiera en el olvido y maldiciendo a cada una de las deidades para que ninguno pudiera salir con vida, sin embargo, Zeus al notar las intenciones de su hermano, les dio la oportunidad de renacer a cada uno en diferentes cuerpos. Sin embargo, esas reencarnaciones pasaron a ser simples leyendas ya que el Olimpo había desaparecido hace miles de siglos y los Dioses Olímpicos nunca más volvieron a aparecer. Hasta ahora…"


-Hades nunca tomo el poder del Olimpo… Las puertas se cerraron y Zeus se aseguro de cerrarlas tras él para que su hermano nunca pudiera entrar… Negué con la cabeza ante lo absurdo que parecía rendirle explicaciones a un simple reflejo sobre el espejo que probablemente fuera producto de mi imaginación traicionera -¿Por qué yo? Soy el hijo de Hades, el heredero del Inframundo… ¿Cómo podría derrocar a mi propio predecesor? Él es un Dios y yo sólo soy un simple demonio... Aquel hombre con un gesto autoritario, golpeo el apoya manos de su trono con una fuerza descomunal, que contrasto con un trueno que dividía el cielo rojo de la Ciudad de Fuego. –Hades solo quiere condenarte a tomar su lugar en el Inframundo! Te ha engañado! Te ha mentido! Pero eso está en la naturaleza de mi hermano… Completo con indignación bajando la mirada con completa ira desbordante, que después alzo nuevamente para arrebatarme el aliento con su mirada –En tus venas, no corre la sangre del Dios del Inframundo… Su rencor esta evocado en ti desde los inicios de los tiempos cuando ocupabas el máximo trono en el Olimpo… Es hora de que admires la grandeza de tu destino y dirijas a tu verdadero reino a la gloria… Su voz resonó como un trueno que estremecía las paredes del dormitorio.

Trague con dificultad ante la verdad expuesta ante mis ojos –Yo no soy hijo de… Incluso su nombre me resultaba difícil de pronunciar, como si mi lengua repudiara el hecho de modular aquella palabra que describía el nombre de mi… Del Dios del Inframundo… Ahora comprendía muchas cosas, siempre me había odiado porque no llevaba su sangre en mis venas. Había luchado infinitas veces contra mí, pero a la final me concedió el trono de su reino, obligándome a gobernar en este lugar para mantenerme vigilado en todo momento, tenerme bajo su poder, hacerme esclavo de su propia condena como una herencia maldita que se tatuaba en mis muñecas. Alce mis manos para ver los grilletes a los que había sido sometido, y en cambio, los tatuajes que representaban mi maldición, habían desaparecido sin dejar rastro alguno. –La verdadera pregunta, Renzo, no es ¿Quién soy yo? Si no, ¿Quién eres tú? Dijo aquella voz fantasmal del espejo, cuya imagen era suprimida lentamente y reemplazada por la mía.
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Mensaje por Invitado Vie 30 Abr - 4:52:26

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La lenta procesión hasta las puertas del Tártaro había comenzado, los minutos y los segundos comenzaban a viajar en su cuenta regresiva mientras los Oráculos acercaban sus tijeras a los hilos del destino para cortar la línea que representaba mi vida. Podía sentir como mi energía me abandonaba. Como una a una mis memorias eran devastadas convirtiéndose en ruinas vagas dentro de mi cabeza. Como las esperanzas eran reemplazadas por el vacio indeleble que podía palpar con cada paso con que me acercaba. Como la siniestra muerte me abatía en el largo camino que recorrería sola a través de los rincones del Tártaro.

Solo me dejaba llevar por inercia, cada impulso de las cadenas marcaban el ritmo de mis pasos como los tambores incentivaban a los remos de un barco… ¿Barco? ¿Alguna vez había subido en uno? Trate de observar hacia atrás para asegurar que había llegado hasta aquí en una embarcación, pero la desidia ocupo mis pensamientos, dejándolos al olvido mientras bajaba la mirada y trataba de enfocarme en el único recuerdo que deseaba conservar en mi transito por el mundo de los muertos –Patrick… Dije casi en un susurro apenas audible que rozo mis labios con el agua de un manantial exquisito que refrescaba mi alma. ¿Alma? ¿Acaso yo tenía una?

