Maldad, tienes nombre de mujer (Anthea)

Mi cuerpo se encontraba completamente adolorido, no sabia donde me encontraba, al parecer habia sucumbido ante la ira del maldito de Perseus, su tecnica hubiese sido capaz de acabar con el mas poderoso de los seres sobre la tierra, incluso habia borrado del mapa gran parte de aquella torre del castillo sin contar con varias estrellas del sistema solar a medida que habia avanzado para perderse en el infinito de la galaxia y el universo en si. Supuse con una sonrisa que habia logrado mi cometido de acabar a Anthea, despues de todo su venganza no hubiese sido tal de no ser porque lo guiaba aquel sentimiento que tenia hacia ella. Vague en las profundidades del Tartaro hasta que por fin pude recuperar mi forma y sobre todo mi cuerpo, puesto que por ningun motivo estaba dispuesto a retomar mi antigua y horripilante apariencia, las del individuo lo suficientemente abominable como para espantar incluso a la mismisima Diosa del Amor, Afrodita. El dolor que sentia en todo mi cuerpo era la señal de que Perseus lo habia dañado lo suficiente como para hacer desaparecer mi presencia de la faz de la tierra, pero jamas me borraria del Universo, no Señor, a un Dios no le faltas al respeto sin sufrir las represalias por tus actos. Camine hasta llegar al Inframundo, el lugar por donde atravesaban de un lado a otro las almas demasiado simples como para quedar encerradas en el Tartaro. Al parecer todo pintaba de maravillas para mi, en un par de dias mas y cuando ya estuviese completamente recuperado acudiria en una visita relampago a mi enemigo para asi dejarle establecido que el jamas seria capaz de vencerme. Continue mi camino, me sentia bien en todos los sentidos en que abarcaba mi psicologia, al fin y al cabo no todos los dias sobrevives a un ataque de la magnitud de la Starlight Extinction, y mas aun cuando es invocado por un ser del poder de Perseus. Cuando me senti lo suficientemente adolorido me apoye sobre una roca con mi espalda y me deje deslizar hasta el suelo para quedar sentado, respire entrecortado al notar que aun tenia un par de huesos rotos, el imbecil era lo suficientemente poderoso como para romper varios huesos a un Dios, pagaria por ello tarde o temprano.

Tras la aparente nada que había sentido en un principio, un aterrador fin que era lo que me había estado aguardando, de repente el dolor volvió a mi cuerpo como una maza golpeándome, forzando a mis cansados pulmones a respirar de nuevo. Pero no, no eran exactamente mis pulmones ni tampoco era yo exactamente la que se encontraba por allí. Era yo, pero no era totalmente yo. Después de haber muerto a manos de Jason por proteger a Perseus de su ira, no recordaba nada excepto aquella aparente paz que me había embriagado con su pureza durante unos instantes para después desaparecer de nuevo. Y sólo la oscuridad que me rodeaba competía en profundidad con el dolor de mi cuerpo, dolor que poco a poco se iba mitigando. ¿Dónde estaba? A simple vista no se veía nada, pero entornando los ojos me di cuenta de que no estaba sola, pues un sinnúmero de formas vaporosas se juntaban a mi alrededor, danzarinas en sus formas y todas con rostros que me miraban con envidia y curiosidad. El dolor había remitido ya, y me llevé la mano al rostro. No me sorprendió comprobar que el tacto de mi piel era el mismo que siempre, igual de corpóreo frente a aquellas figuras vaporosas. Y comprendí. Estaba en el infierno. Había vuelto. ¿Tal vez Jason hubiera oído mi mensaje telepático de última hora, pidiéndole que aceptara el trato? Sí, en el último instante la muerte me había asustado, tanto que había sido capaz de soportar la vergüenza y el golpe a mi orgullo sólo por seguir viviendo. Y, al parecer, mi súplica había funcionado.
