Nightfall Castle
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El Palacio de Fuego [Privado]

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El Palacio de Fuego [Privado] - Página 3 Empty El Palacio de Fuego [Privado]

Mensaje por Invitado Jue 22 Abr - 14:24:26

Recuerdo del primer mensaje :

El Palacio de Fuego estaba tallado con piedras preciosas de ardientes brillos. El suelo era de ágata y cornalina, con juegos marmóreos cambiantes y vivos, un suelo tan impoluto como el cristal, que ardía sin quemar ni consumirse. La apariencia era tan magnífica e irradiaba un inmenso poder con tan solo posar la mirada en las columnas que se erigían como un gigante aplastante…justo como me sentía en estos momentos, aplastado, derrotado, vacío, una marioneta que era guiado por los designios del Destino…las ganas de continuar existiendo eran consumidas por el fuego crepitante de los ríos del Infierno, sumergiéndome en un laberinto sin salida… mi alma inmortal era absorbida por un dragón lanzallamas sin reparo alguno y el corazón que había dejado de latir desde que había muerto como humano ahora estaba siendo arrancado de raíz, cediendo sin impedimentos, dejando solo un lugar hueco en el pecho envuelto en caos, destrucción y dolor …

Mi espalda hizo contacto con algo sólido…finalmente algo de donde sostenerme…forzaba a mi cuerpo a mantenerse consciente…obligándole a tragarse todo el dolor del que había sido causante…tenía que convivir con las imágenes que se repetían en mi mente…las que atestiguaban la felicidad que había destrozado sin repudio alguno…

Dejé escapar una carcajada lleno de dolor y odio. ¿Todo en mi vida se reducía a esto? Clavé la mirada en la pared que se encontraba frente a mí, perdiéndome en los intrincados símbolos que se lograban apreciar sin esfuerzo alguno. La pared que me sostenía (ahora lo comprendía) permitía que mi espalda resbalara para caer sentado y con las rodillas dobladas en el suelo. Con la mano empuñada di un golpe con fuerza producto del dolor que ya no lograba hacer salir de dentro de mí, notando con indiferencia como los huesos sonaban con un pequeño crack al romperse. Alcé la mano para dar otro golpe al sueño marmóreo cuando escuché un suave jadeo…tan ligero que lo más probable era que se tratara producto de mi imaginación…de mi único deseo que era escucharle de nuevo.

Coloqué las palmas sobre el suelo y al aplicar fuerza sobre éstas para levantar mi cuerpo, el dolor de los huesos que estaban fuera de su lugar, me hizo flaquear y ceder de nuevo. Después del segundo intento, logré acercarme al cuerpo inerte de Anastasia…sus cabellos como el ébano estaban esparcidos sobre la almohada contrastando con la tonalidad blanca de la funda de éste…su cuerpo estaba cubierto por una fina bata blanca que le daba la apariencia de estar serena, en paz y…durmiendo…la herida en su pecho había cicatrizado desde que habíamos cruzado el portal…era una lástima que no pudiese sanar así las heridas en mi pecho… Falsa alarma Centenares de veces, en los últimas fracciones de minutos mi mente me engañaba haciéndome creer que sus labios emitían sonido alguno. Caí de rodillas a un lado de la cama donde estaba ella y tras limpiar la mano sobre mi pantalón, tomé la suya entre la mía, entrelazando nuestros dedos. Despierta, princesa.

Un ruido extraño me hizo girar el rostro hacia las enormes puertas que se mantenían cerradas y custodiadas por dos demonios. Si alguien más osaba entrar para perturbar el espacio de Anastasia, cruzar palabras sería lo último en mi lista…


Última edición por Patrick Sinclair el Vie 23 Abr - 2:01:58, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Dom 2 Mayo - 2:39:51

El enorme tridente que empuñaba con fuerza y que había sustituido la magnífica daga de Darius parecía llevar el don de mando de la criatura que me sostenía sobre su extraña apariencia verdosa. ¿Qué clase de monstruo era? No tenía la menor idea, pero con los gigantescos escorpiones con los que nos habíamos topado en la entrada deseaba dejar ese tema. Temía que en cualquier momento éste perdiera el control y me dejara caer de nuevo entre las profundidades del río que se tornaban negras, ponzoñosas y turbulentas. Una enorme ola se alzaba frente a nosotros, tan gigantesca como el tamaño de aquél Dios que me había hablado.

¿Acaso esto solo era producto de mi subconsciente? ¿En qué momento me había detenido siquiera a pensar en Poseidón e incluso en el mismo Zeus? A este paso la barca que mantenía a…Un momento…Como si los movimientos de la criatura fuesen controlados por mi mente, éste se detuvo abruptamente; a diferencia de la cortina de agua que se alzaba frente a mí y continuaba su curso. Solo quedaba el pajarraco que Baltazar y yo habíamos utilizado para acortar el trayecto hasta las puertas del Tártaro. Juraba por los Dioses (Irónico que los mencionara ahora) que hacía solo un momento Anastasia y el Duque se encontraban dentro de la barca de Caronte.

Como si el tridente tuviese vida propia, una luz intensa como el azul del mar en un día de verano, brotó de las tres puntas del mismo, enviando un rayo que impactó con una fuerza titánica al cuerpo cadavérico y putrefacto de Caronte que comenzaba a reconstruirse. No eres más que un lacayo de Hades. Ni el mismísimo Dios del Inframundo puede controlar las aguas que recorren su inmundo Reino. La voz retumbó haciendo temblar las mismísimas puertas del Tártaro, dando la sensación de que éstas empezarían a resquebrajarse en cualquier momento.

Los graznidos del pajarraco llamaron mi atención y la ola de casi tres metros se quedó inerte frente a la barca de las almas errantes. La misma ola comenzó a formar un hipnotizante movimiento en el sentido contrario a las manecillas del reloj, agitando con brutalidad las aguas del Río Aqueronte. Era toda la ira contenida de aquél Dios que extrañamente había aparecido y desaparecido de la nada. Entorné mis ojos con fuerza observando como Baltazar emergía de las profundidades del agua. ¡¡No!! Un rugido estalló de mi garganta y en ese momento aparecieron cientos de remolinos dentro de las aguas, llevándose todo a su paso; las ánimas danzaban alrededor de cada uno de éstos, flotando como cientos de peces concentrados en un mismo punto.

Sin detenerme a pensarlo y sin saber que haría hasta que la tuviese entre mis brazos, me lancé en picado en las turbulentas aguas. Solo esperaba que Baltazar fuese afortunado y lograra subirse a la barca de Caronte. ¡Esto no ha terminado! La voz gritó dentro de mí. ¡Demonios! Estaba loco, peor que el Duque; Patrick, Arthur y ahora una tercera voz? Como si conociera su ubicación mis pies me llevaron hasta el cuerpo de Anastasia. Era extraño, pero los remolinos no tenían ningún efecto en mi cuerpo, no me arrastraba como todo lo demás y mucho menos a ella. La protegían, la resguardaban como una perla… ¿De qué o quién? No estaba seguro. Nada importaba…

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Mensaje por Invitado Dom 2 Mayo - 3:48:32

Estaba frente al balcón del dormitorio de Anastasia, admirando el atípico panorama lluvioso donde el cielo estallaba en varios truenos brillantes que iluminaban tenuemente la Ciudad de Fuego, aunque realmente, la precisión de mi mirada estaba enfocada en el Palacio Negro que estaba cubierto por completo por una neblina turbia y oscura que le funcionaba de campo de fuerza en algunas oportunidades. Ese lugar de aspecto tan siniestro como su portador, por lo general estaba custodiado por sus arpías y gárgolas que sobrevolaban el espacio en su alerta permanente, pero ésta vez, ocurría algo extraño como todo lo que hoy acontecía en este reino subterráneo. Aquellas aves terroríficas, emigraban hacia el sur alineadas como la punta de una flecha con dirección hacia el Tártaro.

Fije mis manos sobre el barandal y agudicé la vista, triplicando ese sentido para lograr alcanzar mi objetivo a distancia, notando que las puertas negras de Aqueronte permanecían abiertas y sin custodia alguna. –Con que enviaste a tus mascotas a cerrar las puertas y evitar que nadie pudiera salir del abismo de las tinieblas. Dije como una especie de monologo sombrío como si tuviera al mismísimo Hades ante mi presencia. No tenía la certeza de que él supiera lo que hoy había sucedido, o si tenía conocimiento acerca de aquel hombre que me había hablado desde el espejo, pero no podía descartar de que se tratara solo de una más de sus trampas para imposibilitarme el camino.

-Mi Lord, hay una movilización de ogros y bestias hacia las puertas negras del Tártaro. Y una congregación de Warlocks se moviliza desde el este también. Asentí una vez ante mi fiel consejero que velaba por mis intereses aunque su vida pendía de un hilo. Era como una especie de muchos espías que tenia bajo mi mando, mi guardia principal vigilaban de cerca los movimientos de los seguidores de Hades como también de algunos insurrectos de la Corte, y eran muy eficientes en cuanto a… sacar del camino a ciertos obstáculos menores que se me oponían como el anterior líder de la monarquía infernal. –Retírate… Informa a los demás que en menos de media hora partiremos con dirección a las Montañas del Destino… Presentí su gesto de confusión al escuchar mis palabras que calló por temor a mi reacción que solo resulto ser una media sonrisa irónica –Si… Iremos a ver a los Oráculos… Con una severa reverencia, se retiro del lugar dejándome en compañía de Anastasia… Ella era mi única prioridad por el momento.

-Si Hades moviliza a su sequito hacia las puertas es que Patrick y Baltazar han tenido éxito. Respire profundamente alzando la mirada hacia el negro horizonte –Entonces, tendré que ayudarlos desde acá… Alce mi mano hacia la nada, dejando que ésta se humedeciera con la trémula llovizna glaciar, y cuando estaba dispuesto a formar una descomunal esfera de energía, una centella cobro una pequeña forma en el cielo y se deslizo con gracilidad y fuerza apoyándose en el borde del barandal. Se trataba de un águila blanca cuya mirada feroz se posaba directo en mis ojos y emitiendo un chillido agudo que resonaba por cada rincón del reino.