Sonreí esforzadamente con amargura cuando escuche su voz a lo lejos, era como si realmente lo tuviera tan cerca, tanto que pudiera correr a sus brazos para refugiarme de esta tortuosa pesadilla a la que comenzaba a resignarme. Sin embargo, no levante la mirada… ¿Para qué? Para que la desilusión nuevamente me golpeara en el rostro y me mostrara lo que había dejado atrás en un mundo donde lo había tenido todo… Amor, familia, alegrías, tristezas, amigos, ¿Traiciones? Incluso esa palabra sonaba tan familiar aunque no recordaba la razón.

Sacudí levemente mi cabeza mientras escuchaba las voces de Caronte junto a otro sujeto, no había notado la presencia de más personajes en mi camino hacia mi destino, por lo que supuse que las puertas estaban abiertas y algunas personas me recibían en su interior. Aunque francamente, lo único que estaba al alcance de mi vista era el mármol oscuro y envejecido de las escaleras hacia el portal. Levante la mirada por un instante, admirando el brillo naranja que emanaba por una pequeña ranura de las puertas del Tártaro que comenzaban a abrirse para mi bienvenida –Es tan… Hermoso… Dije con la mirada perdida en aquel esplendor difuso que llenaba de calor mi gélido cuerpo.

Mis pasos reaccionaban instantáneamente moviéndose hacia aquella dirección, no estaba consciente o incluso mi voluntad no dirigía mis propios pies que se encaminaban en aquel dulce brillo que aclamaba mi nombre como un arrullo una y otra vez… ¿Cuál era mi nombre? ¿Tenía uno? O solo eran susurros fantasmales de las ánimas que allí habitaban… Escuche una lucha tras mi espalda, un choque entre metal y madera, gritos, palabras… Cosas extrañas que escuchaba como un eco a distancia y que no podía comprender. Mis dedos se posaron sobre la grieta de la puerta y me esforcé en abrirla un poco más para poder entrar y refugiarme en ese dulce lugar, hasta que una suave mano masculina se poso desde adentro sobre la mía dejándome ver la mitad de su rostro –No debes estar aquí… Tu lugar es junto a tus seres amados… Pero aun tu destino no es en el panteón de los muertos… Un sollozo escapo entre mis labios a la vez que las lágrimas descendían limpiando mi mejilla –Yo… He muerto… Aquella mano se poso sobre mis labios acallando cualquier palabra y limpiando las gotas cristalinas que se volvían cálidas a través de la pequeña brecha –Tranquila, amor… Tranquila… Tu vida apenas comienza…

Negué varias veces con la cabeza, aferrándome a la idea de la calidez de su toque sobre mi rostro, comencé a forcejear con más fuerza para obtener un poco más despacio por donde escurrirme e ingresar a buscar al autor de aquellas palabras tan tiernas que me había dedicado, hasta el momento, en que aquel brillo descomunal se abría paso mientras las puertas cedían ante mi esfuerzo. En el preciso instante en que di un paso hacia la luz, un enorme tridente dorado actuó como polea para abrir las puertas, saliendo de allí un hombre de estatura colosal que me hizo retroceder.

Repentinamente, ante mis ojos se convirtió en un trueno de energía azul, que viajo con fuerza y gran velocidad hacia la marea oscura de Aqueronte, separando y agitando las aguas del rio como si allí impactara un meteorito. Parpadee vagamente con mi mirada perdida que regreso a las puertas que ahora se cerraban ante mis ojos, cuando intente entrar por la pequeña brecha que quedaba, un ave negra gigantesca sujetó las cadenas que retenían los grilletes que apresaban mis muñecas y las alzo en su vuelo, elevando mis manos y levantando mis pies del suelo en medio de mi forcejeo –No!!! Déjame ir! Le grite con todas mis fuerzas antes de caer sobre el suelo de madera de un mediano bote aparcado en el río.