Mi vista ya se había acostumbrado a la semipenumbra en la que estaba sumergida, y pronto me sentí en condiciones de moverme, de atravesar aquellas luces espectrales que eran los espíritus que había a mi alrededor y tratar de salir de allí. Un nuevo sentimiento se quería abrir paso en mí, algo distinto de lo que había podido sentir hasta entonces. Y lo supe, de nuevo, con tanta intensidad como sabía que estaba viva. Adam había muerto. Por mí. Al principio no quise creerlo, pero al comprobar que, en mi interior, nuestro vínculo se había visto roto de una manera brutal y definitiva, lo supe. Él ya no estaba. Ya sólo quedaba viva yo.
¿Cómo explicar lo que sentía en ese instante? Era confuso, un torbellino de sensaciones entre las que, sorprendentemente, no estaba la culpa que debería haber sentido. Sólo podía encontrar malicia, ganas de torturar y de matar a quien se pusiera en mi camino y un deseo casi innato de sembrar la maldad a mi alrededor. Y eso me gustaba, alimentaba mi energía demoníaca de una manera que sólo conseguía que me regodeara en mi poder. Oh, sí, habían aumentado considerablemente gracias a mi muerte y posterior resurrección. Sólo por eso, ya merecía la pena morir y vivir de nuevo. Comencé a caminar al frente, sin rumbo fijo, pero los espíritus curiosos ya no se acercaban a mí, sino que en sus rostros fantasmales sólo le veía el miedo, miedo a lo que podía hacerles. Hacían bien en temerme, porque podría hacerles lo que quisiera. Tenía imaginación y recursos para hacerles recordar mi rostro durante la eternidad, y no dudaría en usarlos a mi favor. La débil Anthea, aquella a la que todo el mundo podía vencer, se había terminado. Ahora era una nueva Thea, una que no se iba a doblegar ante nadie y que iba a vivir a su manera. Y a quien no le gustaba y se atreviera a decirlo en voz alta...peor para él, porque su muerte sólo sería más dolorosa.
Caminaba como una diosa entre aquellos simples seres, que ni llegaban a la categoría de mortales porque ya estaban muertos, y al final terminé por percibir una esencia conocida, una esencia que lograba provocar en mí el odio y a la vez una atracción innegable. Un vistazo fue lo que necesité para saber que Jason estaba allí, apoyado en una pared. Jason, el mismo que me había matado y al que ahora, al verle, no me apetecía amenazar, sino más bien todo lo contrario. Él había sido el encargado de que yo siguiera viva, lo sabía, y en el fondo le debía un cierto agradecimiento por eso. Además, nunca me había fijado en su aspecto físico lo suficiente como para darme cuenta de que, aún con varias costillas rotas y medio derrotado, pero vivo, me atraía. Mejor. Me acerqué a él con pasos danzarines y al final terminé por ponerme a su altura, con una sonrisa maliciosa. – Hola, Jason. – dije, agachándome hasta quedar sentada a su lado y mirándole con curiosidad.

Me sentia molesto por todos los motivos anteriores, Perseus habia faltado al respeto a un Dios, y ahora encima tenia estos molestos seres rodeandome que ni siquiera eran lo suficientemente valiosos como para conservar sus cuerpos, algo que no habia sido mi caso por supuesto, mi poder iba mas alla que la simple capacidad de mantenerme vivo, iba mas alla que cualquier poder que haya conocido antes, pero por algun motivo jamas habia podido vencer a Perseus de una forma limpia, un simple intento de ser poderoso, que haciendo la vista gorda de sus miles de debilidades podia llegar a ser un adversario mas que digno, bueno.... al menos mucho mas de lo que habia sido la patetica Anthea. Si antes de asesinarla le guardaba un cierto respeto por haber aceptado la muerte de la forma en que lo habia hecho, ahora aquel sentimiento no era mas que de lastima ya que en el ultimo momento de su vida habia implorado mi ayuda para mantenerse en este mundo. Y yo que me la estaba pasando de maravillas mientras torturaba con mi simple mirada a las almas en pena