Me sentí algo contrariado, en el inframundo no existían aves como ésta, y en la tierra solo vivían como parte de los animales silvestres que no igualarían su belleza. Su plumaje brillaba en plateados destellos mientras su mirada se matizaba en un profundo tono amarillo y dorado. Sonreí ampliamente, orgulloso porque aquel ser se había presentado ante mí con aquel estilo colosal, tal como un depredador de su especie, y cuando volví a enfocarme en la dirección de las aves de Hades, alce mi brazo para lanzar con fuerza aquella esfera energética oscura que se convirtió en un poderoso trueno plateado e impacto contra las puertas de Aqueronte, reduciéndola a solo cenizas y escombros. Observe impactado mis manos sin saber de dónde había provenido aquel rayo, sin embargo, el ave aleteo hasta mi brazo como respondiendo a mi propia interrogante.
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Mensaje por Invitado Dom 2 Mayo - 13:25:48

En el fondo del rio Aqueronte, la oscuridad había cercado cada estimulo presente para mis estímulos, sumergiéndome en un sinfín de ideales en donde el único camino, era la muerte. Los espectros halaban, me movían y sacudían mi cuerpo, como si tuvieran una especie de discusión, para determinar quien me torturaría primero. Pero en esa batalla, no hubo ningún ganador… No podrían alimentarse o regodearse utilizando mis recuerdos porque no tenía ninguno, ni mucho menos tomar mi vida ya que no pertenecía nunca más al mundo de los vivos… ¿Qué harán conmigo entonces? Me pregunte para mí misma con los ojos cerrados por el peso de la resignación.

Repentinamente, algo se movía a mi alrededor con brusquedad… Un movimiento que se asemejaba, al nado violento de los peces cuando se acercaba algún depredador marino; las ánimas dejaron de tocarme y cesaron continuar arrastrándome hasta el fondo del rio Aqueronte. Simplemente me dejaron allí, estática, a la deriva en medio del agua oscura e inteligible. Pero mi alivio no fue duradero ya que al mismo momento en que me disponía a abrir mis ojos y alzar la mirada, algo rodeaba mi cuerpo por completo, cubriéndolo, acunándolo, como si por primera vez en este mundo, reaccionara protegido y consolado. No tenía fuerzas para corresponder a aquel abrazo del espectro desconocido, mi cuerpo estaba flácido y se movía tal y como lo hacia mi vestido en medio del agua, comenzamos a emerger a toda velocidad mientras mis ojos lentamente se cerraban. Solo quería descansar… Necesitaba…

Sonreí tenuemente como un agradecimiento silencioso a aquel ser titánico que me había proveído de la ultima ilusión grata y un mar de sensaciones que recorrían mi piel en sus fuertes brazos. Mis ojos entreabiertos se posaron en una luz que parecía emerger desde la superficie a la que no llegaría a emerger, ya que un minuto antes, mi cuerpo tomaba la flacidez de los espectros y mi consciencia se desvaneció entre las profundidades. Era algo similar como si mi esencia volara lejos de mi cuerpo, simplemente me abandonaba aunque no fuera en dirección hacia el otro mundo al que había intentado entrar.

Pasaron, minutos, o tal vez horas o incluso días, cuando sentí una calidez sobre mi cuerpo. Ya no estaba húmedo o sumergido, sentía lo opuesto a ello. Como si estuviera abrigada y algo me proveyera de una fuente térmica confortable. Una brisa cálida rozaba con mi cuerpo, causando que un mechón de mi cabello rozara mi nariz, haciéndome cosquillas. Un leve quejido salió de entre mis labios, al sentir nuevamente el ardor carcomiéndome la garganta y un leve dolor en cada musculo de mi cuerpo. Abrí los ojos, y admire el techo de una cueva, poblada con estalactitas donde residían seres de las sombras que nos observaban temerosos con sus ojos amarillos y carmesí.

-¿Dónde estoy? Pregunte con la voz ronca y deformada, tratando de acurrucarme al calor que era proveído desde otro cuerpo. -¿Estoy muerta? Inquirí tratando de averiguar cual era mi destino inmediato, aunque esta agradable sensación solo podía ser como producto de que alguien se había apiadado de mí y me había dejado pasar a través del Tártaro. Parpadee con suavidad, aun sintiendo cada musculo de mi ser como si pesara 100 kilogramos cada uno, y con la vista borrosa logre ver que estábamos en aquella barca que parecía navegar en su curso tras aguan tranquilas y mareas apacibles. Un segundo… ¿Qué había sucedido? ¿Quiénes eran ellos? ¿Dónde estaba? Pero antes de que algún gesto de angustia se dibujara en mi rostro, ellos enfocaron toda su atención en un umbral que parecía ser una ciudad en ruinas. Que sucumbía ante las llamas, donde una puerta enorme caía a pedazos frente a nuestros ojos y miles der criaturas aterradoras huían de aquel lugar.
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Mensaje por Invitado Dom 2 Mayo - 14:46:18

En el mismo momento en que yo había emergido, logre ver un brillo azul eléctrico que se adentraba entre las olas y viajaba hasta las profundidades del rio mientras una serie de remolinos se formaban en la superficie. ¿Quién demonios bajo la palanca del inodoro? Pregunte sin un rastro de mi humor cuando comenzaba a ser arrastrado por el fuerte oleaje. Nade en contra de aquella corriente, pero incluso mi velocidad o fuerza no eran suficientes. La idea de que pronto acompañaría a mi hermana en su descanso eterno, comenzaba a difuminarse en mi cabeza hasta que escuche el graznido del pajarraco. Había emprendido el vuelo y caía en picada hacia mi dirección. Lo más extraño de todo, es que aquella ave me había tomado por los hombros y sobrevolaba el agua hasta dejarme caer sobre la barca nuevamente, palmee su torso como un agradecimiento mientras mi mirada continuaba perdida en medio de los remolinos de agua.

¿Ahora qué sería de mí al saber que había fallado? Había perdido a Coraline por mi imprudencia y ahora mi hermana yacía en el fondo del río. ¿Cómo le diría a Renzo que no habría motivo para irradiar energía al cuerpo vacio de Anastasia? Había cometido una falta imperdonable e imborrable, que era mejor ser complementada con la muerte de nosotros tres antes de regresar al palacio como un completo fracasado. Sonreí con amargura con los ojos siguiendo las líneas de la marea. El bastardo de Patrick lo había logrado; Minutos antes estaba preso entre las aguas del rio Aqueronte y mi hermana le había seguido para cumplir su promesa de estar juntos por toda la eternidad. Al menos realizaría el viaje al otro mundo de la mano de su amada.

Le di la espalda a toda la catástrofe que hoy culminaba en una lucha en vano que habíamos emprendido con la esperanza de regresar con el alma de Anastasia entre nosotros, donde no solo dependía su vida, sino la de sus hijos también que morían en su vientre apagado que no les proveería de mas abrigo por los meses que les quedaba por nacer. Les deseo un buen viaje al otro mundo… Pronto nos volveremos a ver… Dije observando sobre mi hombro al montar al ave con cualquier rasgo borrado de mi rostro. Cuando el ave se rehusó a alzar el vuelo, coloque mis manos sobre mi cabeza rapada y baje de ella de un salto Lárgate pajarraco… Cuando la ola caiga sobre el barco va a matarnos y esta vez no podre salvar tu trasero plumífero. Me senté en el centro de la borda aguardando por el inevitable final, hasta que frente a mis ojos sucedió lo que menos cavia imaginar.

Aquella ola se dividió en dos, abriéndose como si fuera una cortina de agua por donde emergía… ¿Patrick? ¿Con mi hermana entre sus brazos? Mis ojos casi saltan fuera de sus cuencas mientras me ponía de pie con rapidez y corría hacia ese extremo con una sonrisa extraña dibujándose en la comisura de mis labios. Por las greñudas barbas de Poseidón! Fruncí el ceño llenándome de furia para gritarle y con el deseo de estrangularlo ¿Me pides jodidas explicaciones a mí y te apareces de la nada montando a un tritón? Negué con la cabeza al pasar mis manos una vez mas sobre mi cabeza con total sorpresa y una extraña sensación de absolución. Después de todo si nos quedaba una última esperanza. Aunque el tiempo ahora fuera nuestro mayor enemigo que no se detenía un instante para que la continuidad nos dejara llegar al palacio a tiempo.

Patrick sostenía a mi hermana entre sus brazos al momento en que subía a la barca, su tritón se posiciono delante del mismo, emitiendo algunos sonidos melodiosos que instantáneamente puso en marcha a nuestro transporte con una velocidad aceptable. Tome una manta negra que al parecer pertenecería a Caronte o a algún fallecido, pero poco importo ese detalle cuando cobije a mi hermana que parecía estar inconsciente por todo lo sucedido. Intente disuadir al bastardo para que pasara al frente del barco con su nuevo amigo marino, sin embargo, él se había negado rotundamente y abrazo el cuerpo de mi hermana con más ímpetu Me alegro de que ambos estén bien… Pero nuestra misión no ha terminado. Aun debemos hallar el modo de cruzar las puertas negras… Presumo que Hades ya… Como si la desgracia estuviera escuchando nuestras palabras, un estruendo espeluznante hizo vibrar todo Aqueronte.

El agua recreo una marea violenta y vigorosa que tambaleo la embarcación, el techo comenzó a estremecerse dejando caer varias estalactitas sobre el agua, y las paredes comenzaron a desprender una especie de arena oscura como si se resquebrajara por el impacto del martillo de un gigante. Al parecer un trueno gigantesco chocó contra las puertas negras, ambos giramos para ver el monumental espectáculo de ver a aquel muro de piedra impenetrable (aunque nosotros habíamos podido pasar) caer frente a nuestros ojos y solo ser reducido a cenizas y fuego. Detrás del hollín y el humo, miles de aves negras se congregaban en formación para atacarnos Lo que haré, no te gustará nada… Le dije observando de reojo al ave que siseaba con furia y dejaba salir su lengua de serpiente Tomare eso como una entusiasta afirmación… Hey Patricio! Te dejo a cargo del cuchitril. Dije palmeando una capa del barco. El deber me llama… Concluí con una sonrisa de maniático al subir nuevamente sobre el torso del ave y emprendiendo el vuelo hacia la amenaza.