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Mensaje por Invitado Vie 30 Abr - 21:48:26

Los insultos de Caronte me sonaban tan cotidianos como términos afectuosos en un partido de póker, o de baloncesto, o de futbol que entre colegas se gritan en medio de la euforia… ¿O no? Fruncí el ceño sintiéndome aludido por un momento… Caronte tenía razones de sobra para odiarme, lo había engañado a él y a la parca, me había mofado en su propia cara y en su territorio, y sin obviar el detalle que cuando regrese a la vida, me convirtieron en un demonio de alto rango que comandaba las legiones de elite de su jefe. ¿Cómo había sido posible todo eso? Había tenido un entrenamiento riguroso, y en las batallas por lo general salía ileso, pero…

Antes de continuar divagando entre mis múltiples preguntas, vi la reacción del barquero ante la cercanía de Patrick, arremetiéndolo con un extraño poder proveniente de su báculo, pero en el preciso instante en que intentaba intervenir, gire mi rostro en torno a Anastasia que intentaba abrir por su cuenta las puertas del Tártaro y mantenía una conversación con una especie de ente brillante que luchaba por salir No abras las malditas puertas!!! Grite con desesperación mientras me saltaba los escalones con una carrera frenética. La carcajada de Caronte resonó por cada espacio de aquella entrada del calvario, sin embargo, mi cabeza solo estaba enfocada en intentar que esta travesía tuviera un mejor final que el de velar por mi única hermana sobre una tumba anónima en el cementerio… Otra vez…

No! Anna! Mis gritos se tornaron en una exigencia gutural, haciendo que reaparecieran las marcas nuevamente en mis brazos que ardían como si yo estuviera bañado con un manto de fuego. Me detuve en seco cuando una enorme criatura comenzó a salir con una figura fantasmal de entre las puertas Por los Dioses! Dije algo atónito al ver aquel tridente que se alzaba por lo alto de su descomunal estatura ¿Este tipo era un edificio o qué?… Exprese con agobio alzando mis ojos para ver el rostro del bastardo en medio de tanta barba. Hijos de P#%$... Mataron a Santa Claus! Complete en tono de burla esperando que solo el pie del gigante no me aplastara como a una cucaracha antes de llegar hasta mi hermana… Pero antes de volver a pensar (ni que en momentos como estos, lo hiciera realmente), Anastasia estaba frente a la entrada que marcaria nuestra perdida por toda la eternidad.

Sentí algo extraño en mi organismo, como si tuviera las fuerzas de hacer que de mi espalda brotaran alas y volar hacia ella. Como si tan solo con extender mi mano, pudiera hacer la retroceder, pero antes de poder retomar mi carrera hacia mi hermana, escuche un lento aleteo fuerte que barrió con todo el polvo del lugar. Paso una sombra volando a escasos centímetros de mi cabeza, sintiendo como el viento y la fuerza de roce me impulsaron a caer hacia adelante, viendo con mis ojos desorbitados como el ave que nos había traído hasta acá, halaba las cadenas de Anastasia y la elevaba por los aires para devolverla al barco. Fruncí el ceño con extrañeza ya que, ¿Por qué el ave haría eso? Era como si supiera con exactitud cada uno de mis deseos, o peor… Que estuviera conectada mentalmente conmigo… ¿Tenia cerebro de pájaro?