que me rodeaban, terminaron huyendo todas y cada una, perdiendose en la infinidad abismante del Inframundo, sabia bien que aquello iba a ser para bien. Asi que mis pensamientos volvieron a Anthea, la pobre muchachita que habia profesado el amor que sentia hacia Perseus y cuanto deseaba morir por aquel sentimiento, en el ultimo momento habia flaqueado y dejado claro que para ella no habia nada mas importante que ella misma, asi fue como tambien supe acerca de su hermano Adam. Una sonrisa se extendio por mi rostro al pensar en aquel nombre, pero eso seria un asunto que atenderia mas tarde. Aun debia encontrar a quien ahora literalmente me debia su vida, y la haria pagar de la forma en que a mi mas me gustaba, pero aun asi no podia encontrar las fuerzas para levantarme, las heridas de guerra que Perseus me provocaba eran tan raras que incluso ni siqu.iera podia curarlas como las demas, estas tardaban en sanar y sobre todo seguian doliendo hasta que les daba la gana. Luego Anthea llego frente a mi, sonrei cuando se presento, una sonrisa llena de malicia ante las infinitas posibilidades que se me presentaban ahora. -Anthea Raley, la mujer que amaba tanto que no quiso sacrificar su vida..... -dije sonriente, eso pintaba tan bien que no tardaria mucho tiempo en comenzar a usar a mi recien adquirido Chivo Expiatorio

Por suerte para ambos, yo me esperaba que su saludo fuera a ser así, tan como era él, destilando hiel por cada una de sus palabras y con un tono capaz de cortar el mismísimo diamante. Me sentía tan poderosa en aquel momento, con la esencia demoníaca tan en auge porque me encontraba en mi hogar y porque en mi especie de “renacimiento” había apartado de una vez por toda aquella típica y débil humanidad que siempre me había caracterizado que no me habría importado ni siquiera enfrentarme a un dios, y menos a uno que ya me había matado una vez. Aunque de todas maneras no sabía a quién pretendía amenazar, porque sabía de sobra que yo le era tan útil como él podía serme a mí. De no ser así no me habría escuchado cuando le había pedido que me trajera de vuelta, así que no debería mostrarse tan seguro en su victoria, y mucho menos estando en mi terreno. Podía ser una amenaza considerable porque mi naturaleza estaba en plena ebullición, e imaginación para disponer de mis poderes de la manera más efectiva, incluso ante un dios, no me faltaba. Que no se creyera tan sumamente superior, que no lo era. No en mi territorio.
– Jason Rossel, aquel que ha tenido que asesinar a la novia de su enemigo porque no era capaz de acabar con él. – le dije, mordaz. A aquel juego podíamos jugar todos, y poco me importaba que pudiera tener años y años de práctica respecto a soltar comentarios hirientes, pues yo era una auténtica maestra en aquel arte y no estaba dispuesta a dejar que él me pisoteara. Maldito orgullo.
De todas maneras, no había ido hasta donde él estaba para pelearme con él verbalmente, por mucho que el odio que seguía sintiendo por él quisiera que le gritara hasta quedarme afónica las cuatro verdades que parecía que nadie había tenido el valor de decirle, sino que había ido porque sabía que tenía que saldar mi deuda con él. Yo había muerto (al menos durante un momento) por salvar a Perseus, pero había decidido en el último volver porque no estaba lista para morir, ni siquiera por él, a pesar de lo mucho que le seguía queriendo. Aún así había algo en mi interior que se rebelaba contra la simple idea de estar tan sometida a alguien, por mucho que fuera a él, y tener a Jason al lado no ayudaba precisamente. En aquel momento poco me importaba que le odiara y que amaba a Perseus porque, en realidad, no importaba en absoluto. Él me había dejado sola por enfrentarse a Jason, me había tenido días y días en la incertidumbre de si saldría vivo o no, y me merecía tener mi propio tiempo de vivir sin ataduras ni reglas de ningún tipo. Sí, lo disfrutaría.