Los tatuajes extraños nuevamente empezaron a brillar en torno a toda la longitud de mi piel, y con algo de inseguridad, decidí poner a prueba el nuevo modo de mi daga. Desenfundándola con cuidado, comencé a sacudirla para que la hoja se desplegara y se convirtiera en aquella espada que había usado contra los Warlocks… Creo que ya la descompuse… Dije con una mueca de fastidio hasta que ésta reacciono frente a mis ojos, convirtiendo mi daga en aquella poderosa espada que irradio un brillo carmesí por todas partes por donde sobrevolábamos. Me sujete fuerte al cuello del pajarraco, cuando escuche sus gruñidos. Parecían guturales, fuertes, poderosos… Cuando repentinamente sus alas comenzaron a vislumbrar los mismos tatuajes que me cubrían y sus plumas comenzaron a ser transformadas en una coraza de escamas.

Pensé que en cualquier momento caeríamos en el suelo, pero cuando el ave elevo su vuelo, su tamaño parecía triplicarse, cambiando por completo su forma hasta convertirse en un dragón titánico de ojos rojos Maldito! Ahora todos me ocultan sus sucios secretos. ¿Por qué soy el último en enterarme de todo? Le reproche con enojo hasta que note, que incluso mi vestimenta había cambiado… ¿Por qué demonios llevaba una armadura oscura sobre mi cuerpo?
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Mensaje por Invitado Lun 3 Mayo - 2:21:03

Nadar era una de las actividades que siempre había practicado desde pequeño dado que llevarla a cabo no tenía mucha ciencia y había aprendido rápidamente a entrar en un estado de relajación sabiendo que no habrían personas de por medio. Pero lo que me sorprendía en estos momentos donde solo podía enfocar mi mirada en la única alma que era una misma con la mía, era en la diferencia de mi nado en las aguas turbias del Río Aqueronte; éste daba la extraña sensación de que si deseaba estar en un punto en específico entre todos esos torbellinos y almas flotantes con un basto pensamiento era realizable. En una fracción de minuto me encontraba acunando entre mis brazos la frágil imagen de mi esposa…cuán diferente parecía ahora, la vida que siempre había brillado en su rostro, la que siempre le había caracterizado, parecía cosa del pasado. ¿Cómo se encontraba su cuerpo en el Palacio de Fuego? ¿Qué estaba pasando lejos de aquí?

Conforme la abrazaba y aferraba con fuerza contra mi pecho para emerger del agua, una luz intensa que contrastaba con la oscuridad pantanosa de las profundidades del agua apareció en el rastro de movimientos que mis pies dejaban al impulsarnos fuera del río. La criatura marina que había estado conmigo desde que el Dios se me había aparecido, se mostró completamente tomando la magnificencia de un tritón, Poseidón y ahora ¿esto? ¿Qué seguía? ¿Unas sirenas halando un carruaje? ¡Maldito bastardo! Nunca me había sentido tan bien al escuchar tus chistes de mal agüero.

Ni siquiera yo podía entender todo lo que se había desarrollado desde nuestra entrada descomunal hasta encontrarnos con Caronte, y ciertamente, este no era ni el lugar ni el momento adecuado para detenernos a tomar el té y ponerlos al día de chismes…el tiempo aún estaba en nuestra contra, los segunderos no abandonaban sus movimientos y el Sol no tardaría en esconderse. Un amago de sonrisa emergió de las comisuras de mis labios ante las preguntas de mi esposa. ¿Muerta? ¿Cómo diablos respondía a eso? Todas nuestras esperanzas estaban puestas en el tritón que halaba a toda velocidad la barca de Caronte. Estás a salvo, princesa.

Gruñí con fastidio ante la absurda petición de Baltazar. Ve a fastidiar a tu amigo plumífero entonces. Para que lograran alejarme de mi esposa ahora que la tenía entre mis brazos, el Inframundo tendría que sucumbir para amenazar con arrebatármela de nuevo y dado que no tenía intención de dejar que eso pasara, era imposible perderme de las sensaciones vibrantes y enriquecedoras que saberle protegida (lo sé, era irónico siquiera verlo de ese modo) bajo mi cuerpo proporcionaba a cada recóndito vacío que su partida había dejado bajo los cimientos.

Un impacto ensordecedor que hizo agitar al tritón, a las aguas e incluso a las paredes que conformaban la espeluznante cueva que servía como vía para presentar las almas condenadas hasta el Tártaro, hizo que Baltazar y yo giráramos nuestros rostros para apreciar lo causante de tanto movimiento. Las puertas que celosamente eran custodiadas por increíbles bestias que contra nosotros no habían significado nada, fueron reducidas a escombros y cenizas. ¿Qué diablos es…? Un ejército de aves negras se iba acercando hacia nosotros. ¿Quién había creído que todo terminaba al conseguir el alma de Anastasia? ¿Por qué Hades no veía que esto era beneficioso para él? Después de todo mi esposa era la Reina del Inframundo, ¿cuál era su plan al dejarle perdida y varada tras esas puertas que apenas habíamos logrado burlar?

Una sonrisa de agradecimiento con un leve asentimiento fue lo único que pude brindarle al Duque. Agradecimiento porque él sabía que me encontraba reacio a dejar a Anastasia sola, quién no había soltado palabra alguna desde que me había dirigido a ella. Solo esperaba que todo esto terminara ya y de la mejor forma, sin embargo, no dejaría a Baltazar peleando solo, tenía que haber algo que pudiera hacer con el tridente que al parecer se había olvidado aquél Dios. Alcé el tridente aunque no sabía con qué fin en específico, observando nuevamente como Baltazar era cubierto por todos esos tatuajes paganos. ¿Qué significaba todo eso? Pero lo más sorprendente, lo más impactante e inaudito sin duda alguna, fue la forma de dragón que tomó aquélla ave que nos había estado siguiendo. Incluso éste llevaba una armadura como la que ahora cubría al Duque. ¿Es que estábamos metidos en un cuento donde todo era posible?

Blandí el tridente con fuerza proyectando un enorme rayo hacia las profundidades del Río Aqueronte, haciendo que la tierra sucumbiera y el agua comenzara a emerger a presión del suelo que era partido en dos… No haría mucho por las aves que podrían emprender vuelo, pero al menos esperaba es diera distracción alguna para que Baltazar y aquél magnífico dragón los exterminaran. No me recuerdas, ¿verdad? La tristeza se apoderó nuevamente de mí, al girar y observar como mi esposa negaba una y otra vez con la cabeza. No deseaba perderla, ni deseaba saber que al ingresar al Tártaro esto era lo que finalmente pasaba...
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Mensaje por Invitado Lun 3 Mayo - 22:30:47

Una corriente eléctrica comenzaba a transitar por cada fibrilla nerviosa de mi cuerpo al ver la caída de la poderosa muralla que funcionaba como entrada para el Tártaro. Los truenos continuaron dividiendo los cielos en un arranque de furia y fulgor que arremetía contra aquellas aves malignas enviadas por Hades, algunas de ellas, eran impactadas por los truenos opacos que las hacían estallar en varios pedazos llameantes que bañaban el valle de estigia con este extraño suceso. Alce mis manos ante mis ojos y varios puntos brillantes comenzaban a engranarse en la palma de la misma, como una especie de constelación brillante que develaba un mensaje aun incomprendido. Me quede inmutable cuando el águila agito sus alas rápidamente y se poso sobre mi brazo con un chillido agudo que causo eco en toda la Ciudad de Fuego, los ojos del ave parecían cobrar vida propia cuando se fijaban de ese modo en mi mirada, cuyo resultado, era que lejos del temor, me causaba cierto orgullo y confianza en el animal que había llegado ante mí de alguna forma que no podía discernir.

Fruncí el ceño cuando instintivamente pose mi mano libre en una caricia suave sobre la cabeza del águila, y sorprendentemente ésta se quedaba serena y vigilante ante mí. Por alguna extraña razón, estaba familiarizado con este peculiar ser aunque nunca lo hubiera visto en mi vida. el águila nuevamente agito sus alas posándose sobre la cabecera de la cama de Anastasia y sus agudos pero fuertes graznidos llamaron mi atención -¿Qué sucede? Le pregunte extrañado al acercarme a ese mismo lugar, con la previa idea de que terminaría demente después de dialogar con la extraña imagen del espejo y ahora con un ave que cabe destacar, no existían en el Inframundo que era conocido por albergar el alma de los muertos y seres condenados, pero el águila parecía tan llena de vida, tan poderosa, tan indiferente al efecto que fortalece a éste lugar.

Automáticamente, mis ojos se posaron sobre el rostro de la Reina que continuaba en un descanso eterno del cual estaba esperanzado en que despertara en pocos momentos, coloque mi mano sobre su pecho como si instintivamente supiera lo que debía hacer para traerla de vuelta, podría sonar como una locura, pero incluso la presencia del águila y las marcas en la palma de mis manos, eran una clase de señal que no podía ignorar. Incline mi rostro al de ella para depositar un suave beso sobre sus labios mientras inspiraba su esencia cargada de vitalidad y potencia –Han conseguido el alma de At… Me detuve de inmediato al notar el error que cometería al pronunciar su nombre. El ave comenzó a sacudir sus alas con arrojo como tratando de manifestarme que estaba errado en cuanto a lo que creía –Ven con nosotros… Le dije en forma de arrullo en medio de una exhalación profunda. Acaricie cada línea de su rostro para después acercarme hasta que nuestros rostros estuvieron a centímetros de tocarse –Es hora de que regreses, adorada Atenea…

Otro estruendo que marcaba la tormenta en el cielo oscuro del Inframundo se escucho por cada rincón de mi reino ¿Por qué aun lo llamaba así? Le pertenece a Hades, y él será el único confinado a su destino como había escuchado hacia unos pocos instantes. Tendría que alertar al resto del Círculo que pronto abdicaría al trono, pero antes, los liberaría del yugo del que creía mi antecesor para luego abandonar su reino para nunca volver más. –Vuelve… Continué con voz suave frente al rostro de esta mujer cuyo vientre era habitado por dos preciosos herederos de un legado que debía ser olvidado. Ellos debían nacer libres, lejanos a este caos, llevar una vida distinta a la que nosotros fuimos obligados a transitar por la maldad de nuestra deidad. Como si mis palabras surtieran algún efecto poderoso, la mano que tenia sobre su pecho comenzó a brillar con intensidad y una clase de albor se dibujo en colores claros por todo su cuerpo, su alma estaba siendo conducida nuevamente hasta su cuerpo. ¿Pero como la mantendría allí para siempre? La respuesta, surgió consecutiva a un mínimo movimiento bajo mis dedos…
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Mensaje por Invitado Lun 3 Mayo - 23:25:37

El terror se apodero de mi mirada y de mis gestos cuando alce la mirada y observe a aquellas aves deformes que se acercaban hacia nosotros como una amenaza de acabar con nuestro camino. Me sentía tan indefensa, a merced de la conclusión que esta batalla me deparaba; Si las aves llegaban hasta nosotros, moriría… Pero si el hombre calvo y violento o el sujeto del tridente conseguían derrotarlas, igual moriría por cuenta de ellos. Sea como sea, estaba condenada a una serie de caminos cuyo final se bifurcaba en una sola senda, la travesía, era lo que estaba por decidirse… Bien sea, el fácil o el más intrincado. Trague con dificultad al sentir como la barca dio una gran turbulencia al aumentar su velocidad por una especie de maremoto que barría a toda criatura bajo nosotros, mientras desde el sombrío cielo, el otro hombre y su dragón expulsaba llamaradas de fuego que incineraba a las aves que habían logrado esquivar unos truenos horripilantes.