Sacudí mi cabeza y me levante del suelo realmente furioso (para variar), solo para admirar frente a mis ojos, como Caronte tomaba su jodido báculo y lo apunto contra el pajarraco. Me transporte frente al barquero sujetando su bastón de madera con una sola mano para obligarlo a bajarlo No jodas con mis cigarros… No jodas con mi familia… Pero sobretodo, NO JODAS A MI MALDITO PAJARRACO, SUCIO BASTARDO!!! Gruñí con los ojos enfebrecidos y llenos de fuego puro, impulsando mi cabeza hacia la suya para propinarle un fuerte golpe en el cráneo. Apenas cedió un solo paso hacia atrás, hale su bastón y lo partí en dos con mi pierna, lo arroje al agua y desenfunde mi daga cuyo filo nuevamente se había alargado hasta convertirse en aquella espada que podía mover con gracilidad.

Aguarde un instante cuando Caronte se abalanzo sobre mi rostro y comenzó a aspirar mi energía con solo su mirada, pero nuevamente mis instintos se adelantaron a mis pensamientos, propinándole un golpe en el epigastrio para luego alzar mi espada y separar su cabeza de su cuello. Lo había decapitado de un solo corte sin mucho esfuerzo, sin embargo, Caronte poseía aquella mística propiedad de que no podría morir en su propio territorio. En pocos instantes, volvería a regenerarse. El ave grazno desde el barco como una señal de alerta de que el agua comenzaba a sacudirse, parecía un maremoto en las aguas de Aqueronte Patrick!!! Exclame su nombre con fuerza hasta que mi voz fuera escuchada en los rincones más recónditos del Inframundo. Escuche un siseo del pajarraco que continuaba aleteando como si de algún peligro se tratase, hasta que mis ojos casi se salen de sus cuencas cuando una ola de más de dos metros se formaba ante nosotros. Eso no parece algo bueno… Dije con una atípica seriedad, emprendiendo una nueva carrera hacia la barca para resguardar a mi hermana.
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Mensaje por Invitado Sáb 1 Mayo - 2:43:26

¿Cuántas veces había estado al borde de la muerte? En mi corta edad como humano, contarlas era como detenerse a enumerar las estrellas en una noche común; te perdías después de la quinta, con suerte en la séptima. Pero esta era la tercera vez que me veía en una situación semejante, mi renacimiento como vampiro y como demonio, y ahora al parecer; finalmente terminaría donde siempre debí haber estado. No había más oportunidades. No las merecía y no las esperaba. Estábamos en el Inframundo, donde las almas de los muertos residían y eran condenadas, no beneficiadas. ¿Así termina todo? Tan tajante, tan… ¿trágicamente? ¡Demonios! Había llegado hasta las puertas del Tártaro para dejarle partir sin luchar. ¿Esto era todo? ¿Así culminaba nuestro encuentro en el Hall? ¿En el Inframundo? ¿Un reencuentro con Amber era la maldición para terminar con tantas vidas? No. Baltazar lo lograría. Ella y nuestros hijos seguirían, Moroni no lo permitiría. Una sonrisa se extendió en mi rostro ante la afirmación a la que sometía mi mente para no dejarme llevar por la locura. El agua estaba tan calma a diferencia de la agitación que se extendía en mí. A lo lejos podía percibir un halo de luz. ¿Qué estaría pasando en la superficie? ¿Estaba ella en manos de su hermano? ¿Había cruzado las puertas del Tártaro?

Moví mis piernas y el dolor recorrió mi espina dorsal. El agua parecía una maldita prisión. ¡Maldita sea! Esto no estaba bien, ¡nada lo estaba! Oscuridad era lo que siempre me había seguido y oscuridad era todo lo que obtendría al final. Mi cuerpo dejó de moverse. Extrañamente, las manos que me habían halado y aprisionado para no llegar hasta ella se habían extinguido de la misma forma en que habían aparecido. Entonces… ¿por qué…? Lo sabía. Esta ya era mi muerte. Quizás incluso ya estaba muerto y solo era un alma vagando. Nuevamente intenté mover mi cuerpo. Si todo había terminado mal, al menos podría acompañarle a donde quiera que fuese. ¿También sería ésta otra promesa rota? ¿Ni siquiera después de la muerte podría verle? El halo de luz se hizo tan intenso que me cegó por completo. Un hombre gigante con un tridente aún más alto que él, apareció frente a mí…solo… ¿observándome?