Le dediqué una mirada divertida, viendo cómo sufría por las heridas que Perseus le había hecho. Por la clase de vínculo que compartíamos era capaz de saber la naturaleza del ataque y cómo podría curarle. No me costaría demasiado, teniendo en cuenta la amplitud de mis poderes y mis conocimientos sobre la técnica, pero no creía que él fuera a dejarse curar. Tendría que utilizar mis mejores armas, y no me costaría lo más mínimo hacerlo. Además, si estaba curado podríamos estar más o menos en paz, o al menos reducir mi deuda con él, y esa opción me gustaba, y mucho. Me giré hasta quedar frente a él y con una mano cogí parte del agua que había por allí (que al ser de la Laguna Estigia era más poderosa y más efectiva que el simple agua normal) para con mi poder, dirigirla a todas sus heridas, neutralizando el daño que había hecho Perseus. Sóo podía haberlo hecho alguien que conociera a Perseus como yo lo hacía, y esa era la única razón por la que ahora Jason yacía sin heridas en el suelo, mirándome mientras le dedicaba una mirada desafiante. Podía hacer eso y mucho más, al menos en aquel momento, y estaba dispuesta a demostrárselo. Al final terminé por sentarme sobre él, con las piernas a ambos lados de su cuerpo mientras la distancia que nos separaba no era demasiada. – Esto no es suficiente para pagar mi deuda contigo, y lo sé de sobra. – le dije, con tono más bien neutro, pero después me acerqué hasta su oído, donde esbocé una sonrisa maliciosa. Podía detestarle, y de hecho lo hacía, pero no podía evitar sentirme atraída por él de una manera extraña, que me hacía pasar de aquellos rencores y simplemente disfrutar de él. – Pero ¿sabes? También sé que estoy a tu completa disposición. – le dije al oído, con tono pícaro.

Anthea Raley, su mirada, sus posturas corporales, incluso su esencia en si transmitian un poder con el que estaba seguro ella no contaba antes de su muerte. Quizas era eso lo que habia marcado la diferencia, su muerte.... ahora era una mujer completamente distinta, si tambien era una demonia joven y habia estado dispuesta a morir por amor, pero ¿quien no ha sobreestimado la capacidad de ese estupido sentimiento? Y sin dudas habia algo mucho mejor.... el odio, el odio mas puro que se puede sentir hacia alguien es suficiente para acabar incluso con el amor, y eso lo habia demostrado con creces en las torres del castillo cuando acabe con Thea, habia destruido el amor que habia entre ella y Perseus con tanta facilidad que incluso un niño de 8 años hubiese resistido mas en una pelea contra mi de lo que habia hecho el "amor" de ellos dos. "Novatos", dijo mi mente cuando de pronto vi que Thea hacia unos raros movimientos atrayendo agua hacia mi, de pronto casi todo el dolor que habia sufrido por el ataque de Perseus habia desaparecido, mire a Thea sonriendole con un aire malefico, si.... habia ganado una aliada poderosa, bastante poderosa.... y mucho mas poderosa en el sentido de una inminente batalla contra Perseus, sabia bien que Perseus amaba a Thea y eso no cambiaria ya en mucho tiempo, quizas era una de las pocas cosas que admiraba en el (como todo buen enemigo tenia la capacidad incluso de admirar algo en mi rival) esa capacidad que le hacia ser fiel a sus sentimientos durante mucho tiempo. Las palabras mordaces de la chica que estaba frente a mi eran sin duda de una intencion dañina, incluso lograba remover aquella pieza de orgullo en mi, la chica era lo suficientemente poderosa como para molestar a un Dios del Olimpo sin temor a las represalias. Luego unas cuantas de sus acciones me dieron un asomo de perplejidad, luego sus palabras vinieron a afirmar lo que yo tanto anhelaba, Thea se habia rendido ante mi, al menos en el momento en que mis planes la tuviesen contemplada. -Eso es obvio.... despues de todo yo salve tu vida, me debes mucho..... y tendras que pagarlo..... -dije mientras acercaba mi rostro hacia ella y pase muy cerca de su cuello, dando suspiros. Si, miles de motivos no eran suficientes para explicar lo que me sucedia, sentia una repentina atraccion hacia la demonia que estaba cerca de mi, era como aquella aprendiz de quien el maestro terminaba prendido, pero ella no era mi aprendiz, conocia lo suficiente como para romperme un par de costillas, aunque quizas aun no al nivel que habia hecho Perseus, pero si romperlas de una manera considerable.