Me sostuve con fuerza de algunas maderas que parecían conformar la cabina de la embarcación que se agitaba frenéticamente por el mandato del arma dorada y poderosa del hombre que estaba tras de mí. Caí de rodillas ante una inmensa ola que hizo bajar y subir el barco, y antes de que mi cuerpo se deslizara por toda la barca, logre sujetarme con fuerza de una de las piernas del hombre del tridente que mantenía un increíble equilibrio a pesar de las sacudidas de nuestro transporte. Escondí mi rostro sobre la tela de su pantalón hasta que el brillo de su arma ceso, y el hermoso sujeto se inclinaba para proferir una pregunta que me desconcertó por completo ¿Conocerlo? No sabía incluso ni mi propio nombre… ¿Cómo iba a saber el suyo?

Negué con la cabeza con un toque de nerviosismo tratando de esquivar su cristalina mirada azul profundo que por un minuto me había hipnotizado sumiéndome en una calma absoluta. –No lo conozco… Pero… Comencé a titubear entre algunos sollozos ahogados que precedían ante los millones de argumentos que aparecían en mi mente -… Por favor… No acabe con mi vida… No sé si alguna vez le he hecho daño de algún modo, pero juro que no lo recuerdo… Lleve mis manos a mi rostro ante la frustración que ardía en mi interior por sentir el vacio que se instalaba en mi cabeza y reclamaba cada pensamiento como parte de su conquista.

Pude notar como la nostalgia comenzaba a matizar entre sus gestos serenos y tan poderosos como el infinito mar. Eleve mi mano por instinto hasta acariciar su mejilla con un noble gesto de agradecimiento por sacarme del fondo del río -¿Usted me conoce? ¿Podría… Decirme quien… Fui antes de morir? Titubee tontamente hasta que las palabras comenzaron a articularse lentamente a través de mis labios que estaban sedientos por algo que solo él podía darme. ¿Cómo mi cuerpo sabía exactamente lo que deseaba hacer? Pero moriría de nuevo, con tal de poder sentir ese abrazo que me sujetaba al salir del agua y al reaccionar de mi letargo. ¿Por qué deseaba besarlo? La oportunidad de probar sus labios que debían ser dulces, sanaría la amargura que transcurría desde mi boca hasta mi estomago que parecía estar en llamas después de tragar aquella agua tras ahogarme.

Cuando aquel hombre del tridente se sentó frente a mí sobre el suelo, me acerque sobre mis rodillas raspadas para admirar sus tristes rasgos con detenimiento. Algo me decía en mi interior que tuviera cuidado, tal vez estaría frente a mi verdugo sin saberlo, pero ¿Cómo podía desconfiar de él si cada poro de mi piel deseaba sentir su calor? Escuche un fuerte golpe sobre la cubierta, que indicaba que el otro hombre y su dragón/ave habían regresado, baje la mirada una vez más cuando súbitamente perdí el equilibrio y mis ojos captaron algo atemorizante. Mi cuerpo comenzaba a desaparecer… En lugar de mis pies no había nada! Rápidamente mi cuerpo se desintegraba mientras caía de espaldas al suelo bajo las miradas atónitas de los dos hombres del barco.
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Mensaje por Invitado Mar 4 Mayo - 1:01:23

Apenas descubrí lo que el pajarraco insoportable escondía con recelo y gran poder en el fondo de su verdadera naturaleza, comencé a dirigirlo con destreza en dirección a las aves. A mi alrededor, las nubes se tornaban oscuras y varios truenos impactaban contra nuestros enemigos, mientras bajo mis pies, Patrick se encargaba de comandar las aguas a su antojo, destruyendo con la marea todo a su paso como si fuera un descomunal maremoto. ¿Cuándo se había visto algo así en el Inframundo? Desde que tenía uso de razón (pocas veces), jamás había visto un despliegue de poder de esa magnitud que no fuera de otro ser más que el mismísimo Hades Estas presumiendo de tus poderes bastardo… Le grite a Patrick mientras el dragón sobrevolaba sobre la barca hasta que desplego unas descomunales alas negras y con un ruido indescriptible comenzó a volar hacia las aves de rapiña.

Antes de proferir algunas inocentes vociferaciones dignas de un camionero borracho y soez, el dragón abrió su boca, descubriendo una serie de colmillos brillantes y filosos, para expulsar una llamarada incandescente de fuego que barrio con el primer ataque de las aves que cayeron en picada hacia el agua totalmente carbonizadas para perderse en las profundidades de Aqueronte. Comenzamos nuevamente a perder altura cuando emprendimos una persecución a dos de las aves que quedaban al vuelo, una de ellas hizo una vuelta de 360º para impactar directamente sobre mi pecho y derribarme del dragón. Coloque mis manos en el rostro de aquella bestia cuyos colmillos embestían mi rostro y amenazaban con marcarlo, alejándola y luchando para evitar que me arrancara la piel del rostro con esas cuchillas que conformaba su sonrisa. Cuando termine contigo vas a usar una plancha. Le proferí un fuerte puñetazo que quebró algunos de sus dientes mientras otros quedaban incrustados entre mis nudillos.

Sentí el vértigo al caer hacia el vacío desde aquella altura, hasta que casi como un maldito milagro, el dragón apareció bajo mis pies dejándome caer sobre su espalda al más puro estilo del oeste. Solo, que yo no era un vaquero bastardo, no tenía idea de cómo montar a un caballo o dragón en este caso, y no tenía la practica suficiente para que al caer, no me lastimara los cojones ante el impacto que causo entre mis piernas y sus escamas enterrándose en lo que quedaba de mi hombría Mi fabriquita... Mis hijos… Dije con un quejido ahogado cuando mis ojos se salieron de mis cuencas y apreté la quijada al contorsionarme y estremecer por el dolor. Esta clase de pena, podría considerarse como una patada de futbolista americano justo en el centro de la hombría de cualquier macho. Un golpe puro y maldito, de esos que te levantan del suelo. De los que solo con presenciarlos, ya duele.

El dragón se encargo de engullir a la última de las arpías, suponiendo que ni siquiera lo mastico. Solo abrió su boca y lo dejo entrar para tragarlo y eructar como un maldito cerdo Bastardo… Al menos trata de disimular… Le dije aun retorciéndome del dolor al escuchar el rugido por jactarse de aquella bestia. Bajamos de inmediato hacia la barca, mi dragón tomando su forma anterior de arpía mientras yo ponía mis pies de nuevo en la barca. Palmee con orgullo su torso con una risa psicópata mientras observaba a los ojos de mi nueva mascota Creo que tu y yo nos llevaremos bien… El ave como que no se tomo muy bien mi propuesta amistosa, ya que siseo en mi cara, descubriendo sus colmillos y mostrándome su lengua de serpiente para girarse y darme la espalda Aun no se me olvida lo que me hiciste en el desfiladero! Juro que voy a guisarte! Te voy a estrangular como si fueras una gallina y te meteré vivo en una olla de sopa! Con mis manos hacia los ademanes como si ahorcara a un ave de consumo, como la desplumaba para echarla de cabeza en una olla de agua hirviendo, lo que no sirvió de mucho ya que en medio de mi discurso, el maldito pajarraco arrojo una de sus potentes flatulencias directo hacia mi rostro. Bien, ha sido suficiente! Me canse de ti, plumífero mal nacido!

Cuando me iba a arrojar encima del pajarraco, escuche un lamento proveniente de la parte trasera de la barca, corrí de inmediato en aquella dirección, para que mi alma volviera a la penumbra al ver a mi hermana desapareciendo como si fuera un fantasma confinado hacia el olvido. Cai de rodillas junto a ella, tratando de tocarla, pero incluso estaba inseguro de ello, por si no fuera a causarle algún daño. Se nos agoto el tiempo, Patrick… Señale hacia atrás de mi donde el sol ya estaba completamente eclipsado por la noche Ya anocheció…
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Mensaje por Invitado Mar 4 Mayo - 15:09:37

¿Esto era lo que significaba que las almas estuvieran consagradas al Dios del Inframundo? Sabía que el Tártaro era el peor lugar de tormento y sufrimientos eternos, donde no solo se encontraban encerrados los Titanes sino las almas andantes de todos aquéllos que habían significado un gran peligro en la Tierra. ¿Pero…? No, no podía pensar en que Anastasia había sido conducida con ese destino. Peor aún, después de la muerte no solo nos esperaba un castigo, ni siquiera quedaban aquéllos recuerdos a los que podías aferrarte estando en esa dimensión. Las palabras de mi esposa me dejaron atónito que incluso me olvidé de ver cómo se desarrollaba la batalla entre Baltazar y su dragón contra todas esas aves deformes que se interponían entre nosotros.

El dolor volvió a presentarse para sacarme de esa hipnosis a la que había sido sometido por sus palabras, era magnífico como el dolor me hacía consciente de la vitalidad con que aún disfrutaba. ¿Qué podía ser peor? ¿Colocaba a mi esposa en esta situación y ahora me pedía que no atentara contra su vida? Sí. Las cosas empeoraron más cuando añadió esas últimas palabras ante su súplica sin precedentes para dejarle viva. ¿Hacerme daño? ¿Ella? Quizás era mejor que no me recordara, al menos aún no; Anastasia y yo tendríamos una larga conversación después de todo esto, si es que me dejaba verle y hablarle, pero esto no lo hacía más sencillo… la tristeza aparecía por saber que de no terminar con esto a tiempo, ni siquiera conocería mi nombre, ni quién era, ni…Mi mirada viajó hasta su vientre donde no quedaba rastro alguno de su embarazo, ni podría acordarse de que pronto sería madre.