Su mirada era penetrante, aterradora y poderosa; daba la sensación de que en cualquier momento alzaría la mano para atravesarme con el enorme tridente que empuñaba con tanta fuerza. Ni siquiera había notado que el aire no le faltaba a mis pulmones. En efecto, estaba… No estás muerto. La voz resonó en mi cabeza, aunque eran los labios de aquel ser terrorífico los que se movían, hablando con una fuerza titánica que hacía temblar las aguas a nuestro alrededor. El suelo comenzó a resquebrajarse en un zigzagueo perfecto cuando el ser desconocido tocó el mismo con la punta del tridente. Unos enormes ojos amarillos se asomaron por el piso resquebrajado observándome con detenimiento. Así que Zeus lo ha logrado. La voz resonó tras mi espalda, ni siquiera le había visto moverse. Hades pagará mi encarcelamiento. ¿Zeus? ¿Hades? El ser apareció de nuevo frente a mí con una mueca de fastidio y hastío. Ni siquiera conoces ¿quién soy?

Las aguas comenzaron a agitarse con fuerza ante la vibrante voz de Poseidón, mientras él colocaba las tres puntas filosas de su tridente sobre mi cuello. Señor de las Aguas. Dios de los Mares. Agitador de la Tierra. ¿Te suena alguno? Cada palabra proferida por el Dios Griego retumbaba con una fuerza descomunal abriendo el suelo aún más. Las marcas que me conferían como uno del Círculo comenzaron a brillar con fuerza y después solo se desvanecieron. No estás más al servicio de Hades. Aumentó la presión que ejercía en mi garganta con aquél enorme tridente. Es hora de tomar el lugar que siempre nos ha correspondido. Dichas esas últimas palabras, nuestros cuerpos fueron envueltos por un huracán formado por las mismas aguas de Aqueronte, elevándonos hasta la superficie… Podía sentir como mi cuerpo era invadido por una fuerza descomunal y como el agua se convertía en uno mismo conmigo. No sabía por qué me ayudaba, pero sobre esta agua se encontraba mi esposa, así que no me detendría a indagar y a perder más el tiempo. Tomé la daga de Darius con fuerza y ésta de pronto se convirtió en el tridente que antiguamente había estado en manos de Poseidón, incluso el huracán de agua que nos había envuelto se había disuelto dejándome a mí...¿solo? ¿Qué signi…? Bajé la mirada para notar que la criatura de ojos amarillos había emergido junto conmigo, sosteniéndome sobre su enorme cabeza. Parecía saber que mi destino era la barca donde…el alivio me envolvió y las aguas se agitaron con fuerza golpeando la barca en donde se encontraba Baltazar y mi esposa.
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Mensaje por Invitado Sáb 1 Mayo - 21:40:38

La imagen de aquel hombre cuya fuerza era irradiada a través de su mirada poderosa desapareció en el reflejo que vislumbraba solo a mi demonio interno cuyo único recurso en este momento era el de luchar contra el único ser que había llenado mi vida de mentiras y que me había robado mi identidad. ¿Quién soy? Resonó esa pregunta una y otra vez en mi cabeza como un contraste oscuro de mi inseguridad. ¿A qué se refería aquel Rey con tomar mi lugar? Volví la mirada hacia mis muñecas intactas cuyas marcas parecían nunca haber existido, al igual que el resto de mi historia.

Una centella extraña atravesó el cielo rojo de la Ciudad de Fuego, abriéndose camino entre las nubes oscuras con destino al Tártaro. ¿Qué estaría sucediendo allí? ¿Lo habrían logrado? Y aunque la seguridad en la aseveración del desconocido me había llenado de una extraña calma, no podía evitar desconfiar incluso en mis propios instintos. Me quede con la mirada perdida en el horizonte negro e implacable… lo que yo creía mi único hogar, ya no lo era… Lo que yo pensaba en acatar como misión, era totalmente falso… Todo se resumía a un gran abismo sombrío en mi cabeza que únicamente seria esclarecido por algunas respuestas… Unas que debían ser objetivas y certeras… -Los Oráculos… Manifesté con voz grave girando la mirada hacia las Montañas del Calvario, donde se alzaba la Muralla de llameante de la Penumbra. Hasta el momento, era mi única alternativa.