Una frase recordándome hasta qué punto le debía gratitud, un suspiro intencionado cerca de mi cuello que lograron ponerme la piel de gallina y hacerme sonreír a partes iguales. Parecía que hacía demasiado tiempo que no utilizaba mis encantos con nadie, pero no el suficiente como para haber olvidado la manera más afectiva de hacer que hasta un dios caiga ante mí. Aunque en este caso podía decirse que era mutuo, porque no era sólo él el que se sentía atraído por mí, sino que también había muchas ganas por mi parte de tomarle en aquel momento. ¿Había sido siempre así? No, no creía que eso hubiera sido posible, aunque tal vez sí lo había sido y lo había rechazado de plano por lo que sentía por Perseus. Ah, Perseus... Aún seguía en mi corazón, y seguía sintiendo algo muy fuerte por él, pero ya no era mi primera prioridad en aquel momento, sino que se había visto relegado a un puesto bastante inferior en mi lista, siendo sustituido por cosas como la sed de sangre, las ganas de venganza contra el mundo que llevaba tantos años pisoteándome (y otra cosa no, pero orgullosa y vengativa siempre había sido, hasta cuando era medio humana), y también las ganas impresionantes que tenía de probar a Jason, debajo de mí y tan dispuesto como yo lo estaba. El momento era perfecto, sin testigos y con las ganas y la tensión entre nosotros cortable con un cuchillo, así que opté por la mejor decisión, utilizarle a mi favor. ¿Acaso pensaba que él era el único que me tenía agarrada por donde no podía soltarme? No, estaba muy equivocado si pensaba que era así, porque yo podía manejarle (a su cuerpo y a sus impulsos, al menos, según me estaba dando a entender en ese momento) de una manera efectiva. Lo primordial en aquel instante era encontrar mi cuerpo, porque aunque era más o menos corpórea sólo era porque era más poderosa que el resto de almas y porque un dios había evitado que perdiera toda mi corporeidad, pero aún así no gozaba de mis plenas facultades ni en cuestión de poderes ni en cuestión de fuerzas físicas, porque notaba que no tardaría mucho en empezar a fatigarme por haberle ayudado con sus heridas y no, no podía permitirlo. No era algo demasiado conveniente en mi situación actual.
Me separé del lóbulo de su oreja, que recorrí un instante con los labios, y no tardé en llegar hasta la comisura de sus labios, también siguiendo el recorrido de su mejilla y su mandíbula con mis labios, disfrutando de cada centímetro de su piel hasta que al final cedí a la irresistible tentación que me empujaba a hacer lo que deseaba y lo que nuestra cercanía me pedía a gritos, darle un beso intenso y lento, lleno de pasión y en el que mi lengua jugó a voluntad con la suya. Sin embargo, súbitamente, me separé de él, sin duda provocando su sorpresa por cortar de aquella manera con el momento, pero al respecto sólo le dediqué una sonrisa maliciosa. – Tenemos que ir a por mi cuerpo para estar en plenas facultades, y entonces seré totalmente tuya para lo que más te apetezca. – le susurré, con voz sensual mientras mi mano atrapaba un mechón de su cabello y jugaba con él, entreteniéndose en su textura. – Para todo lo que se te ocurra, con tal de saldar mi deuda. – terminé, con tono pícaro en su oreja mientras me ponía a acariciar su cuello con mis labios. Era tan fácil dejarse llevar y aprovechar que aquello era algo solamente físico...