No te haré daño. Fruncí el ceño, sintiendo las arrugas en mi frente ante toda la concentración en ese punto, mi sien palpitaba con fuerza y la barca en la que íbamos se agitaba violentamente. Las aguas reflejaban mi humor y ahora mismo no sabía como describir mi estado de ánimo. Solo deseo ponerte a salvo. Mis manos se cerraron ante el deseo de ir hasta ella y apartar las manos de su rostro, el único en el que podía perderme por horas, el que me hacía recordar que el tiempo era ajeno a nuestro presente dado que se detenía estando en su presencia. Me sorprendió el gesto que tuvo para conmigo, enviando una leve sensación de confort, su tacto era tan sublime y necesario que no titubeé en llevar la palma de la mía para que mi piel también hiciese contacto. Era una urgencia por sentirle, algo incontenible, como el agua que buscaba cada espacio para colarse...

Mi mirada se perdió en esos ojos que mostraban miedo y un vacío tan inmenso que me hacía estremecer el alma y desear llenarlos de algún modo, simplemente me limité a escuchar su voz y en las irradiaciones que recorrían cada espacio de mi cuerpo. Sabía que Baltazar estaría luchando arduamente y quizás era egoísta de mi parte no ir a ayudarle, pero no podía…no quería…no deseaba alejarme. Me senté frente a ella con un extraño escozor en mis muñecas, como aquél que había sentido en los tatuajes que me conferían como líder de los del Círculo, pero esta vez era por la agonía y la necesidad de estrecharla contra mi pecho y saber que todo estaría finalmente bien, como siempre debió haber estado. El sonido del dragón desplegando sus alas me hizo levantar la vista pero como todo en mi vida, donde cualquier fracción de segundo significaba vivir o morir, Anastasia comenzó a desvanecerse frente a mis ojos.

Me quedé helado escuchando las palabras de Baltazar que confirmaban lo que mi mente se negaba a aceptar, deseaba poder darle un codazo en el estómago para que se abstuviera de decirlo en voz alta porque sinceramente, mi cuerpo no lo soportaba. ¿Tenerla y perderla nuevamente? ¿Es que mi vida siempre había estado maldita? ¿Era por estas cosas que la soledad era el único camino? Anastasia…Susurré su nombre que el viento barrió como su cuerpo y lo que más temía, lo que había confirmado, era como si lo nuestro nunca hubiese pasado…Hubiese caído de rodillas de no ser porque ya lo estaba, el dolor quebró la esperanza que había nacido al sacarla del agua en miles de trocitos que volvían hacerse picadillo. Hemos fallado…La voz se ahogó en el instante en que una inmensa ola nos sumergió en el Río Aqueronte, tal vez era mejor no luchar esta vez, no quedaba nada, no había nada por lo que desear continuar…
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Mensaje por Invitado Miér 5 Mayo - 19:48:18

Mis ojos se abrieron en medio de un brillo radiante que emitía el mismo ritmo que los truenos que azotaban el cielo del Inframundo, bajo mis manos la vida se abría paso con la misma velocidad con que un cometa viajaba a través del Universo; Ante los ojos humanos, su trayectoria era lenta y apacible como una estrella fugaz, pero ante los ojos del cometa, era tan mortífero y rápido al acercarse amenazante a la órbita de cualquier planeta que sería devastado en segundos bajo su sutil cercanía. Mis dedos percibieron el movimiento del pecho de Anastasia, como si su respiración se volviera más acelerada y desesperada –Está funcionando… Mi voz resonó como un eco sorpresivo como el reflejo del espejo, e incluso el graznido del ave se vio aplacado tan solo por una palabra mía. –Pero no es suficiente… La determinación de intentar algo nuevo enfebreció mi piel e hizo explotar en destellos difusos mi armadura.

Tenía que intentar algo nuevo de lo que claramente no estaba seguro, pero bajo mis ojos nadie moriría esta noche. - No estoy dispuesto a complacer la voluntad del Dios del Inframundo mientras yo esté con vida! Camine a toda velocidad hacia el balcón, donde los truenos aun impactaban con ferocidad la tierra de los muertos, alce mi mano hacia ellos como si pudiera comandarlos, y en efecto, éstos reaccionaron ante mi mandato. Era demasiado arriesgado lo que estaba a punto de hacer, pero tenía que agotar hasta la última posibilidad antes de mi actuación definitiva donde de seguro seriamos expulsados de este lugar y desterrados por toda la eternidad. La energía de los truenos viajaban como una aurora esplendorosa a través del cielo, siguiendo un camino luminoso hacia Aqueronte donde en algún punto del rio se encontraría la vida de la Reina. –Aun no es tarde… ¡Vamos! Le exigí a los truenos que separaron las negras nubes y cayeron en picada en medio del agua oscura, conduciendo la electricidad a través de la misma y funcionando como radar ante lo que deseaba.

En efecto, sentí como el aura de Baltazar, Patrick y Anastasia aun permanecían sumergidos en el fondo de aquel intrincado río, el trueno causo que las olas se alzaran violentamente y la eufórica marea provocara una inundación masiva que buscaba nuevos causes perdidos a su paso. La electrificante centella rodeo el alma de Anastasia en un círculo que fue elevado y que se perdió en medio de su propio esplendor que explotó cerca de lo que quedaba del naufragio, con mi mente ordene a las bestias que acompañaban a los enviados a esta misión a que los sacaran de inmediato del agua y fueran reanimados y traídos ante mi presencia, a lo que un extraño tritón gigantesco apareció en medio de la nada y guio los cuerpos hacia la orilla donde lo esperaba un… ¿Dragón? No sabía porque esta clase de bestias se me hacían tan familiares como el águila, sin embargo, no dejaba de sorprenderme la actitud posesiva que parecían tener ante sus amos aun inconscientes.

Mi capa era ondeada por el fuerte viento que azotaba el Palacio Rojo, cuyas antorchas se habían extinguido y donde varios volcanes comenzaban a hacer erupción entre chispas ardientes por la furia de la tierra –Entonces ya te enteraste que he vuelto… Dije con un tono sombrío con los ojos fijos en el Palacio Negro que se alzaba en la distancia justo frente a nosotros. Le dedique una media sonrisa al sentir un estremecimiento que sacudía nuestro eje e hizo rechinar las puertas y las fuertes paredes de concreto revestidas en oro –Te hare un último regalo desde nuestro encuentro, Hermano… Fruncí el ceño al no comprender lo que acababan de proferir mis labios con desprecio hacia ese ser que tanto daño nos había hecho, y que ahora nos debía algo más que una explicación por tantos siglos de infame tortura para ponernos a su servicio.

La centella regresaba a toda velocidad hacia mi mano que lo atraía como el magnetismo de un fuerte imán, apenas toco con su fulgor la punta de mis dedos, lo conduje a mi voluntad hacia la cama donde Anastasia dormitaba con una serenidad impasible, que fue interrumpida por una convulsión que recibió ante la fuerte descarga, que ilumino todo el dormitorio y levito su cuerpo sobre nosotros. La furia de la tierra no había cedido, aumentando el terremoto que hacia caer los cuadros y objetos a nuestro alrededor, el águila voló con tranquilidad hasta posarse sobre mi hombro mientras Anastasia abría por primera vez sus ojos casi blanquecinos, antes de que todo entre nosotros explotara con una luz cegadora que invadió cada espacio en el castillo arrebatando cada sombra y expulsando los vestigios de penumbra que hasta ahora nos veríamos liberados.
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Mensaje por Invitado Miér 5 Mayo - 21:12:42

Al caer al suelo, la respiración comenzó a agitarse como si el oxigeno se volviera tan escaso o nocivo que me ahogaba entre mi propio aliento y en medio del mar de la desesperación. -¿Qué me está…? No pude concretar aquella interrogante que inundaba mis ojos de lágrimas, mi fin había llegado y no a manos de los hombres a quienes creía mis verdugos, tal vez era la nada y el vacio que se propagaba en este lugar y que finalmente reclamaba mi alma en su último grito de media luz. Mis ojos comenzaron a derramar aquel liquido tibio que rozaba mis mejillas y que se aferraban en un último intento hacia la vida –No quiero morir… Susurre como una última suplica hacia las miradas atónitas de los caballeros que me acompañarían hasta mi destino final.

Escuchaba la conversación que ambos tenían “el tiempo se había acabado” ¿Qué tiempo? Si me encontraba en medio del Tártaro, era porque ciertamente yo había abandonado permanentemente la tierra de los vivos y no tendría retorno alguno a través del camino de las ánimas en pena. ¿O es que aun tenia… esperanza? Si, algo dentro de mi me exigía que siguiera a los desconocidos ya que con ellos se encontraba mi nuevo camino. ¿Nuevo? Mis manos comenzaron a temblar con una gélida sensación que congelaba cada miembro fantasma de mi cuerpo conforme comenzaba a desaparecer. –T… Tengo… F… Frío… Dije en un gemido de agonía mientras mis labios se tornaban morados y crepitaban mis labios por el temblor. Una fuerte mano empuño la mía para proveerme de una última sensación de alivio, era él, el hombre del tridente cuya tristeza ahora se expresaba abiertamente en su mirada. Pero ¿Por qué?

No había tiempo de emitir alguna respuesta o agradecimiento, estaba llegando mi final y al menos lo haría dignamente y en silencio. Solo mi mano reacciono automáticamente cerrándose alrededor de la del hermoso hombre del tridente mientras observaba la preocupación en la mirada agónica del otro sujeto de la armadura. Les dedique una media sonrisa cuando sentí como mi torso estaba bajo el efecto crudo y glacial que ahora llegaba hasta mi cuello. Incluso mi sentido de la vista comenzó a fallar, impidiéndome parpadear o mover mis ojos en cualquier dirección, pero en el momento en que mis oídos captaron un lejano ruido de mi última exhalación, por inercia mi mirada se poso sobre las nubes que sobre nosotros comenzaban a separarse ante la firmeza de un arduo brillo que descendía al mismo momento en que las aguas nos rodearon y sumergieron con fuerza nuestra embarcación.