Sin embargo, no podía marcharme en este preciso instante cuando la esencia y el cuerpo de Anastasia dependían de mi energía, si me atrevía a dejarla en éste estado y no le proveía de la suficiente vitalidad a su cuerpo, su alma no hallaría el camino de vuelta y jamás volvería a despertar. –Estarás bien, mi adorada Emperatriz… Incluso esas palabras comenzaron a sonar vacías, ¿En qué le afectaría a ella esta revelación? Entre sus venas aun corría la sangre legitima de Hades, y por lo tanto, no le negaría su trono a su ahora “única heredera”. No obstante, no dejaba de preocuparme su destino en este lugar sin mi ayuda.

A pesar de que contaba con el apoyo y protección de Patrick, no podía estar completamente seguro de que ella estaría bien… Un error de esta magnitud la había llevado a los designios de Caronte y hasta las mismísimas puertas del Tártaro, ¿Qué seguiría luego? ¿La vida de sus hijos? Negué con la cabeza tratando de aplacar mis propios miedos y temores, tenía que ser un poco optimista por ella y por Baltazar que estaba cruzando esta travesía con la esperanza de volver a verla de nuevo. Mis ojos brillantes continuaban posados sobre su hermoso rostro en el cual, a pesar de las circunstancias, aun lograba perderme por completo. Tome su mano entre la mía tratando de irradiar otra descarga de energía para mantener sus funciones vitales activas por el tiempo que nos quedaba.

Anteriormente, mi energía era como una onda oscura que era expulsada de mi cuerpo para ser introducida en el de ella, pero ahora, simplemente la sentía fluir, retroalimentándose con la suya, intercambiando cada esencia que ambos compartíamos a través de nuestro nexo o conexión, bañándola con una extraña luz plateaba que empapaba su piel en una especie de escarcha tornasol resplandeciente… No me había sorprendido ante la omnipotente hermosura que reflejaban mis ojos, así era como siempre ella estaría ante mis ojos. Alce la mirada hacia la puerta cuando sentí la llegada de uno de los guardias de honor que se encargaba de mi seguridad en el palacio –Prepárate… Iremos a realizar una visita a los Oráculos. Concrete con completa seguridad al sentir una extraña vibra proveniente de un lugar lejano, lo cual, me arranco una media sonrisa misteriosa y llena de satisfacción. –Ellos están cerca… Concluí sin mirar hacia atrás, hasta el momento que una tormenta eléctrica azotaba la Ciudad de Fuego y todo el vasto imperio de la perpetua oscuridad. Después de una reverencia de mi sirviente y su retirada posterior, mire sobre mi hombro una luz que se alzaba a lo alto en medio de las nubes negras que recubrían nuestro sol eclipsado...
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Mensaje por Invitado Sáb 1 Mayo - 23:04:07

¿Por qué estas personas me habían alejado de aquella cálida luz? ¿Qué crimen tan atroz había cometido para merecer esto? Me mantenían cautiva con cadenas y enviaban a su tenebrosa bestia para llevarme de regreso a aquella barca. Atacaban a un viejo hombre que al parecer, intentaba defenderse y había sido decapitado de una forma brutal frente a mis ojos por aquel hombre calvo. Al mismo tiempo, las aguas de aquel rio oscuro se removían y formaban un gran torbellino en la superficie que la bestia que sujetaba mis manos pudo esquivar a tiempo. Me dejo caer de espaldas contra el suelo de la embarcación cuando aun yo posaba mis ojos en la brecha ya extinta en la que sería mi morada. –No. Dije en un corto sollozo al sentarme sobre el suelo con una extraña humedad recorriendo mi rostro.