Si la palabra "felicidad" hubiese existido en mi diccionario en aquel momento, estaba seguro de que aquella seria la que usaria para describir la nueva sensacion que inundaba mi cuerpo de manera completa e irrevocable. Anthea habia cedido a sus propios impulsos y no habia nada que ella, ni yo, ni Perseus pudieramos hacer al respecto con eso. Ella era una persona libra al fin y al cabo, hasta cierta medida porque ahora su vida dependia completamente de mis antojos y asi como habia decidido salvarla de la muerte segura que la esperaba, tambien estaba seguro de que podria quitarsela en cuanto me entrara la gana de hacerlo y asi sucesivamente hasta que me aburriera de aquel juego, sus actos reflejaban de manera completo aquel nuevo punto de vista, ahora su vida estaba ligada completamente a la mia, el plan perfecto puesto que Perseus al enterarse se veria destrozado completamente y estaria obligado a rendirse ante mis pies, al fin mi plan de milenios y milenios tenia su recompensa, pero sobre todo tenia una ganancia colateral y que no habia calculado, ahora podia tener a Thea en cuanto la quisiera y ella no podria negarse por mucho que lo deseara, luego me tomo y me beso, eso si que se sentia bien, ahora tenia a mi merced a la muchacha que habia logrado hacer lo que nadie habia hecho hasta el momento, sacar a Myriam del corazon de Perseus para siempre, eso si que era una buena noticia ya que conociendo al bastardo esto le haria atormentarse por el resto de su vida, aunque estaba seguro de que eso no seria mucho. "Jason Rossel, eres un genio" pense mientras la besaba, un beso lleno de pasion donde nuestras lenguas no se preocupaban si es que se quedaban del otro lado, luego se separo y hablo de recuperar su cuerpo, claro.... eso estaba demas decirlo, estaba en mis planes hacer eso ya que no me serviria de mucho una demonia semi-corporea, pero al menos podria haberse tardado mas. Si, era una atraccion tan inminente la que habia entre ambos que era dificil contenerse (ni falta que hacia), sus otras palabras habian sido un motivo mas para aumentar aquella rara sensacion en mi interior, Thea tenia una deuda conmigo y deberia pagarla, aunque desde mi vision ella no la pagaria jamas, siempre podia obligarla a hacer mas con tal de mantener su vida. Pero tenia razon, necesitaba su cuerpo. -Me encantara ver el rostro de tu noviecito cuando no lo encuentre...... -dije emitiendo un leve gruñido de ira mezclada con el placer que me provocaria golpear a Perseus en su punto mas debil, y sobre todo porque la persona que me ayudaria era quien, precisamente, era la viva representacion de aquel punto debil.

Su comentario, de nuevo, iba a hacer daño, o al menos a intentarlo, y no pudo evitar que la sola mención de Perseus, aunque no le llamara por su nombre sino que le dijera algo tan despectivo como ni noviecito, le saliera de dentro. Como si no supiera ya de sobra que yo sólo era un instrumento en sus manos para acabar con su eterno rival, el hombre al que yo amaba (aunque en ese momento no estuviera demostrando precisamente eso) y el hombre por el que casi había muerto. Jason no debía olvidar, sin embargo, que por mucho que le debiera mi vida y una deuda semejante requiriera un pago a medida igual de importante (y convertirme en su esclava para lo que él quisiera y perder mi tan ansiada libertad ya constituía pago suficiente en sí, al menos para mí), yo seguía teniendo un interior que él no alcanzaba a comprender del todo, pues ya desde el principio estaba malinterpretando mis intenciones. Si yo había ido por él había sido porque sabía que iba a sacar el mayor beneficio de aquello, y estaba dispuesta a jugar con él todo lo que hiciera falta para que, incluso ante sus ojos, que nunca quedarían satisfechos por mucho que yo me esforzara para acabar con nuestro asunto pendiente, él no terminara ganándome. Era demasiado testaruda como para dejar que nadie me volviera a pisotear, aunque ese alguien fuera un dios que encima parecía estar bien dispuesto a liarse conmigo sólo para fastidiar a su mayor rival. Tenía la llave que me permitiría controlarle debajo de mí, su cuerpo, y estaba dispuesta a utilizar esa arma inesperada a mi favor. Cuando había despertado no me había imaginado que iba a ser tan fácil tenerle a mi favor, aunque él quisiera sólo utilizarme como arma arrojadiza contra Perseus. De todas maneras y por mucho que quisiera hacerle pagar lo mucho que me había dolido su desaparición para morir a manos del hombre al que en ese momento andaba besando, él seguía siendo importante para mí, y no dejaría que Jason le hiciera nada irreparable. En caso de que eso pasara, tendría que ser yo la responsable de hacerlo, y no aquel