El golpe sonó tan frio y seco como la mismísima nada que consumía mi cuerpo y lo confinaba a la eternidad de la muerte, podía ver a través de la oscuridad del agua como los hombres eran separados de mí, vadeando la violenta marea que golpeaba con su estela marina, la superficie del rio y nos hundía mas y mas hasta perder nuestros cuerpos y convertirlos en una más de sus sombras brumales. Pero algo que no cavia imaginar, sucedió en el instante en que toda esperanza se vio extinta para cada uno de nosotros. La misma luminosidad que había separado el cielo, se abría paso a través del agua con fuerza y rodeaba lo que quedaba de mi esencia y la conducía a toda velocidad traspasando su fría corriente uniforme que provenía de un lejano lugar. Trate de captar una última imagen de aquellos hombres que habían puesto su vida en peligro por mí, pero la marea imposibilito mi reducido campo visual que ahora se alejaba varias millas de donde la barca había sucumbido por la cólera de las traicioneras aguas de las almas perdidas… Algo me llamaba y aclamaba mi nombre con suavidad y determinación a la vez… Algo me atraía sin explicación alguna hacia un determinado lugar al que sentía que pertenecía…

Sentía como la llamarada de la vida se había desprendido por completo de mi cuerpo, rodeándolo con fuertes estremecimientos y exacerbando mis latidos hasta que fueron audibles para mis oídos. Trate de abrir mis ojos cuando sentí un fuerte impacto sobre una rígida superficie que acunaba mi esencia, permitiéndome entreabrir mis labios para recobrar el aliento que el dolor comenzaba a arrancarme y rompiendo mi sueño al aperturar la línea de mis parpados y tomar la última imagen en blanco que ofrecía un espacio sin igual. Sentía que mi cuerpo flotaba… Que mis músculos comenzaban a moverse rompiendo las barreras del entumecimiento agónico de la defunción. Que finalmente se rompía el estigma y nuevamente me levantaba de entre los muertos para retomar los hilos de mi destino sobre un nuevo camino tallado sobre las lapidas que dejaba atrás de mi transito por el Tártaro… Una vida, que era inundada por el valle de los muertos…
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Mensaje por Invitado Miér 5 Mayo - 22:08:14

Caí de rodillas y sin fuerzas ante el cuerpo de mi hermana, no había dudas de que las arenas del tiempo habían finalizado su curso durante esta misión donde el fracaso condenaría nuestras almas en una perpetua agonía de perderla. No pude evitar, girar mi rostro a un lado para evadir la mirada de Anastasia que suplicaba por su vida, que parecía ser arrancada con cada segundo en que la nada tomaba la esencia de ella, no había nada que pudiéramos hacer, y eso era lo más frustrante y doloroso. Tener que observar y palpar la muerte de un ser amado era la experiencia más desgarradora que no le deseaba incluso a mi peor enemigo. Limitarse a ver como el alma de mi hermana era arrancada de mis manos, seria la pena mortal que llevaría a cuestas sobre mis hombros.

Al abrir mis ojos, note como Patrick sostenía su mano temblorosa que se reducía a cenizas sobre la misma y escuche como su respiración empezaba a perder ritmo y fuerza como si en cualquier momento, ella dejara de existir. La ira y la negación, hicieron presa fácil en mi cabeza, paralizando mi cuerpo y bloqueando cualquier reacción violenta que esta embarcación pagaría como consecuencia de mi conducta irracional y agresiva. ¡Maldita sea! Incluso, una parte de mi, elevaba una súplica hacia todos los Dioses del Olimpo para que tomaran en cuenta mi petición a cambio de cualquier trueque o sacrificio que sin vacilar cumpliría con tal de verla una vez mas sonreír y hablar como solo ella solía hacer en vida. Ahora, que estaba a punto de perderla, es que valoraba cada regaño, cada insulto, cada golpe emotivo y cada jugada del destino que siempre nos había mantenido unidos… Hasta este momento…

Una ola potente se alzo a espaldas de Patrick, me inmute por completo al ver como las aguas se alzaban sobre nosotros y amenazaban nuevamente con embestirnos con su furia. En efecto, como había predicho, al observar el tinte azul marino en la mirada de mi compañero que parecía perdido en su esposa, intente sujetarlo del brazo para prevenirlo pero la arremetida fuerte de las olas, impactó de manera arbitraria y oportuna con un puño de acero sobre mi espalda, haciéndome perder el conocimiento de inmediato en medio de lo que parecía mil puñaladas ardientes atravesando la armadura y perforando cada centímetro de mi piel. No supe más después de aquel acontecimiento, presumía, que mi cuerpo había dado tumbos a la deriva en medio del mar embravecido, y que probablemente la misma marea se había encargado de arrastrarme hasta la orilla de un cauce improvisado que ahora atravesaba el circulo y la estrella de la Ciudad de Fuego.

Estaba boca abajo en el suelo, cubierto por una atípica lluvia que nunca se había visto antes en el reino de Hades. ¿Qué estaba sucediendo? Me pregunte con desgano al apoyar mis manos sobre el suelo y levantar mi torso del mismo. Los truenos no dejaban de causar estruendo y fulgor, sonaban como una lucha a muerte entre una manada de pateras furiosas y hambrientas por devorar a su compañero. Sacudí mi cabeza como si con ese esfuerzo pudiera recobrar por completo mi lucidez, una que dudaba si alguna vez habría existido, y si fuera así, la habría perdido al mismo momento en que nuestra barca se hundió y con ella las esperanzas de regresar al Palacio de Fuego con el alma de Anastasia. Cerré un puño y golpee las baldosas del suelo donde precisamente se dibujaba la cuarta punta de la estrella invertida, deformando la superficie del suelo y dejando un agujero enorme en su lugar. Logre ponerme de rodillas llevando mis manos sobre mi cabeza, con mis gestos deformados por el dolor y mi rostro chorreando toda impureza que la lluvia se encargaba de arrastrar a su paso. ¿Por qué? ¿Por qué no nos escucharon malditos Dioses? ¿Por qué ella? Los desafié a la cara, incluso dudando que existieran. Después de todo, la única evidencia que tenia acerca de los dioses, era la presencia de Hades que había tomado el control que ellos habían abandonado tras su desaparición.

Como una protesta a mi duelo interno, uno de los truenos dejo su huella profunda a un lado de mi posición, dejando plasmada la marca que se le daba a la deidad de la guerra en la tierra Ares… Dije su nombre sin mucho afán hasta que sobre la marca aterrizaba el dragón negro que se volvía mi compañero inseparable después de aquella lucha en el Tártaro por nuestra supervivencia y prevalencia en el mundo de los vivos. Tambalee un poco al colocarme en pie y explorando cada centímetro a mi alrededor, me percate de que Patrick no aparecía por ninguna parte. Patrick! Grite su nombre esperando encontrar respuesta, aunque algo en mi interior, envidiaba la suerte del bastardo al perder la vida y ahorrarse la pena de acudir al Palacio nuevamente para dar la noticia. Después de esperar varios minutos bajo la lluvia, la debilidad ataco mi cuerpo maltrecho y me subí al dragón como pude, dejando mi pecho pegado hacia su espalda ya que carecía de fuerza incluso para sostenerme de su cresta que me funcionaba como riendas. Sin darle alguna orden, el dragón comprendió mis deseos y alzo el vuelo mientras yo cerraba los ojos y me dejaba vencer una vez más por el cansancio y el sueño que algún día reclamarían mi alma como había visto que sucedía con Anastasia.

Lo siguiente que recordé, fue caer de espaldas ante las puertas del castillo, abrí mis parpados pesados y sentí como unas manos poderosas me sujetaban de manos y piernas y me metían a través de las descomunales puertas de la morada de los reyes. La oscuridad nubla mi mente y mi cuerpo hasta que abrí los ojos otra vez, me recostaban sobre una cómoda cama al mismo tiempo que sentía cada uno de mis músculos pesados e inútiles para manifestar algún movimiento. Otro flash oscuro me golpeo en la cara hasta que sentí una cálida brisa fresca que emitía el sol rojo y se colaba a través de las puertas del balcón, me quede con la mirada perdida por algunos minutos hasta que uno de mis fieles servidores se acerco a la cama y se susurre al oído cerrando mis puños entre las sabanas Díganles a todos, incluso al Rey, que no lo logramos… La Reina, ha muerto en Aqueronte… Deje caer mi cabeza sobre las almohadas y vi como mi compañero palmeaba mi hombro como una condolencia por la pérdida de mi hermana, para después retroceder en una reverencia y dejarme solo en el cuarto.
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Mensaje por Invitado Jue 6 Mayo - 1:57:09

El agua es donante de vida, causante de desorden y caos cuando sobrepasa los límites; pero desafortunadamente esa Ley aplicada en el mundo de los hombres no parecía ser de calidad, ni aplicable a mí en esta situación. ¡Por los Dioses! ¿Es que los malditos Destinos se divertían jugando conmigo? A estas alturas ya debía de estar en el mismo lugar que mi esposa, sin recuerdos, más que el dolor acompañándome por la eternidad y me encontraba aquí, en medio de la nada en el Inframundo. Cerré mis puños sobre la arena mojada que enfriaba mi cuerpo como si con mi alma no le bastara, tomando dos grandes montículos dentro de mis manos empuñadas. Me quedé perdido, sumido en un extraño pensamiento, la arena húmeda no se escabullía entre mis dedos para formar una misma de nuevo con la del suelo. El reloj de arena, el tiempo, ¿por qué diablos no se había detenido de este modo? Estábamos tan cerca…

Arrastré mi cuerpo, alejándome del enorme tritón que me observada desde la orilla del Río Aqueronte. No necesitaba perpetrar las barreras de la increíble criatura para asegurarme que él había hecho emerger mi cuerpo desde las profundidades para colocar mi trasero a salvo. Por primera vez desde que había aparecido, deseé con todas mis fuerzas que desapareciera de mi vista. Él me había arrebatado el descanso eterno, la vía para evitar todo el dolor que ni siquiera era comparable con todos esos rayos quebrando el Cielo del Inframundo en intensas luces y como si me entendiese vía telepática el tritón había desaparecido entre las aguas para luego hacerme llegar el tridente que había blandido contra mis enemigos. Apenas éste tocó el suelo volvió a su antigua forma, dejando solo frente a mí, la daga de Darius. La pureza del Río Aqueronte que se había tornado de un azul intenso desde la presencia de aquél Dios Olímpico volvió a su antigua forma, dejando solo la espesura negra y las almas condenadas flotando. La magia del tridente parecía hacerles perder la belleza.