No recordaba las extrañas palabras de aquel extraño a través de las puertas, ni su rostro o algún gesto que forzara a mi memoria a hundirse en los recuerdos. Tal vez ya los habría perdido todos en el momento que… Un segundo… ¿Cómo me llamo? ¿Quién soy? ¿Quiénes son todos estos desconocidos? La histeria se fue propagando lentamente a través de cada trama nerviosa de mi cuerpo, contrayendo mis pupilas y tensando cada musculo que revestía mis extremidades. Logre sentarme por un instante y abrazar mis propias piernas, hasta que un gran muro de agua comenzó a levantarse como una fuerte muralla frente a mis ojos.

El ave atrás de mí, comenzó a agitarse; batiendo sus alas con violencia, graznando como si fueran gritos aterradores y gruñendo a la formación acuosa que amenazaba a nuestro barco con un seguro naufragio. El temor comenzó a manifestarse en mi rostro cuando comencé a ponerme en pie, tratando de liberarme de los grilletes y caminando a tumbos a través de la barca para intentar llegar al extremo opuesto de donde se orientaba la ola. No obstante, al girarme con rapidez, tropecé con mis propias cadenas que llevaba a rastras por el suelo, cayendo justo en dirección hacia aquel hombre calvo con horripilantes tatuajes brillantes en el rostro –Suéltame!!! Le exigí forcejeando con él, retrocediendo nuevamente a pesar de que me ofrecía su mano para salvaguardarme pero… ¿Cómo podía confiar en alguien así?

Preferí correr directo hacia la ola que entregar mi vida a ese ser violento y salvaje, alce mis manos aun sujetas por encima de mi cabeza antes de saltar por encima de la barandilla de la barca directo hacia el agua donde se alzaban unas manos cadavéricas y fantasmales que me darían una cálida acogida menos dolorosa de lo que sería a manos de ese ser y su bestia. La voz de aquel hombre sonó con desesperación y furia cuando el agua me recibió por completo en su interior y me guiaba hasta el fondo del mismo por las manos fantasmales de las ánimas que habitaban entre sus mareas.

Mi cuerpo comenzó a ser azotado por la violenta marea que se concentraba en el centro del remolino. Sin darme cuenta, era atraída hacia éste con rapidez a pesar de mis esfuerzos por tratar de nadar en dirección contraria. Sentí los embates de los corales y las rocas que golpeaban mis costillas y mi rostro, hasta que un fuerte impacto me dejo catatónica ante el golpe final que había recibido mi cabeza… La misma ola me impulso de nuevo hacia la barca, pero con la brusquedad de la marea y mi resistencia arraigada, la parte trasera de mi nuca golpeo contra el fondo de la misma dejando un tono carmesí flotando por todas partes de mi alrededor. El dolor había sido tan intenso, que incluso solo pude alzar el rostro para determinar que tan lejos estaría la superficie, pero en cambio, deje escapar mi ultimo aliento que emergía con pequeñas burbujas y cerré mis ojos como entregándome a la melancolía del destino incierto en el fondo de aquellas aguas y del abismo de la muerte.
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Mensaje por Invitado Dom 2 Mayo - 0:03:25

Corrí a través del muelle que comenzaba a derrumbarse por la ira de los mares de Aqueronte, que se revelaba ante nosotros como una ola colosal de más de 3 metros de alto que en cualquier momento dejaría caer su puño acuoso sobre nuestros cráneos para pulverizarlos como fueran nueces. Demonios! Exclame al detenerme en seco al notar que mitad del dique estaba sumergido bajo las aguas. Sin pensar demasiado (como era mi costumbre), retrocedí unos pasos y tome impulso para saltar al barco de Caronte, que “tomaría prestado” para emprender nuestra partida hacia el Palacio de Fuego con la victoria de recobrar el alma de Anastasia en nuestras manos. Patrick! Lo llame una vez más, observando a través de una de las barandillas del barco. Caronte lo había hechizado de algún modo para mantenerlo cautivo bajo el agua y convertirlo más adelante en una de sus animas sumisas que movían este bote.