dios. Una buena idea se me pasó por la mente, fruto de mis ganas de dejarme llevar por mis impulsos y también por las ciertas ganas que tenía de servirle a Perseus una venganza bien fría para volver a estar en igualdad de condiciones: él me había hecho sufrir a mí, yo le haría sufrir a él, y la mejor manera de hacerlo era, sin duda, siguiendo mi alianza con Jason mientras a la vez me aliaba con él. Era perfecto, por ambas partes, porque conseguiría lo que quisiera y ya de paso disfrutaría de dos hombres que me deseaban. Y sentirme así de deseada me hacía fortalecerme aún más, como si lo necesitara. – Creo que su cara será más memorable cuando me vea viva...y contigo. – le dije, con expresión ya no de malicia, sino de auténtica maldad, pues estaba deseando que aquel momento llegara para volver a poseer mi cuerpo y estar en plenas facultades para poder jugar mi propio juego, que les incluía a ambos como peones pero que transcurriría de una manera algo distinta, con sus propias reglas y su propio tablero del que, por mucho que fueran partícipes, no lograrían aprovecharse. Era mi turno de jugar, ahora.
Como una especie de recompensa por haber cortado nuestro contacto antes de una manera tan brusca como lo había hecho, volví a besarle, sólo que aquella vez de una manera más frenética y sin dejar que nada nos separara excepto la necesidad de respirar. Ni siquiera siendo un espíritu medio corpóreo podía ignorar ese pequeño e inoportuno detalle, y fue lo único que logró que dejara de besarle. Sólo eso. Me levanté de donde estaba y le miré, divertida, pues podríamos aprovechar mucho mejor aquel jueguecito que nos traíamos cuando ya tuviera un cuerpo completo con el que poder jugar a nuestra voluntad. - ¿Se te ocurre algo para recuperarme de la Mansión de Perseus? – pregunté, cruzando los brazos sobre el pecho.

La venganza que habia planeado contra el unico individuo que seguia siendo una espina en mi pie estaba ya consumada de pensamiento, faltaba actuar, Thea ahora seria mi esclava en cuanto yo quisiera, y eso significaba que tenia el arma mas poderosa para utilizar contra Perseus: el amor. Durante mi pequeña estadia en el Inframundo habia tomado, al fin, cuenta del extraordinario poder que les daba aquel burdo sentimiento a los seres existentes en este universo, esa era la razon por la que no habia podido derrotar jamas a Perseus, el luchaba por el amor.... ¿pero que iba a pasar cuando aquel mismo amor que el sentia fuese puesto en su contra? Anthea era el tipo de chica que necesitaba para ello, despues de todo el idiota era lo suficientemente bondadoso como para que a pesar de todo lo que le habia sucedido aun pensaria que el amor seria capaz de salvarlo. Si de conocer al enemigo se trataba, yo era un maldito erudito en asuntos de Perseus, habiamos sido "amigos" durante varios siglos y ademas el habia sido pareja de mi primer Chivo Expiatorio durante varios mas, asi fue como todas las piezas en mi mente comenzaron a encajar de manera perfecta, ahora utilizaria aquellos conocimientos a mi favor. Entonces las palabras de Thea llegaron a confirmar que todo estaba listo, ella misma estaba dispuesta a vengarse de Perseus, aunque no sabia bien los motivos pero sabia que lo haria, despues de todo me debia su vida y eso era lo mas importante para ella, y si no lo era, de seguro ocupaba el segundo lugar. Y luego me beso, con aquel sentido pasional que ella lograba imprimir en los besos, con razon a Perseus le gustaba tanto, esta chica si que besaba bien, la atraje hacia para que nuestros cuerpos no tuvieran ningun centimetro de separacion entre ellos y segui con aquel beso, hasta que la estupidez de respirar la aparto de mi, se puso de pie y se alejo, luego me pregunto la mejor forma de recuperar su cuerpo. Cerre mis ojos y me concentre en lo que sucedia en la mansion del idiota, estaba seguro de que necesitaria a Thea para entrar, el cuerpo de la chica estaba en la azotea, en aquellas estupidas replicas de los Jardines Colgantes, al parecer el cuerpo estaba tan protegido que podia durar en aquel estado durante millones de años, a menos que Perseus decidiera retirarlo. Su sangre y el rosario era lo que el necesitaria para hacerlo, no pude evitar reir con locura cuando idee el plan perfecto para obtener aquel objeto. -Bien, este es el plan... tu me ayudaras a entrar en la mansion de Perseus sin alertarlo, despues de todo su proteccion no me permitira entrar solo, luego tu iras a la azotea y lo llamaras a viva voz mientras yo me escondo.... le quitaremos su estupido rosario y sacaremos tu cuerpo desde donde lo tiene guardado -dije saboreando el momento y pensando en las infinitas posibilidades que aquello nos presentaba.