Tomé la daga como si fuese lo único a lo que pudiese aferrarme en todo este intenso dolor por la pérdida de mi esposa, empuñándola con una furia que ya de nada servía. ¿A quién podía dirigirla? ¡Maldita sea! ¡Maldita sea! ¡Maldita sea! Golpeé el suelo con mi cabeza cada vez que esas palabras escapan de mis labios hasta que un gruñido me hizo levantar la mirada, el dragón estaba a un lado del cuerpo de Baltazar, brindándole confort con su ala. Baltazar. Cerré los ojos con fuerza doblando mis piernas, de modo que terminé impulsándome con mis rodillas para levantarme finalmente de aquél lugar que no servía más que para sumergirme en mi dolor. Como si el dragón entendiese, una fuerte exhalación desde sus fosas nasales me confirmó que se encargaría de cuidar de él hasta que…A lo lejos vi como se acercaban los guardias, seguramente, Moroni ya los había mandado al saber cómo había terminado esta misión. Obligué a mis pies a dar varios pasos lejos de aquél lugar donde se quedaba cada fragmento de lo que una vez había sido Patrick Sinclair. No iba a presentarme ante el Rey para…para aceptar en voz alta que le había fallado a Anastasia, no una sino dos veces. Solo existía un lugar en el que deseaba estar…uno que me volvería loco…uno que solo sería testigo del desgarro invisible en mi pecho...

Caí de rodillas lejos del Río Aqueronte, tras una enorme piedra que mantenía mi presencia oculta para los Guardias que se acercaban a la orilla donde Baltazar y el enorme dragón aún se mantenían. El rastro que mis pies habían dejado sobre la arena, habían sido borrados por la lluvia que caía limpia y finamente en cada parte del Inframundo. ¿Lloraba la muerte de la Reina? No, esto era diferente, el Inframundo sucumbía, mi alma perecía…Llevé mi mano hacia el bolsillo donde aún estaba la piedra que Moroni me había dado, la que abría el portal del Inframundo al mundo real y viceversa, teniendo el primer vistazo de la mansión que ya se veía oscura y marchita sin la presencia de su dueña. Una sonrisa de medio lado se extendió en la comisura de mis labios al escuchar el grito del Duque.

Era extraño, pero en estas últimas horas, no solo le había sentido como mi amigo. Baltazar había tomado el lugar que siempre había esperado que Arthur tomara, así fuera solo por unos pocos minutos. Di un paso hacia el portal aunque aún no entendía como era capaz de hacerlo, quizás saber que en la mansión estaba todo el aroma de ella, en el que me enfrascaría antes de llevar a cabo la salida que mi mente exigía. Como última petición, mi mirada viajó hasta lo lejos, donde se alzaba el Palacio de Fuego y donde se encontraba el cuerpo de mi esposa. No. No era digno de ir a verle y lejos de eso, era insoportable para mi alma y mente volver a encontrarle en ese estado y saber, sin esperanza alguna, que esta vez nada le traería conmigo. El portal se cerró tras de mí, dejándome caer dentro del cuarto principal, sumiéndome en todo el dolor con los recuerdos abrumadores…

Lo último que podía recordar era a mi esposa desapareciendo frente a mis ojos, las lágrimas recorriendo sus mejillas, las palabras emitidas por sus temblorosos labios y el último suspiro silencioso que mis oídos habían escuchado entre todos esos truenos y las fuertes olas que chocaban contra la barca de Caronte…
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Mensaje por Invitado Jue 6 Mayo - 15:26:49

Horas después…

Permanecí exhausto recostado en una butaca de cuero frente a la cama de Anastasia, vigilando con la mirada cada mínimo movimiento de su cuerpo, permaneciendo alerta por si volvía a despertar entre gritos por consecuencia de una terrible pesadilla que le recordara su estadía en el Tártaro o si algún quejido u otra molestia de su voz ante las dolencias de su cuerpo volvían a acongojarla. Suspire de un modo audible cuando observe mi reloj y habían transcurrido exactamente 4 horas desde que su alma había regresado a su cuerpo y… -Emperador… Uno de los soldados rompió el silencio de la recamara al entrar y hacer una reverencia ante mí –¿Que sucede? Le respondí con un tono seco pero sereno –Hemos encontrado al Gran Duque en la entrada del Palacio, continuamos sondeando todo el reino como usted lo ha indicado, pero aun no hay rastros de Patrick Sinclair… Gire mi rostro impasible hacia él y le respondí con una seña para que se retirara y continuara la búsqueda.

¿Sería posible que Patrick hubiera desaparecido sin dejar rastro alguno? Observe el interior de mis muñecas para corroborar por milésima vez que las marcas de los tatuajes del Círculo no se encontraban allí. Me levante de mi asiento con una actitud analítica, tomando una de las tibias manos de Anastasia entre la mía, la rote un poco para vislumbrar la piel del interior de su mano donde explícitamente no había algún vestigio de el lenguaje pagano que nos congregaba como parte de este clan -¿La Reina también? Me pregunte a mi mismo con el ceño fruncido ante aquella incógnita. Había muchas cosas implícitas en cuanto a nuestra salida permanente de la Hermandad, la primera, es que Hades sin previo aviso nos había destituido de nuestros cargos, pero en ese caso, se hubiera presentado al menos para jactarse de nuestra humillación ya que dudaba encarecidamente que hubiéramos sido liberados. En segundo lugar, nuestra suerte estaría en el fuego eterno de su furia al cumplir nuestras condenas pero… Era muy extraño que no supiéramos de él aun… Tal vez estaba esperando el momento propicio para darnos la estocada final, confiarnos de nuestra condición de invictos, no aseguraba la victoria en nuestra la guerra contra Hades.

Coloque la mano de mi Reina sobre su abdomen abultado, que acaricie para sentir por primera vez los movimientos de sus hijos que se manifestaban en su vientre. ¿Dónde estaría Patrick? Una de las desventajas de no poseer la marca era que no podía localizar a los miembros de mi clan, sin embargo, lo sentía con vida en algún lugar de la superficie. ¿Cómo podía saberlo? Escuche el aleteo del águila que regresaba de su inspección por el Tártaro, proyectando en mi mente las imágenes que el tritón había captado de su amo antes de cruzar el umbral –Al menos los Dioses han sido dadivosos con él y le han permitido conservar su vida. Exprese con desasosiego al notar que en vez de regresar al Palacio Rojo, había huido hacia la superficie con el dolor marcado entre sus gestos. Luego me encargaría de darle la noticia de que su misión había sido un éxito…

Abandone momentáneamente la habitación cuando las cortesanas ingresaron para lavar y acondicionar el cuerpo de la Reina como lo hacían diariamente, aproveche ese momento, para visitar a mi gran amigo Baltazar que yacía en su descanso en una de las habitaciones en el ala este del Palacio de Fuego. Una vez que llegue hacia las puertas, uno de los consejeros y grandes amigos de Baltazar precisamente salía de su dormitorio con la cabeza baja y titubeando ante aquella noticia que intentaba manifestarme antes de ingresar. -Mi Lord… El Gran Duque D` Baal ha despertado… Ha dicho que la Reina… No pudo lograrlo… Que han fallado… Lo observe fijamente aunque su mirada era esquiva ante la mía, coloque mi mano sobre su hombro con firmeza, a la vez que negaba con la cabeza y una sonrisa se dibujaba en mi rostro –Después de la tormenta, siempre ha de venir la calma… La Reina está con vida, informa a los demás de la buena nueva… El Palacio de Fuego, hoy está de fiesta por la vida de la Reina, de los herederos y de nuestros héroes Baltazar y Patrick Sinclair… Aquel hombre parecía haber perdido la razón al romper el protocolo y saltar frente a mis ojos por la euforia, lo deje pasar por alto y pase hacia la recamara de Baal que ya me esperaba despierto y regenerado de sus heridas.

Después de un largo rato, la calma parecía invadir nuestras oscuras almas que habían pasado por una extraña transición. Baltazar me conto sus experiencias y lo que pudo percibir de Sinclair, lo que me llevo a una última hipótesis de que debía acudir al encuentro de los Oráculos de inmediato antes que el mismísimo Hades apareciera entre nosotros. Una vez que puse al tanto de todo a mi amigo, él me relevaría de la vigilancia de la reina durante mi ausencia hasta su despertar. Salí del Palacio tal y como estaba pautado, cubriendo mi brillante armadura con una capa negra y con el águila posando sus garras sobre mi brazo derecho. –Es el momento de descubrir la verdad… Susurre para mí mismo, antes de azotar a mi caballo y emprender el largo viaje hacia las sombrias montañas del Destino.
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Mensaje por Invitado Jue 6 Mayo - 15:50:59

Las pesadillas atacaban de una forma implacable mi mente perturbada por todos estos cambios. Más de una vez, despertaba temblorosa y asustada por las imágenes que se tatuaban entre mis sueños de los rostros deformes de las animas del Río Aqueronte que me halaban hasta la profundidad de sus terrenos y me apresaban allí hasta arrancarme el último aliento y cualquier rastro de vida –No! Abrí mis ojos dilatados y llenos de pánico ante aquella ilusión que se veía tan real, tan palpable y tan tangible… Las manos cálidas de Renzo me atrapaban antes de levantar mi torso de la comodidad de la cama y con palabras tranquilizadoras me inducia nuevamente en un sueño pacifico para recobrar mis energías perdidas en aquel viaje tortuoso.

No tenía una idea exacta de cuánto tiempo permanecí en ese estado, mi mente aletargada, vagaba entre el pasado, el presente y el futuro de una era que parecía no tener fin, hasta que Patrick me había encontrado en el Tártaro cuando no poseía consciencia alguna de lo que me sucedía, hasta el momento en que… ¿Qué sucedió después? Solo podía recordar el naufragio de nuestra embarcación y que la mano de Patrick se alejaba de mi tacto mientras ambos éramos halados en direcciones opuestas. Baltazar también había sido arrastrado por la furiosa marea, haciéndome perderlo de vista hasta que… No recordaba el resto… Solo había sentido como una fuerza anti gravitacional elevaba mi esencia a través del agua, hacia los oscuros cielos tormentosos del Inframundo para luego despertar nuevamente en mi cuerpo… Tenía muchas lagunas mentales, que después serian llenadas con las versiones de todos los involucrados en esta lucha que parecía no haber terminado aun.