No negaría que un sentido de alarma se disparo en mi mente cuando escuche los graznidos del pajarraco. En efecto, lo que parecía ser un maremoto se estaba formando frente a nuestros ojos y no teníamos forma de evitarlo. Tal vez podría intentarlo, controlando el agua y escudándonos de la arremetida, pero el barco no lo resistiría y cualquier esperanza de una feliz escapatoria se quedaría en el fondo de este maldito río. Maldición! No solo maldije con mis labios, si no que con cada revolución de mi mente, había una vociferación en el antiguo idioma por verme envuelto en esta clase de aprietos. ¿Por qué nunca podía surcar el camino fácil? ¿Por qué siempre me tocaba la peor parte?

Comencé a buscar a mi hermana para ponerla a salvo (o al menos, intentarlo), hasta que como por una señal de los Dioses Sagrados del Olimpo, ella llego a mí antes, tropezando con sus cadenas mientras yo la atajaba de la caída entre mis brazos. Ven conmigo, hermana… Tenemos que sacarte de aquí… Exactamente, no sabía la razón de por qué hablaba aun en plural… Nosotros, era igual a Patrick y yo, donde Patrick reposaba en el fondo del río y yo estaba solo con el ave tratando de salvarla. Ella me observo como nunca antes lo había hecho, con terror sembrado en sus ojos y un extraño nerviosismo que la hacía temblar ante mi acercamiento lento y cauteloso No temas… No voy a hacerte daño… Levante mis manos como una señal pacifica al mismo tiempo que la miraba a los ojos y extendía mi brazo hacia ella Toma mi mano y déjame sacarte de aquí… No tenemos mucho tiempo por lo que… Antes de que pudiera terminar aquella frase, Anastasia comenzaba a retroceder y a intentar huir de mí.

¿Qué le pasaba? La respuesta era que, al estar demasiado tiempo en el Tártaro sin una forma física, los recuerdos y memorias comenzaban a esfumarse hasta convertir a su mente en un paisaje en blanco que solo podría volver a colorearse con la divina locura de la tierra de los muertos tras esas puertas malignas que afortunadamente no había llegado a cruzar por nuestra oportuna intervención. Sin embargo, ella estaría confundida, aterrada, preguntándose demasiadas cosas a la vez sin obtener respuesta alguna… Pero bien sabio en mis largos siglos de vida, que la desesperación llevaba a cometer errores de proporciones garrafales.

No!!! Grite casi en un gruñido cuando trate de alcanzarla al mismo momento en que había saltado por la borda del barco, haciéndome olvidar por completo aquella marejada que pronto rompería justo al ras de mi cuello Anaaaaa… Grite con ferocidad, saltando de igual forma hacia el agua con la esperanza de recuperarla. Pero la última imagen que logre ver, fue la de varios fantasmas espeluznantes abrazándola en las profundidades y aferrándose a ella como unos parásitos sedientos de sangre. Nade con todas mis fuerzas para tratar de alcanzarla, esquivando a las ánimas que sostenían mis brazos y piernas, conteniendo el aliento y tratando de mantener al mínimo mi angustia. Pero todo eso quedo entre el agua cuando su oxigeno abandono sus pulmones y el agua comenzó a tornarse tan roja como la sangre…

El aire comprimido en mis pulmones creaba un ardor maligno como si el fuego más puro quemara todo órgano a su paso. Oprimiendo mis pulmones y corazón, haciendo que mis ojos parpadearan con más rapidez y que mis brazos se azotaran en dirección a la superficie para recobrar más aire y volver, pero al emerger, pase mi mano por mi cabeza rapada sintiéndome a la deriva en medio de un mar de lamentaciones. Hermana… He fallado… Perdón… Y también defraudé a Patrick... Manifesté finalmente sin fuerzas para continuar.
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