No tardó demasiado en considerar mi pregunta, cerrando los ojos para lograr percibir lo que provenía de la mansión de Perseus, o al menos eso supuse que estaba haciendo en ese momento, porque de lo contrario no me explicaba aquel gesto por su parte. En cualquier caso, yo evitaba pensar en que iba a traicionar a Perseus (a quien gracias a nuestro particular vínculo notaba vivo en alguna parte de la Tierra, encima de nosotros en el Inframundo), y me centraba más bien en pensar que iba a ser más bien una compensación por lo que a mí me había tocado aguantar porque, al fin y al cabo, yo le seguía queriendo, pero siempre había sido débil en lo referido a los placeres de la carne, y con Jason no era una excepción, mucho menos cuando su cuerpo era tan condenadamente atractivo. Tal vez al final lograra entender mis razones y perdonarme, pero no confiaba en aquello, o al menos no en un futuro más o menos cercano. No importaba, pues tenía una eternidad para ganarme su perdón, y total, por divertirme un poco no me iba a pasar nada.
Su risa de maníaco asesino me hizo poner los ojos en blanco un momento y después mirarle, con los brazos cruzados sobre el pecho y armándome de paciencia. Locuras las justas, por favor, que no tenía ganas de tonterías en aquel momento. Al final, terminó por decirme el plan que había ideado, y que era bastante lógico. ¿Por pensar algo así se echaba tantas flores como lo había hecho? Y pensar que yo era egocéntrica cuando él me superaba de semejante manera... En cualquier caso, me necesitaba para ignorar la protección de la mansión de Perseus, que a él le mataría pero que a mí no me haría nada de nada porque, como ya había comprobado antes, estaba demasiado conectada con él como para que sus protecciones me hicieran daño alguno. La siguiente parte del plan consistía en llamar la atención de Perseus lo suficiente como para poder quitarle el rosario y coger mi cuerpo de donde lo tenía guardado, como pude deducir de las palabras de Jason en los jardines colgantes, aquel lugar donde me había llevado la vez que le había visitado y donde tantos buenos recuerdos albergaba. Si mi cuerpo residía allí sólo era porque seguía importándole, al menos lo suficiente como para querer preservar mi recuerdo. Y eso casi hacía que me sintiera culpable por estar a punto de jugar con él. Sólo casi.
– De acuerdo, tenemos un plan. Ahora salgamos de aquí, que me apetece volver a ser totalmente yo. – le dije, con expresión juguetona mientras él se levantaba. Yo no podría hacerlo, así que a él le tocaba sacarnos del Inframundo y dirigirnos a la mansión de Perseus, así que en cuanto estuvo a mi altura me puse a su lado, esperando a que decidiera sacarnos de allí, y precisamente eso hizo. Adiós, Infierno. Hola, Mansión de Perseus.

OFF: TEMA CERRADO