Desperté en medio de uno de esos sueños extraños que me mostraban un lugar nunca antes visitado por mí; Una zona despoblada, sobre una altísima montaña empinada que se alzaba sobre las nubes y donde en la cima, descansaba un imponente palacio blanco que irradiaba su belleza y majestuosidad digna de ser los aposentos para los mismísimos Dioses del Olimpo. En su interior, las puertas principales, eran un enrejado intrincado con forma de enredadera, forjados en oro blanco y diamantes, estaban cerradas herméticamente, y aunque entre mis sueños, intente abrirla con mis manos, fue imposible el esfuerzo ya que resulto ser en vano.

Abrí mis ojos de vuelta a la realidad, moviendo lentamente mis parpados pesados hasta que una cálida luz, acaricio mi rostro pálido que antes había estado en peligro de no volver a demostrar que la vida estaba presente en el mismo. Encontré con la mirada, a Baltazar que reposaba al pie de la cama, observándome con esa clase de miradas que solo mi hermano mayor sobreprotector podía dedicarme. Pasaron extensas horas desde que había estado soñando, y él me platicaba acerca de todos los obstáculos que Patrick y él habían tenido que soportar para llegar hasta las mismas puertas del Valle de los Muertos para rescatarme y traerme de vuelta. Le pregunte acerca de mi esposo, a lo que solo me respondió con una mueca vacía, de que los guardias no lo habían encontrado aun entre los escombros e inundaciones que habían destrozado el Tártaro y la Ciudad de Fuego. Sin embargo, Renzo sabía acerca de su paradero y me aseguro de que estaba bien y con vida en algún lugar de la superficie -¿Por qué no ha venido contigo? ¿Por qué no ha venido a verme? Le pregunte ansiosa y expectante por su respuesta, pero esa interrogante solo podía ser respondida cuando estuviera cara a cara con Patrick Sinclair.

Baltazar, se en congio de hombros al no saber cómo responder a mi interrogante, pero defendió hasta el último minuto a Patrick que había arriesgado su vida e incluso tratar de pactar la suya a cambio de la mía. El dolor, no era sosegado por sus palabras, necesitaba verlo a pesar de que su traición fue la causante de que yo pasara por todo esto. Simplemente deseaba asegurarme de que él se encontraba bien, que a partir del momento en que me separara definitivamente de su destino, tendría la certeza de que su camino no sería interrumpido como había pasado con el mío. Solo me quede allí entre las sabanas de seda de la enorme cama de mi dormitorio, con mi mente vagando en la superficie hacia su búsqueda y mi cuerpo presente con mi hermano que me confesaba todas las aventuras que transcurrieron en su trayectoria hasta encontrarme. Pero… Aun faltaba algo más… Un vacio que no se llenaba solo con palabras… Un destino que seria decidido fuera de las paredes del Palacio de Fuego.
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Mensaje por Invitado Vie 7 Mayo - 10:09:43

Muchas sorpresas habían acaparado mi atención en estas últimas horas en que había sido confinado a una de las habitaciones del Palacio de Fuego. La culpa, el dolor, la ira, el fervor… Crearon una mezcla que compactada con mi demencia, daban resultados absurdos que me mantenían paralizado en una silla que daba hacia el balcón de mi dormitorio. Mis ojos se perdieron entre los matices del cielo carmesí que parecía inmutable ante la tormenta que lo había azotado últimamente, la lluvia había cesado hacía varias horas y los guerreros se encargaba de reconstruir lo que el agua del Río Aqueronte había barrido durante el momento en que nos hundimos como piedras ante la ola que nos golpeo con toda su fuerza.

Escuche que fuera de mi alcoba, se encontraba Renzo que seguramente vendría a escuchar mi versión de los hechos en cuanto a mi fallida misión en el Tártaro, pero no estaba seguro de tener las fuerzas suficientes para narrar la manera en que había perdido a mi única hermana a manos de la muerte implacable. Resople con fastidio al sacudir la ceniza de mi cigarrillo antes de llevarlo a mis labios y darle una profunda calada sin girar mi cabeza hacia la puerta y hacer una reverencia ante el Emperador que podría resultar incluso como mi próxima pena de muerte Ella está viva Baltazar. Fue la primera frase que escuche y que francamente sentí que me había devuelto a la vida, deteniendo el maldito tiempo frente a mis ojos y haciendo que expulsara el humo de mi vicio de golpe fuera de mis pulmones Yo mismo vi como se hundía su alma en la profundidad de las aguas de Aqueronte… Creo en lo que veo, Renzo… No quieras volverme más loco de lo que ya estoy. Mi risa amarga y la de mi amigo de la eternidad se mezclaron en un ritmo extraño de una triste alegría, él me explico la innecesidad que tendría en mentirme en un momento como éste y me alzo una explícita invitación por la que le estaría agradecido eternamente No todo lo que ves, es lo que crees… Y no todo en lo que crees, precisamente es real… Si quieres descubrir la verdad, ve al dormitorio de tu hermana donde ella te está esperando… Solo necesita que su hermano sea capaz de levantarse de su asiento y acuda hasta su encuentro.

Su última frase actuó como una fuerte patada en mi trasero que me hizo levantarme con rapidez de mi silla, ignorando que ésta caía hacia mi espalda mientras mi mirada se posaba en la suya que parecía tan… Diferente… Confusa… Pero confiable. Asentí con nerviosismo al mismo tiempo que dabas pasos pesados hacia la puerta de mi dormitorio y me dirigía al de la Reina donde debía presentarme de inmediato para corroborar su salvedad. ¡Patrick! Recordé al momento en que Renzo abandonaba el pasillo y me notificaba acerca de un viaje que debía hacer de inmediato. Tenía que notificarle lo más pronto posible antes de que la sorpresa le cayera como un balde de agua fría. Pero… ¿Cómo?

Primero lo primero, entre a la habitación de mi hermana y vele por su sueño durante unas largas horas hasta que voluntariamente recobro la consciencia y comenzó a emular palabras. Yo sentía rebosar de alegría al ver sus ojos brillosos posarse sobre los míos como antes solía hacerlo, incluso hasta las preguntas acerca de Patrick me llenaron de un bizarro entusiasmo ya que el bastardo había tenido su cuota de sufrimiento en esta travesía que casi nos costaba nuestras propias almas malditas. Anastasia, me había manifestado su deseo de volver a la superficie para concretar un último encuentro con el que era su compañero de eternidad; por más que quisiera a ambos, no podía inmiscuirme demasiado en sus asuntos, había escuchado la versión de cada uno y realmente no podía tomar un bando entre ellos, por lo que solo me limite a seleccionar los soldados que le servirían como escoltas apenas cruzara el portal para que al menos conservara un poco mi estabilidad mental al no saberla sola o desvalida donde antes habían atentado contra su vida.

Aproveche mi salida momentánea durante mi búsqueda de algunos de mis guerreros de confianza para asignarles esta misión, fui el primero en cruzar el umbral para dirigirme a la mansión de mi adorada Mariana, recobre mi nuevo teléfono móvil para marcar el numero del mentecato de Sinclair a lo que me puso a hablar con su contestadora ¿Para qué demonios tienes un teléfono móvil si no lo contestas? Voy a matarte! ¿Dónde diablos te metiste? ¿Me quieres matar de un infarto? Llámame cuando escuches mi mensaje. Apreté el botón correspondiente para finalizar la llamada, recordando que no le había dicho lo más importante Demonios! Volví a discar su número a lo que en un minuto, volví a hablar con su buzón de voz ¡Maldito Bastardo! Contesta ese pedazo de mier%#! Después que te mate, iré a mear en tu tumba para exhumar tus restos, revivirte y matarte otra vez! Así pasara una y otra vez hasta que Hades te saque a patadas del Tártaro… Hice una pausa mientras mi mirada se encontraba con la de mi adorada prometida que me veía como si sufriera de alguna enfermedad mental, aclare mi voz para culminar el mensaje Em … Espero que estés bien… Adiós… Colgué una vez más la llamada con una sonrisa de jovialidad por el pobre infeliz que estaría contento con la noticia… Un segundo… Aun no le había dicho nada. Maldita sea mi suerte! Resople marcando otra vez su número al escuchar la risa de mi prometida.

Repico un par de veces hasta que la llamada fue desviada a su absurda y afeminada contestadora Voy a meter mi puño dentro de tu boca y sacar tu espina dorsal por allí si vuelvo a escuchar tu maldita contestadora! Nuevamente otra pausa invadió mi voz ante el gesto severo de Mariana que me indicaba que fuera breve y directo al grano Anastasia está viva y va directo para allá… Compórtate o te juro que iré hasta tu casa con una tijera de jardinero y voy a cercenarte el… Un extraño pitido indico que el mensaje había llegado a su fin ¿Hola? Insistí hasta que la operadora certeramente decía que había culminado la llamada Maldita sea! Fruncí el ceño al vociferar cualquier cantidad de insultos y maldiciones existentes en mi repertorio de groserías, hasta que Mariana me arranco el teléfono de las manos y me condujo hasta la habitación… Ahora todo estaba en manos de Patrick y Anastasia, y su bienestar seria regido por la voluntad de los dioses que me habían devuelto a mi hermana y a mis sobrinos sanos y salvos de nuevo hacia nuestra familia.

Esto es solo el inicio de lo que parecía un final… ¿El final? Aun no está escrito… Solo conocemos el camino que transcurrimos con cada uno de nuestros pasos, la meta está trazada, pero las decisiones son las que marcan el futuro… Lo que descubrió Renzo en su viaje hacia las Montañas del Destino, es algo que jamás cabrán imaginar… La relación entre Patrick y Anastasia, pende de un hilo que es amenazado por las llamas de los celos y la traición. Mientras yo, sigo cavando un agujero en mi patio para dar una demoniaca sepultura a mi último teléfono celular que sin darme cuenta, termino dentro del microondas por un arranque de locura… Por ahora, será hasta un próximo encuentro…
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Mensaje por Invitado Vie 7 Mayo - 10:17:17

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